Natural
Elizabeth Grace
Bajo las escaleras mentalizándome en que lo que pronto veré no me gustará en nada. Cierro la puerta, trancándola con el seguro, dando a entender que no quiero que nadie esté conmigo en estos momentos. Observo la computadora que contiene la conexión a las cámaras del lugar en el cual me torturaron durante casi un mes, y mis cicatrices están para probarlo. Paseo por el sótano tomando la voluntad de sentarme frente a un aparato para ver todo lo que me hicieron.
«Está bien, Elizabeth, estás bien»
Voy hacia la silla y me siento en ella, para luego buscar la sección de grabaciones. El 15 de noviembre, un día después de hablar con mi abogada, fue cuando me trasladaron de lugar. Busco ese día en el registro de grabaciones. Si veo algo, lo veré desde el inicio, aunque sufra en el proceso, ya que, además de ser el día en el que me cambiaron de lugar, también fue la primera vez que vi al encapuchado.
Coloco el video y este empieza a reproducirse, sin embargo me toca adelantarlo hasta el momento en el que llego yo. Los hombres me tienen agarrada de los brazos y me guían por las instalaciones con un saco de tela negro en mi cabeza, impidiéndome ver. Pero ver no era necesario cuando podía utilizar mis otros sentidos en mi beneficio total.
Detengo el video.
Necesito respirar con calma porque lo que sigue no es para nada bonito. Le quito la pausa y continúo viendo, pasando la grabación a la cámara de la habitación de tortura. Recuerdo que cuando me quitaron lo que cubría mi rostro lo que vi y asimilé es que el sitio era idéntico al anterior, con la diferencia de que las paredes estaban más demacradas y asquerosas que las anteriores. El olor a humedad y sangre se entremezclaban en el ambiente, fue aquello lo primero que olí. Lo primero que vi fue al encapuchado, estaba aguardando por mí dentro.
Tal y como pasa en el video, me sientan en la silla quitándome las esposas de golpe, sin importarles cuánto me llegaran a causar dolor. Ya la sangre se acentuaba alrededor de mis muñecas, y me tragaba cualquier dolor que pudiera sentir en esa zona de mi cuerpo. Me pusieron el cuero, tanto en las manos como en los tobillos, sin dejarme mover bajo ninguna circunstancia. Me preguntaron lo mismo y por la misma persona tantas veces pudieron, y me golpearon cuantas veces quisieron, sin que nadie se los prohibiera.
Pauso la grabación cuando el encapuchado se da la vuelta, cansado de que no respondo más que con cosas que él no quiere saber. Acerco la imagen y le bajo la velocidad cuanto se pueda, viendo como se mueve y un mechón, casi imperceptible, sobresale la túnica negra. Hay millones de personas con ese tipo de cabello, pero puedo reducirla lo suficiente para averiguarlo, tomando en cuenta que hubo un momento cuando me estaban dando con el látigo de púas, el encapuchado bajó la cabeza, lo que significa que es alguien cercano a mí. Nadie que es contratado o conoce en lo que se metió, ya sea matar o torturar a alguien, no va a quitar la mirada de la persona a quien debe hacerle algo, como ese encapuchado hizo. Sin embargo, a mi alrededor no conozco a hombres con el cabello largo, lo que hace que las posibilidades se reduzcan a solo mujeres.
Darina, Brenda, Alaisa y la abogada que me puso mi padre, son las únicas personas de cabello negro en las que, justo ahora, solo puedo pensar. Alaisa queda totalmente descartada al estar con Ronan, y sé que ella no es como su hermano, por lo tanto no se alejaría de Ronan cuando le pedí explícitamente que no lo hiciera. Brenda estaba con Marc y, con lo empalagosos que se muestran, es casi imposible que se separen el uno del otro, ni siquiera para ir al baño. Quienes quedan son Darina, mi madre, y Carla, mi abogada.
Darina, conociendo lo poco que sé, con lo que me han contado y he investigado, la veo muy posible en torturar a su propia hija, ¿por qué? Ni idea. Ella me ha mostrado, desde pequeña, que hubiera preferido no tenerme antes que verme crecer, lo que no entiendo es el porqué mejor no me tuvo si no me quería. Pero no soy quién para pensar en ello cuando no la conozco de nada.
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MISÈRE
ActionElizabeth Grace. Una mujer joven, con sueños y un esplendoroso futuro. No necesita dinero porque para eso trabaja, y, a pesar de que la mayoría de las personas digan que lo que tiene es gracias a ser la hija de Magdiel Grace, ella sabe que no es as...