Capítulo 17

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Cazador


Anochecía. La ciudad entera se había sumido en una extraña penumbra y un viento helado recorría las calles, anunciando la futura llegada del otoño. Pero a él parecía no importarle el frío ni la oscuridad incipiente, al contrarío parecía disfrutarlo bastante. Sus cortos cabellos rubios soltaban pequeños destellos dorados a la luz del agonizante sol del atardecer, y sus afilados ojos azules brillaban de manera astuta, la gabardina de piel negra que vestía ondeaba libre con el viento, igual que una bandera negra que auguraba problemas. La seguridad y arrogancia con la que caminaba hacía que varias personas le dirigiesen una leve mirada de reojo, sin embargo nadie le dirigió la palabra. Ni siquiera cuando entró en el atestado bar, y se sentó en una solitaria mesa en el fondo.

Había frecuentado el lugar varias noches seguidas, con un único fin; se había encaprichado con la joven mesera que atendía el lugar, y cuando algo captaba su atención no descansaba hasta saciar su curiosidad. La chica no se hizo esperar y pronto llegó hasta él para atenderlo. Era bonita pero no tanto. Gamal había estado con mujeres humanas mucho más hermosas, pero él sabía elegir a sus presas. Aquellos débiles de voluntad era los más fáciles de atraer y los había de tantos tipos. La voluntad humana era tan fácil de doblegar, solo hacía falta el incentivo adecuado.

Y aquella chica era la presa ideal. Mal podía leer su alma con tanta facilidad como si de un libro abierto se tratara. Era un alma tan triste y desesperada, que de haber conservado alguna emoción seguro que lo conmovía. Pero Gamal no tenía corazón.

«Su vida si que ha sido una completa mierda» pensó el demonio, no sin cierta ironía y diversión. La chica había sufrido de los abusos de su propio padre, golpes y más golpes, cuando huyó de casa las cosas sin duda no mejoraron en nada, novios posesivos, personas que se aprovechaban de su inocencia, trabajos humillantes. Sin embargo aquella chica, por increíble que pareciera, aún tenía esperanza. Confiaba en que algún día alguien llegaría a salvarla. Y al parecer creía que Gamal podía ser ese alguien.

—Hola —la voz de la chica era un susurro agudo similar al canto de un pequeño pájaro, Gamal sonrío.

—Hola de nuevo —el demonio sabía con exactitud como usar todos sus encantos.

—Puedo... ¿puedo ofrecerte algo de beber? —Gamal no tenía que esforzarse mucho para escuchar los acelerados latidos del corazón de la joven.

—Lo mismo de siempre —la observó sin disimular su interés. Ella ya se había percatado que no dejaba de observarla, y sin duda lo tomó como una señal de que se sentía atraído, era sumamente ingenua, si tan solo supiera las cosas atroces que pasaban por la cabeza de Gamal cada que le dirigía un vistazo habría salido corriendo, pero claro ella solo veía lo que deseaba ver.

—En seguida —turbada y aún con el corazón acelerado fue hacia la barra.

Gamal sonrío, sin duda era la típica chica esperando que un príncipe encantador la salvara del miserable agujero en el que tenía que trabajar para poder vivir. Por suerte Gamal sabía muy bien cómo interpretar el papel de príncipe encantador.

Regresó con el trago que había pedido y armándose de valor se animo a entablar una conversación con él. Aún cuando los ojos de Gamal intimidarían a cualquiera.

—No eres de por aquí ¿cierto? —preguntó con timidez.

—No, no lo soy ¿se nota mucho? —Gamal le dio una sonrisa que la hizo enrojecer.

—Un poco, no luces como nadie que allá visto antes —la chica pareció arrepentirse de sus palabras, por lo que se apresuro a preguntar—: ¿Qué... qué te trae a este pequeño pueblo?

La Bruja y el DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora