Capítulo 20: La leyenda de las dos hermanas

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Tal como aconsejó la bruja, se quedaron dentro de aquel vehículo. Nada se acercaba, solo el silencio. Poco a poco, las jóvenes comenzaron a desesperarse y las mujeres a agudizar sus sentidos. Los guardias buscaban comunicarse con los cuarteles cercanos de vigilancia.

—Tengo miedo-zura.

—No te preocupes, Hanamaru-chan —dijo Hanayo con voz dulce—, ya pronto saldremos de esta.

—¡Entreguen toda la mercancía!

Todas giraron y encontraron a un hombre al frente del vehículo. Estaba en medio del camino, sus cabellos, piel sucia, y pantalones machucados holgados no daban buena impresión, haciendo una combinación para nada reconfortante, al ver aquella lanza que cargaba en su mano derecha, y su cuerpo descubierto con más cicatrices de las que ellas podían contar.

—¡Por Margarete!

A esta voz, varios hombres cayeron de la copa de los árboles, rodeando el vehículo. Eran ocho, dos por cada lado, sumando al que estaba al frente daban un total de nueve.

—Al menos ya sabemos quienes robaron los compartimentos estas últimas semanas —comentó Jilar para sí.

—¿Debemos entrar? —preguntó Kotori a Nozomi.

—Lo mejor que podemos hacer es rendirnos, por ahora.

Las más jóvenes dudaron ante esa propuesta, pero al ver los ojos de sus madres supieron que esa era la única salida. Los soldados también vacilaron ante la idea, pero no les quedaba alternativa.

Afuera del deslizante, estaba aquel hombre que parecía ser el líder. Con su lanza en mano y su hermano al lado, se colocaba en posición de lucha, pero algo no salía de su cabeza.

—Yen, pensé que habías dicho que el compartimento que iba a pasar era de comida.

—Así pensé, Vorus —dijo el más joven al líder—, esa es la información que pudimos recolectar.

—Pues al parecer no fue muy verídica esa información —susurró Vorus.

Los compartimentos del deslizante se abrieron, saliendo primero las mujeres brujas, luego los soldados, y por último las jóvenes. Todos con las manos en alto, y los hombres atacantes rodeandolos.

—No son de aquí, supongo —preguntó Vorus a las mujeres, pero no recibió respuesta.

—No hay nada que puedas robar, hombre de montaña. Puedes regresar de donde viniste.

—No creo que estés en condiciones de decirme qué hacer —la lanza del hombre se acercaba al cuello del soldado—, si no llevan comida, creo podrían sernos útil. Tal vez la reina esté dispuesta a darnos varias raciones a cambio de su libertad y la de estas extranjeras.

Hanamaru tragó saliva, mientras que Mari, You y Chika se preparaban para defenderse en cualquier momento, con la mirada decidida. Nozomi estaba en silencio, Eli la miró de reojo y no vio duda en ella. Si las cartas le habían hablado, era mejor escucharlas. Eso es lo que había aprendido en todos estos años viviendo junto a ella.

—Bien, esto es lo que haremos —dijo Vorus a todos los hombres—, nos llevaremos a toda esta gente de rehén.

Todos comenzaron a apuntarlas y a acercarse. Estaban dispuestas a seguir los consejos de Nozomi, perot también preparadas por si fuera necesario. Sin embargo, el combate pudo evitarse.

—¡Les ordeno detenerse!

Una voz se escuchó detrás de Vorus. Volteo, así como lo hicieron todos los hombres que apuntaban con lanzas. Allí la vieron, montando aquel corcel blanco con las vestimentas reales. Vestido de tela rojizo, marcado con bordados dorados, se movían y la cubrían completa exceptuando los brazos. Su chal de carmesí profundo reposaba sobre su hombro derecho, sobre el cual se bordaba el símbolo de una espada y dos alas. Sus cabellos sueltos, piel pálida y ojos escarlatas miraban con severidad. De todos los lugares en los que podía estar, debía ser justo ahora.

La Luz de la Magia Vol.1: Sombras de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora