CAPÍTULO 3

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Argumento

Alexander Hudson

Llevo media hora esperando a que llegue la “señorita perfecta” Elizabeth Grace. Se suponía que nos reuniríamos a las ocho en punto y ya son las ocho y media de la mañana. Parece que la señorita perfecta no es tan perfecta como parece ser. 

Deja de usar el odio como excusa para pensar mal de ella. Está mal. 

Ignoro mis pensamientos y me levanto del pequeño sofá en el que esperaba, estoy dispuesto a dejar pasar esta reunión que Marc logró conseguirme si Elizabeth Grace no llega dentro de cinco segundos. Tengo cosas que hacer y no perderé el tiempo con una mujer a la que no quería ver desde un principio. 

Marc me insistió tanto en estos tres días que han pasado desde mi reunión con Héctor Vélez. Solo acepté verla para saber porqué le dijo a Héctor que viniera a New York, fui yo desde un inicio quien lo buscó. Ya veo que ella prefiere la competencia antes que la magia que hace conversar. 

Como si hubiera invocado a Elizabeth, la veo salir en cámara lenta del ascensor, tiene un vestido gris que resalta su cuerpo y su busto, carga un abrigo largo encima que combina el vestido. Regreso a su rostro, no quiero ver más allá o lugares que pueden resultar incómodos para ella. Sus ojos se dirigen a los míos y automáticamente siento una corriente eléctrica pasar por mi cuerpo. 

Me recompongo aún cuando una sonrisa aparece en su rostro mientras me observa, cualquiera se derretiría al ver una sonrisa como aquella, tan radiante y hermosa, tan feliz y divertida que te contagia de todo al mismo tiempo. Sus ojos vislumbran un brillo que desde hace mucho no veía, desde que la ví a ella cerrar los ojos por última vez. 

Quito la mirada y dejo que termine de hacer su “pasarela” como una modelo con todos los ojos de sus empleados puestos en ella. 

Vuelvo a sentarme en el sofá a esperar a que se dignen a aparecer y decirme que ya puedo pasar a su oficina. Miro mi reloj con pesadez y me pongo a leer cada información o cartel o lo que sea que tenga letras en este lugar. Siempre me ocurre cuando estoy aburrido. Pasan unos minutos antes de ver a una mujer, que supongo es la secretaria. 

—Señor Hudson, la señorita Grace ya lo espera. —musita señalando con su mano un pasillo frente a ella. —Siga por el pasillo hasta el final y gire a la derecha. 

Asiento y camino por su lado a paso rápido. Necesito irme de aquí cuanto antes. Continúo por el pasillo hasta el final, luego giro a la derecha y me encuentro con unas puertas transparentes. Empujo la puerta y entro a la enorme oficina que deja una hermosa vista del exterior. 

Repaso la oficina y  Elizabeth tiene muy buen gusto. La encuentro mirando hacia las afueras del edificio, está de espaldas a mí. 

—Señorita Grace. —siseo ocultando cualquier residuo de odio. 

—Señor Hudson. —suelta un suspiro mientras pronuncia mi nombre. 

Oh, vamos, no podemos negar que su voz es muy sexy. 

—Dígame qué lo trae por estos lugares —continúa hablando sin girarse a verme. —, por lo que sé su empresa está lejos de aquí, ¿no es así?. 

Su voz suena calculadora, como si supiese cada número de la ecuación. Es como un detonante para todos los problemas, para lograr el PUM de la bomba. Es aquella pieza del ajedrez capaz de ayudarte a ganar. 

No, no la pieza, el puto movimiento que te hace ganar.

Quisiera dejar de pensar cosas tan absurdas. 

—Sí, así es. —aseguro sentándome en la silla frente a su escritorio. 

—¿Entonces hablará o no lo hará?. No tengo todo el día, señor Hudson. Tengo una empresa que mantener en orden. —musita, su voz un tanto enojada. 

MISÈREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora