CAPÍTULO 39

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Reacción

Elizabeth Hristova

El hombre baja riendo por las escaleras, un moretón decora un lado de su rostro. Y cuando sus ojos caen en mí continúa sonriendo, su mirada viaja a la mujer tras de mí y ladea su cabeza, tal vez reconociéndola o recordando, me da igual. Madre pasa por mi lado, colocándose tras Magdiel y algo me dice que no es precisamente para dejarme en claro que está con él, o al menos eso creo que intenta dejar en claro.

Soy incapaz de leer su rostro, es indescifrable todo en ella.

—¿Me buscas, Elizabeth? —pregunta, pronunciando con lentitud mi nombre.

—No conozco a nadie más que se llame “hijo de puta” en esta habitación, así que supongo que sí. —respondo y a pesar de que parece sarcasmo, en mi rostro no hay se muestra lo contrario.

—¿Me permites decir que no reconozco a mi hija?

—Pues que bueno que no soy tu hija. —esta vez, sonrío.

Su ceño se frunce y mira a madre por sobre su hombro. Di justo donde quería.

—Lo sabes. —articula, dando un paso adelante, haciéndome apretar el cuchillo en mi mano y siento a Alaisa tensarse tras de mí.

—Sé muchas cosas. —le corto.

—Deja de responder así. —demanda y las ganas de reír cosquillean, pero no lo hago.

—¿Así cómo?

Da otro paso hacia mí y veo que sus ojos van a la mujer a mi espalda, es entonces cuando doy un paso al lado, posicionándome frente a Alaisa. Si quiere llegar a ella tendrá que pasar por encima de mí y todos notan eso al instante, madre me observa con detenimiento.

Magdiel hace una mueca con su boca al ver que lo reto frente a todos y, a pesar de que estoy en desventaja con tantos guardaespaldas a nuestro alrededor, no me muevo.

—Déjame avanzar. —demanda.

—Jamás. —siseo de vuelta, y es suficiente para provocar una reacción en él.

Su puño cerrado impacta contra mi mejilla izquierda con tanta fuerza que voltea mi cabeza a un lado. El jadeo de sorpresa sale de todos en la habitación, excepto de Darina, quien parece haber esperado esa reacción, pero puedo asegurar que la ira se pasó por su rostro al ver lo que Magdiel me hizo. Me recompongo y mi cabello se mueve con la acción. Regreso mis ojos a los suyos, desafiándolo a que vuelva a hacerlo, porque puede pegarme las veces que quiera y todas esas veces me levantaré, le miraré los ojos y lo volveré a desafiar. Siento el sabor a hierro en mi boca y la piel me arde.

Magdiel me toma del cabello echando mi cabeza hacia atrás, tal vez intentando hacerse notar como superior, pero mis ojos no están en él, mis ojos están puestos en la mujer tras de él que solo observa con preeminencia hacia mí. Espera a que reaccione, o al menos eso pienso yo, ya que Darina no es tan fácil de leer como cualquier otra persona.

—¡Recuerda a quien tienes en frente, Elizabeth! —grita, sacudiendo mi cabeza con fuerza, mientras siento la sangre resbalar por mi labio inferior gracias al golpe que antes me dio.

Esta vez sí lo miro, me enfoco en sus ojos verdes, verde que me recuerda que yo no soy hija de él y que mi verdadero padre, la porquería de mierda, se pudre en una cárcel de máxima seguridad en yo no sé dónde.

—¡Y tú recuerda que en frente tienes a la hija de las personas que más odias en este mundo! —replico, haciendo mención de Darina y Blagden. —¡Elizabeth Hristova, Magdiel! ¡Tu maldita sobrina! —escupo, gritando tan fuerte lo último que la garganta me pica.

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