Capítulo 26: Todos pueden volver a sonreír

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—Detente, por favor...

No quedaba espacio, nada más que lágrimas mientras Mike la estaba desvistiendo. Trataba de oponer resistencia, pero poco podía hacer. Pensaba que todo había terminado, que su cuerpo sería ultrajado toda la noche por aquel hombre, sintiendo como su aliento repugnante entraba por su nariz y la desgarraba de forma violenta.

—Ahora sí, abre las piernas.

Con la camisa ya fuera, y con la falda levantada, el hombre iba a comenzar. En un vago intento la chica agarró las manos del hombre. Mike se estaba cansando y se propuso a golpearla, sin embargo, por alguna razón, no podía liberar sus manos de las de Cerny.

—¡Suéltame, niña!

¿De dónde había salido tanta fuerza? Él no lo sabía, Cerny tampoco. Las palmas de las manos de la chica comenzaron a brillar, de un blanco profundo y puro. El calor que sintió Mike en la piel lo hizo arrodillar. Parecía como si introdujese sus manos en una olla con agua hirviendo a máxima temperatura.

—¡Dije que te detuvieras!

Una explosión, y la cama, así como el torso descubierto de Cerny y la cara del hombre, se llenaron de carmesí.

—¡¿QUÉ ME HICISTE?!

Un grito que por poco lo escuchaba todo el edificio, y Mike se retorcía en el suelo mientras donde antes estaban sus manos ahora no había nada más que líquido rojo saliendo a chorros; habían estallado.

—¿Q-qué pasó? —Cerny lo sabía, sino lo atendían rápido, seguro fallecería por la hemorragia. Pero en ese momento, no había otro pensamiento nada más que huir mientras aquel hombre sollozaba y rodaba en el suelo.

Recordó que afuera estaban los guardaespaldas de aquel hombre, que no tardaban en llegar a la habitación. Vio la gran ventana en el fondo, su salida. Al asomarse, se dio cuenta de la realidad y del espacio que había entre el tercer piso donde estaba y el suelo. Un vértigo llenó su pecho pero se despertó al escuchar aquel grito detrás suyo.

—¡Detente ahí!

Un hombre de traje trataba de tapar inútilmente la hemorragia de Mike con unas toallas, mientras que otro se acercaba a Cerny. La niña no lo pensó, y saltó de aquel piso con las fuerzas que le quedaban. La caída pasó muy rápido, ni pudo acomodar sus piernas. En su tobillo se sintió el agudo dolor de una lesión, cayendo sobre sus rodillas boca al suelo. Raspada ambos brazos y en sus piernas, comenzó a sollozar. Escuchar a otros dos hombres viniendo del lobby del edificio, fue la que le hizo recobrar sus fuerzas, y sin aire, salir caminando a medias arrastrando su pie izquierdo.

Las calles estaban vacías y solitarias, los pequeños edificios estaban todos apagados y delante de Cerny solo había farolas y oscuridad. Fue camino al puerto, doblando por ahí mientras los hombres que la seguían quedaban lejos. Al menos la ventaja le fue de ayuda.

Estaba ya en el puerto, a su izquierda la carretera con los oscuros edificios y a su derecha el mar. Atrás escuchaba la exclamación de uno de ellos, al parecer los demás se habían quedado a ver qué pasó con su jefe. Cerny no podía pensar en qué le harían si la alcanzaran. Su garganta se cerraba, ya le era difícil respirar. Sus piernas comenzaban a temblar y el estar con la camisa abierta y faldas cortas no servían de mucho. No tenía zapatos, su pies oscuro por la mugre de las calles no aguantaron más la sensación del tobillo, dejándola caer a su suerte.

Ahí terminó, sentada bajó la luz blanca del farol, con el mar a su derecha y el sonido de las olas como orquestas de su desgracia. Ya no la violarían, sino que la matarían. Ella lo sabía, era consciente de las atrocidades que hacía Mike con sus enemigos y el poco caso que la policía le tomaba por su dinero y conexiones. Ella sería sólo una más, lo sabía, pero no lo aceptaba. Lo que se esforzó su madre para poder que viviera, todo lo que hizo Ian ¿Todo a la basura?

La Luz de la Magia Vol.1: Sombras de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora