Promesa
—Era toda la verdad que tenía que decirte. En serio lo lamento tanto —la voz de Trihel se volvió un susurro agudo—, entenderé si después de esto tú decides alejarte de mí —la observó con sus ojos de demonio, ¿era eso lo que ella realmente quería ahora? ¿Alejarse de él, darle la espalda? Alice permanecía inmóvil y en silencio.
Deseaba que dijera algo, cualquier cosa, incluso aceptaría insultos o que lo maldeciera, no merecía menos que eso, pero seguía sin decir nada. Esperó, pero al final sé rindió, si así era como iba a perderla no había nada más que hacer o decir. Se irguió, y arrastrando los pies salió de la tienda de especias y té. Alice no lo detuvo.
Trihel regresó a la habitación donde Margo lo había atendido, encontró su destrozada camisa, tenía intención de vestirse y marcharse, pero la prenda había quedado completamente inservible, además de de que estaba bastante cansado. Arrojó frustrado la camisa sobre la estrecha cama. Sentía las lagrimas a punto de desbordarse, y el dolor que sentía en el pecho esta vez no tenía nada que ver con su sello. Así se sentía un corazón roto. Recordó a todos esos poetas y autores que habían escrito sobre el desamor, sobre la perdida del ser amado, a los cuales había leído con ahínco, obsesionado por sus palabras y la forma en que describían uno de los sentimientos más humanos. Aunque en definitiva no era exclusivo de ellos. Siempre se preguntó si un demonio sería capaz de sentir algo así, la respuesta era sí.
Seguramente Alice ahora lo despreciaba, lo odiaba por haberle mentido todo ese tiempo sobre quién era realmente. Sus manos estaban manchadas de sangre. La sangre de su propio hermano mellizo, al que debió haber cuidado y protegido. Si Abaddona había caído en la locura era porque él lo había llevado hasta allí, había contaminado la mente de su hermano cegado como estaba por el odio y el resentimiento. No pudo salvarlo, y fue una más de tantas vidas segadas por sus manos. Su propósito siempre había sido destruir todo lo que tocaba. Resultaba obvio si Alice no lo quería más en su lado, ¿quién podría amar a alguien como él?
—Así que por fin le dijiste la verdad —Gamal estaba de pie en la entrada de la habitación, no lo había escuchado entrar.
Se negó a responderle, mantuvo la vista fija en el suelo. No tenia el valor, ni las ganas de enfrentarse a Gamal en ese momento, pero su antiguo hermano parecía no tener intención de irse. Se dio cuenta de que si bien estaba dolido y ligeramente molesto, ya no lo miraba con aquel odio incendiario, justo como hacía antes. Ya no percibía al demonio cruel que había jurado hacerlo pagar, a como diera lugar, todo el dolor que le había causado. Seguía sin comprender el por qué de ese cambio en él.
—Quería hacerlo yo —Gamal se adentró más en la habitación—. Decirle realmente quién eras, y todos los pecados que habías cometido. Las cosas horribles que provocaste a humanos que nada tenían que ver. En verdad lo deseaba, así ella dejaría de defenderte, de tenerte en ese pedestal de demonio bueno e incomprendido —bufó al decir las últimas palabras, una sonrisa irónica se formó en sus labios—. Pero no pude hacerlo, aún si tuve muchas oportunidades, al final no lo hice. Me doy cuenta de que solo era cuestión de tiempo, al final tú solo encuentras la manera de herir a quienes te aman —lo miró, la sonrisa se había borrado de su rostro, y su voz era dura.
Trihel alzó la vista, siguió a su hermano con la mirada. Se había colocado frente a la ventana de la habitación, observando el trozo de cielo nocturno que se apreciaba entre árboles y casas, había anhelo y tristeza en sus ojos. No le costó nada suponer en quién estaba pensando su hermano, algo que lo hizo sentir enfermo y lleno de culpa.
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La Bruja y el Demonio
Paranormal"Toda alma puede salvarse, incluso la del diablo" Él es un demonio condenado a sufrir una horrible maldición que consume su alma. Huyendo de lo que alguna vez fue, ahora vaga por el mundo humano sin esperanza alguna, aguardando el momento en que su...