Capítulo 36

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Esperanza 


El sol de media mañana iluminaba la habitación con tonos amarillo pálido, todo parecía tranquilo y casi onírico; el mundo le daba la bienvenida a un nuevo día, como si nada hubiese pasado. Pero sí que había pasado algo. Trihel se sentía diferente, en un buen sentido. Desde que había despertado le había resultado casi imposible dejar de sonreír. En cuanto abrió los ojos y vio a Alice durmiendo a su lado, una felicidad como nunca había sentido lo invadió. Al principio le sorprendió no encontrarse arrepentido, o mínimamente culpable por lo que había ocurrido, pero después de digerir un poco más lo que había pasado entre ambos la noche anterior no encontró motivo alguno para sentirse culpable. Él había elegido, y era lo que deseaba, Alice también. No sabía cuánto tiempo llevaba viéndola dormir, era una suerte que le estuviese dando la espalda, de lo contrario ya habría sentido el peso de su mirada sobre ella. Estaba tan cerca que aspiró su aroma, y sé aferró al momento, a ese instante perfecto en una mañana perfecta donde solo estaban ellos dos. Era tan asombrosamente feliz.

Y todo gracias a la bruja a su lado, era tan hermosa. Miró su espalda desnuda, y la constelación de lunares que baja por ella, hasta que notó algo extraño, su sonrisa despreocupada se tambaleó por un segundo. Unas líneas rojizas se marcaban en la piel de Alice, cerca de la espalda baja, sabía lo que eran: cicatrices. Alice tenía cicatrices. Parpadeó sorprendido, él sabía de primera mano qué tipo de golpes provocaban esa clase de marcas, su propia espalda era testigo de eso. Las acarició con las yemas de los dedos. Miles de preguntas cruzaron su mente, y dudó en si debía decir algo cuando ella despertara. No era la primera vez que sospechaba que Alice ocultaba una historia, nunca hablaba de sí misma, y sabía tan poco de su pasado como ella sabía del suyo. Ahora comprendía por qué lo entendía tan bien, al igual que él, ella cargaba con el peso del pasado. No le importaba, eso no iba a hacer que dejara de amarla. A fin de cuentas nadie era inocente, ni estaba libre de pecados, no le queda más que esperar el día en que ella le contará su historia, y tal vez él haría lo mismo. Besó con delicadeza su hombro, ella sintió el contacto, se giró hacía él a la vez que estiraba un brazo para rodear su cadera y atraerlo hacia ella, una sonrisa divertida cruzó sus labios, aún mantenía los ojos cerrados cuando habló.

—¿Qué haces? —preguntó somnolienta.

—Te veo dormir —respondió mientras le apartaba el cabello.

—Tienes una manía con verme dormir —Trihel rió recordado su primer encuentro en su apartamento, quién iba a pensar que su vida cambiaría tanto desde aquel día. Alice lo estrechó con más fuerza—. Por favor quedémonos así para siempre —le susurró en el oído, la sonrisa de Trihel se hizo más grande.

—Me encantaría —dijo pasando su nariz por su frente.

—¿Cómo... estas? —preguntó con cierta duda, levantando el rostro y fijando sus ojos verde bosque en él. Sabía porque se lo preguntaba y porque buscaba en su expresión algún tipo de arrepentimiento o duda.

—Estoy bien —por primera vez en su vida lo decía enserio. Estaba bien, y era bueno no sentir nada más que felicidad—. Mejor que nunca —estaba seguro que Alice notaba la sonrisa boba que no lo había abandonado desde que había despertado, no le sorprendió ver esa sonrisa reflejada en el rostro de la bruja. Tampoco que lo besara de nuevo, ni que ambos se quedaran más rato en la cama abrazados, negándose a seguir avanzando con el tiempo. Trihel deseaba robarse el tiempo o que este se detuviera en ese instante, que aquella mañana no terminara nunca. No necesitaba de nada más, solo la piel tibia de Alice junto a la suya.

Jamás había visto a Trihel de aquel modo. Y era algo contagioso, no recodaba la ultima vez que había despertado tan relajada y dé tan buen humor. Trihel se veía distinto, quizá fuese por su postura o la forma despreocupada en que se movía, lucía incluso más alto, como si no estuviera cargando con ningún peso que lo obligara a encogerse. Pero lo mejor era su sonrisa, era una sonrisa autentica, sin ese viso de nostalgia o tristeza que había percibido en ella los primeros días de conocerlo. Alice lo observaba desde la entrada de la cocina, pensado en lo irreal de la escena que tenía ante ella. Jamás imaginó que estaría así con alguien, mucho menos con Trihel. Viendo como hacía tareas simples del hogar como lo era lavar los platos del desayuno o acariciar al gato acurrucado en la encimera tomando el sol. Una vida tranquila, ¿cuanto tiempo llevaba soñando con ello? Y por fin lo había encontrado.

La Bruja y el DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora