Capítulo 30: Muestra quien eres, Zeya

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—¿Grimms?

Ariadna cayó de espaldas ante eso. Benton retrocedió, y Cerny simplemente no hacía nada. Su mirada perdida, parecía no estar consciente. El único que caminó hacia adelante fue Zeya.

—Zeya Kleid, tus actitudes son dignas de tu apellido, pequeño —dijo Bull, el que estaba en medio de los tres.

—¿Te conocen? —preguntó Ariadna, aún sin poder mantener su cuerpo quieto.

—Un viejo conocido, niña —habló Kal, el Grimm de la izquierda.

—Y quien al parecer, nos sirvió la cena en bandeja de plata. Bien ahí, niño, creo que comenzaremos a tenerte en alta estima a partir de ahora —terminó por decir Lirrai, quien estaba a la derecha.

—No dejaré que toquen a estos chicos.

Aquellas palabras borraron la sonrisa de sus rostros. No era ironía, aquellas criaturas en realidad pensaban que Zeya estaba con ellos. Grande fue la sorpresa al ver que no.

—¿Estás del lado de los humanos?

—Soy un humano ahora.

—¿Después de lo que le hicieron a tu padre?

—¡Eso está en el pasado!

Un silencio se extendió. Tanto entre los chicos, como entre los que se paraban al frente. Bull arrugó su expresión.

—¿Tan fácil es olvidar todo eso?

—Nunca lo he hecho.

Zeya comenzó a caminar lento, pero seguro hacia los Grimms. Ellos solo esperaban impasibles. Cerny comenzó a susurrar en esos momentos.

—¿Qué son esos?

Benton la miró de reojo. Solo su boca se movió, aún nada en Cerny reaccionaba. El chico comenzó a decirle en voz baja.

—Son Grimms, criaturas mágicas, con el mismo intelecto de un humano, similares a los duendes, hadas y todos ellos. Normalmente les afecta la luz del sol y son carnívoros. Pero, la carne humana particularmente les da más vitalidad y energía, pero a costo de que su cuerpo se deforme con el pasar del tiempo, a tal punto de volverse como están.

—Así que eso eran...

Las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de la chica de cabellos blancos.

—¿Cerny?... —Ariadna estuvo a punto de acercarse a ella.

Zeya habló en ese momento.

—Trataré de distraerlos, chicos. Salgan corriendo mientras lo hago.

—No vamos a dejarte aquí solo, Zeya.

—Cierto lo que dice Benton. Nos iremos todos de aquí.

—Cerny, ayúdame a convencerlo.

Los dos chicos estaban ya de pie, Bell aún seguía sentada. Su mente no estaba en el lugar, sino en aquella noche. Esa noche donde el Grimm apareció a atacarla, donde su madre la ayudó, y luego pasó lo que la acompañaría hasta ese día. Aún las lágrimas se asomaban por su rostro, y aunque quisiera, su cuerpo no respondía.

—Cerny ¡Te necesito aquí conmigo- —la agarró de los hombros, y Benton notó cómo su cuerpo no paraba de temblar—. ¿Cerny?

—Bueno, al parecer tendrás un trabajo duro para proteger a esta gente.

—Atrás, Bull.

—Oblígame.

Zeya susurró:

La Luz de la Magia Vol.1: Sombras de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora