Capítulo 24

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Tempus Fugit


Miedo. Alice había sentido miedo muchas veces en su vida, tantas que ahora se consideraba una persona difícil de asustar. Había aprendido a controlarlo y a no dejarse llevar por el, sabía a la perfección que de hacerlo eso la volvería débil; y ella nunca había podido darse el lujo de verse débil de algún modo. Tenía que ser fuerte si quería lograr sobrevivir. En el pasado había tenido que enfrentarse a peligros mucho más reales y más aterradores, por lo que estar asustada por una simple visión le parecía una completa tontería. Aún así, seguía sin poder olvidar la imágenes que el cuenco le había mostrado. Los cuencos de bruja pueden decir mentiras, le había advertido Margo una vez, pero mentira o no, las imágenes seguían sin irse.

Apenas y logró llevar su rutina con cierta normalidad, cuando menos lo esperaba el frío y los sonidos de aquella visión regresaban, y por unos instantes sentía que estaba de regreso en aquel bosque, con la serpiente a punto de atacarla. Sus sentidos estaban al máximo, tanto los físicos como aquellos otros que tenía por su condición de bruja. Se sentía hipersensible a lo que la rodeaba, y no era capaz de concentrarse en nada, para cuando llegó a sus clases matutinas en la universidad se sentía en extremo alerta y nerviosa. Primero la carta de la muerte, después su aterradora pesadilla en el cuarto de hotel, y por último la inquietante visión del cuenco, no había duda, algo malo se estaba acercando, ¿pero qué? Parecía imposible de saber. La visión en el cuenco había sido poco clara, y Trihel seguía sin darle respuestas.

No se había atrevido a pensar en Trihel desde que lo echó de su apartamento. Sentía que el corazón se le comprimía contra las costillas al recodar esa imagen suya sin vida, trataba con todas sus fuerzas desterrar aquel recuerdo de su mente, ni siquiera estaba interesada en comprenderlo, solo deseaba olvidarlo. Se alegró de que de nuevo Trihel pareciera estar evitándola, decidió hacer lo mismo, aún si eso la dejaba sola con su miedo. No necesitaba a Trihel, podía manejarlo sola, aún si todo lo que ocurría parecía estar conectado a él.

Por una cuantas horas la exigencia de sus clases la obligó a mantenerse concentrada en el presente, logrando así olvidar al menos por un momento las visiones del cuenco y a Trihel. Distrajo su mente con historias de antiguas civilizaciones perdidas en países lejanos, tan viejas que poco se conservaba de ellas. «Eso, no pienses en nada más Alice, olvídate de Trihel y de todo lo demás», se repitió constantemente a lo largo del día. Para cuando las clases terminaron se sintió en extremo aliviada, no pretendía regresar a la librería, al menos no por ese día, estaba exhausta, además de que no se creía lista para hablar con Trihel.

Sin embargo en cuanto salió a los jardines que rodeaban el campus el demonio estaba esperándola, en cuanto la vio se puso de pie y camino hacia ella con cierta urgencia. Alice recodó el día en que por fin aceptó ir con él y terminaron en aquella lavandería, ¿de haberlo rechazado aquel día habría cambiado algo? Seguramente Trihel nunca habría dejado de insistir. Ahora estaba claro que algo parecía unirlos, el qué era una incógnita más en la larga lista de preguntas que Trihel había traído a su vida desde que se encontraron por primera vez.

—¿Qué haces aquí? —ya ni siquiera podía sentirse molesta con él por sus mentiras. No después de lo que vio con el cuenco.

—Sólo quería asegurarme de que estuvieras bien —Trihel trataba de mirarla a los ojos pero ella esquivaba su mirada.

—Estoy bien Trihel —Alice trató de seguir su camino pero él se interpuso.

—¿Podemos hablar? —parecía ansioso, sin duda temía que lo rechazara, ella dudó, las imágenes de su visión aún permanecían frescas y su cabeza continuaba hecha un lio, dudaba si debía decirle a Trihel lo que había visto o no. Temía que si lo hacia las cosas empeoraran más.

La Bruja y el DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora