Noche
Elizabeth Hristova
Lo había tenido todo frente a mis ojos, estaban las pistas, los engaños, todo, y yo no había sido capaz de descubrirlo a tiempo. La vida me había enseñado lo necesario y ahora eso no eran más que migajas que me decían que yo no tenía lo necesario para sobrevivir, lo que había aprendido no era suficiente.
Yo no soy suficiente.
Mis ojos verdes conectados con los suyos cafés, estaba viendo todo lo que había pasado como un video en cámara rápida a través de ellos. Cuando fue la primera vez a mi empresa, con esa expresión fría, dura, calculadora, observándome como la cosa más maravillosa y horrible a la vez, como aquello que más deseaba pero repudiaba hasta más no poder. Cuando me vio explotar en aquella oficina, yo había mostrado solo una parte de lo que a veces se me escapaba controlar y él no se había asustado con ello, lo único que sí mostraba era comprensión, el retrato de la adoración en su rostro. Cuando lo había besado en su oficina, sintiendo su lengua dentro de mi boca sin control, la conexión que habíamos sentido y aún así la habíamos rechazado incontables veces... yo lo había hecho aún después de haber tenido sexo con él en un puto auto en medio de una carretera, en medio de una noche sin importarnos quien pudiera observar, porque era lo que sentíamos en el momento. Cuando lo había apuntado con aquella pistola el día que los padres de Ronan habían sido asesinados, no le disparé y él tampoco pretendía detenerme de intentarlo, me dejó ir. Cuando dormí en su mansión. Cuando me quedé allí y lo vi. Cuando conocí a su hermana, lo más preciado para él. Cuando me mostró a su padre. Incluso cuando caímos por aquel precipicio por culpa de los putos frenos, el miedo que sentí allí no se comparaba con lo que siento ahora que me arrebataron a Ronan o con lo que sentía por él.
Y aún ahora no era capaz de saber qué sentía por él, mucho menos ahora que lo que más me importaba había desaparecido. Ronan, la imagen de él se paseaba en mi mente, sus ojos, sus facciones. No lo había protegido de mis enemigos, pero lo más importante era que no lo había protegido de mí, del monstruo bajo mi piel que latía junto a mi corazón controlando cada acción que hacía. La sombra de lo que me pasó acechando a la espera de poder salir, la crueldad que yacía en mis venas ya sea por mis antepasados, por herencia; o lo que me habían hecho pasar.
Tras de mí, estaba Alaisa escuchando, pero luego supe que se había ido cuando la puerta se cerró sonando con fuerza, de seguro para desahogarse en un lugar donde nadie la viera.
En algún momento moví mis ojos a lo largo de la habitación aún con las manos de Alexander impidiendo que moviera mi cabeza, ni siquiera medio centímetro.
—Mírame, Elizabeth. —ordena con voz dura, su ropa ya no es el uniforme de la prisión, de seguro se cambió en el auto mientras veníamos. —Mírame. —repite.
Le obedezco y concentro mis ojos en él otra vez. Me siento ida, no me siento en mi cuerpo, siento que el vacío ocupó mi cuerpo, mi cabeza, mi corazón, todo simplemente se fue. Desapareció como si nunca hubiese estado, ni las cenizas de su existencia.
—Culpa... mi cul... —tartamudeo y yo no soy de las que tartamudea, por lo que cierro mi boca con rabia.
Él me interrumpe adivinando el hilo de lo que iba a decir.
—No fue tu culpa, Elizabeth, lo que pasó hoy no fue tu culpa. Nadie podía haberlo predicho, nadie iba a saber que Marc... él... —puedo jurar que su voz se quebró, pero supo cómo hacerlo pasar desapercibido—. Confiamos en las personas equivocadas, y no fue tu culpa ni la mía. Él... Ronan... sí, se lo llevaron, pero podemos recuperarlo, tú y yo podemos hacerlo, así como yo te recuperé de las manos de el enmascarado y tú me sacaste de prisión. Podemos hacerlo, précieux.
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MISÈRE
ActionElizabeth Grace. Una mujer joven, con sueños y un esplendoroso futuro. No necesita dinero porque para eso trabaja, y, a pesar de que la mayoría de las personas digan que lo que tiene es gracias a ser la hija de Magdiel Grace, ella sabe que no es as...