CAPÍTULO 34

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Culpa

Elizabeth Grace

Muevo mi pierna con frenesí mientras veo y repaso todo lo posible las posiciones, armas, y policías a lo largo de toda la seguridad de la cárcel. El sonido de la punta del bolígrafo chocando contra la mesa hace eco en el sótano. 

Llevo horas aquí sentada y solo tengo la manera de llegar a él, más no de salir con él. 

Por lo que tengo hasta ahora, la seguridad es bastante vaga, pero sigue siendo fuerte. Hacen cambio cada dos horas, y nadie deja la posición hasta que no aparece quien va a reemplazarlo. Están ubicados en puntos estratégicos, sin embargo, siempre dejan una debilidad y es la entrada de los camiones de basura. No tienen protección allí nada más que uno o dos policías si acaso, con un tolete y una pistola de descarga eléctrica limitada. De resto, nada. 

Sería una buena salida, si no fuera por los guardias que hay antes de la entrada. El sitio donde entran los camiones está débil en seguridad, sin embargo, antes de esa entrada hay una fila impecable de protección y, a menos que tenga una jugada maestra, es imposible pasar por encima de esos peones. 

—Voy a salir. —anuncia Alaisa bajando las escaleras del sótano. —Ronan está solo arriba. 

Asiento y me levanto de mi lugar para dirigirme a la escalera y subir. Han pasado pocos días desde que salí por Ragnar y quemé la mansión en la que crecí, no sé si alguien se murió o qué y me importa una mierda. He podido descubrir pequeñeces que me ponen a dudar demasiado. Uno de ellos es que si yo pude ir a la ciudad y volver en cuestión de horas, ¿por qué los doctores que, supuestamente, Alaisa mandó a llamar aún no han venido? Y no me importa lo que me pase a mí, tal vez esté curada de los malditos pulmones o sin síntomas que me pongan en riesgo, sin embargo, Ronan realmente necesita ayuda psicológica. Y yo no puedo dársela. 

Tampoco puedo llevarlo de vuelta a la ciudad tan rápido o Alaisa sospecharía, incluso podrían matarlo por mi ineptitud, y ese no es mi plan. Revisé mi celular luego de volver y encontré un chip pegado cerca de la batería, es obvio que estaba allí para inhibir la señal entrante a la zona, porque una vez lo arranqué, la señal me entró sin problemas. 

Sonrío cuando veo a Ronan sentado en el sillón, con los brazos cruzados y mirando a la nada. 

—¿Qué pasa? —le pregunto lo más normal posible. —¿Te sientes mal? ¿Necesitas algo? 

—Alaisa no me quiso dar lasaña. —se queja. 

Me rio por lo bajo haciendo que me dirija una mala mirada, es entonces cuando dejo de hacerlo y le hago señas para que me siga a la cocina. Debe ser que Alaisa estaba muy ocupada o agobiada por lo que sea que tiene que hacer allá afuera. Al entrar en ella, voy directo hacia la estufa, la enciendo y pongo a calentar la lasaña que dejé por la mañana. 

Ronan se sienta en uno de los taburetes y yo coloco mi codo en la encimera al lado de la estufa, con mi mano sosteniendo mi cabeza mientras observo la comida calentándose y… 

—Ya lo tengo. —pronuncio volviéndome hacia Ronan, quien ahora me mira raro. 

Ya sé cómo entrar a esa cárcel y sacar a Alexander con vida. 

//

La camioneta disminuye la velocidad al estar llegando al lugar indicado para tomar posición. Alaisa se va dentro de un callejón con las luces en baja intensidad. Apaga el auto y me echa una ojeada por el retrovisor como si estuviera diciéndome: “Espero que funcione”. 

Tomo una larga respiración y, abriendo la puerta, bajo del auto seguida de Alaisa quien carga su chaleco antibalas. Ronan se quedó con Brenda y Marc en la cabaña, ya que les pedí ayuda para cuidarlo y accedieron a dármela, además de que hay una gran cantidad de personas de confianza, según Alaisa, custodiando la cabaña entera y el perímetro en general. Al parecer, para eso fue que ella salió antes de ayer, fue para conseguir protección. 

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