CAPÍTULO 10

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Cena

Alexander Hudson

Arreglo mi traje y salgo de mi mansión. Como dijo Elizabeth, está en su auto McLaren frente a la puerta de la mansión, antes de tiempo, cabe recalcar porque me dijo que vendría un cuarto para las siete de la noche y está aquí a las cuatro de la tarde, el llamativo rojo fuego hace uso de la personalidad de Elizabeth, me inclino un poco a medida que la ventana del auto baja y logro verla a ella, con un vestido azul hermoso y unas lentes negros en sus ojos, los cuales se baja para brindarme una mirada verdosa cargada de resignación. 

—¿Entrarás o no?. —cuestiona—, ¿Acaso debo abrirte la puerta, batman?. 

Se arregla los lentes de sol y regresa la mirada hacia adelante. Me adentro al auto y ni siquiera termino de cerrar la puerta bien cuando ya ha arrancado a una velocidad abismal. Los edificios y las mansiones solo se le aprecian los colores debido a lo rápido que va Elizabeth. Me acomodo en el asiento de copiloto y me agarro de algo que no sé qué diablos es. Ella gira su cabeza hacia mí y yo abro mis ojos de extremo a extremo. 

—¡Mira hacia el frente o nos matarás a ambos!. 

—Relájate, Batman, si no supiera controlar a esta bestia no iría a esta velocidad. — Regresa su atención al camino. —¿puedes pagar esa mansión? Sé sincero y dime a quién le robaste. 

—¿Tan poca cosa me consideras? Acepta que quedaste maravillada con mi mansión y quieres tener una así. Y por supuesto que puedo pagarla, de hecho ya está pagada, tengo dinero, mucho, es más de lo que piensas. 

Se queda callada y mantiene su concentración en la carretera. Luego de aproximadamente una hora y media detiene el auto de golpe frente a un edificio. 

—Bajas aquí, das la vuelta en esa esquina y allí mismo está el restaurante. 

—Este es el hotel Morningstar. —digo viendo el nombre del hotel, claramente confundido. La miro y ella aleja sus ojos verdes de los míos, observa a través de la ventana. —¿Por qué hacer una reservación en este restaurante cuando hay mejores? —Continúa sin mirarme— Elizabeth. —pronuncio su nombre con un tono amenazante y ella lo nota porque se remueve, sin embargo sigue sin dirigir sus ojos verdes a mí y me exaspera no tener su completa atención. —Eli… 

—Yo no hago preguntas sobre ti, tú no haces preguntas sobre mí, ¿lo recuerdas? —habla al fin, se quita los lentes y me mira por fin—. Así funciona esto —nos señala con el dedo índice—, Alexander, sin saber nada del otro más que lo necesario, ¿está bien?. 

—Está bien. —respondo de inmediato. 

Salgo del auto dando un portazo con rabia en mis venas que no sé de dónde salió o porqué, y por un segundo, solo un segundo, espero escuchar su vocecita dulce pero a la vez cargada de fuego llamarme. Maldito idiota que soy, sabía que el hecho de ella contarme cosas profundas y hablarme de otras iba a hacer esto realmente difícil. 

Pero así funcionamos, no sabiendo del otro más que lo necesario. 

Voy hacia donde me dijo y entro al restaurante, de inmediato un guardia me detiene y un hombre se me acerca. 

—¿Reservación?. —pregunta a lo que yo asiento con la cabeza levemente, aún con la mano del guardia en mi pecho, aplicando leve presión y fuerza. 

—Héctor Vélez. —respondo de prisa, quiero entrar de una buena vez. 

El hombre empieza a buscar algo en la tableta digital que tiene en sus manos, luego de unos segundo regresa su mirada a mí y niega. 

—No hay reservación a nombre de Héctor Vélez. 

Mierda, ¿entonces a nombre de quién está la reservación?, Elizabeth no me dijo nada, de seguro y como ella fue quien hizo la reservación la puso a su nombre. 

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