05: ¿Violeta o morado?

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Esa noche estaría en el cuarto de Kuroo.

No tenía por qué sentirse nervioso, solo iría a actualizar su computadora y aprender química. No debía tener miedo de decir una tontería o algo por el estilo, eso no debía importarle. Se supone que tenía que estar tranquilo, ya que después de todo solo se juntaban para estudiar.

¿Por qué preocuparse por cómo iba vestido? Kuroo no iba a juzgarlo.

Por eso mismo, seguía sin entender qué hacía él ahí. Parado enfrente del espejo de su cuarto, preguntándose si se vería mejor con una camiseta morada o una violeta. Eran casi los mismos colores, ¿Por qué pensar tanto?

Jugueteó con el anillo, sintiendo un pequeño ardor debajo de este por la leve lastimadura que se había hecho las horas anteriores. Al parecer, frotarlo por tanto tiempo tenía sus consecuencias sobre su piel. Sin embargo, se negaba a sacárselo.

«Este anillo es realmente importante, así que no debes perderlo»

Mordió su labio inferior y cerró sus ojos, volviendo a concentrarse en Kuroo.

Luego de aprender a cómo lanzar un balón en el fútbol americano, el entrenador había pillado al pelinegro «holgazaneando» y lo mandó a realizar todo un ciclo de ejercicios como castigo, así que tuvo que despedirse de él y decirle que esperaba con ansías que se volvieran a ver. Para su suerte, Kenma no se había cruzado con Kuroo por lo que restó del lunes y tampoco el martes.

Estaba muy nervioso y no podía dejar de pensar en las manos del pelinegro sobre su cintura. Se sentía un adolescente hormonado pero cielos, el simple toque había vuelto su mundo de cabeza. Kenma creó su propia teoría mientras se vestía: Hace muchísimo tiempo —y por más vergüenza que le diera de admitirlo— Kenma no había tenido ningún contacto. Ni romántico ni sexual. Quizás, su pobre cuerpo, necesitado de cariño, reaccionó de esa manera (Es decir, no dejarlo olvidarse de las manos de Kuroo sobre su cintura) porque ya había pasado un largo tiempo desde la última vez.

Sí, eso debía ser. Kenma no creía en el «gustar» y mucho en el amor a primera vista. A parte, él estaba muy bien solo con su gata.

Hizo una mueca aun mirándose. ¡Se veía horrendo! Su cabello estaba atado en una cola baja y demasiado corta (ya que no lo tenía tan largo), unos cuantos mechones se escapaban por su frente. Su torso estaba desnudo, resaltando su tez blanca y lo delgado que era. Para su suerte, sí tenía pantalones: deportivos y negros, siempre útiles y cómodos. Llevaba unas zapatillas cómodas y sin cordones.

El único problema era la camiseta. ¿Morada o violeta?

Soltó un quejido. ¿Qué tan difícil podría ser escoger una?

—Potya... —soltó un suspiro al sentir la cola de su gata enredarse en su pierna—. Ayúdame a elegir, estoy desesperado. —murmuró agachándose para tomarla entre sus brazos. El animal ronroneó a gusto. Kenma camino hacia su cama y miró las dos camisetas sobre esta—. Te dejaré y tú escogerás. ¿SÍ? Sé inteligente.

Colocó a su gata sobre la cama y está se tomó un tiempo para buscar un lugar donde echarse.

Al final, terminó acostándose encima de la camiseta violeta.

Kenma la alzó y la recostó sobre su almohada, luego tomó la prenda y la sacudió un poco para, por último, colocársela con los nervios a flor de piel. Ahora que ya tenía todo su vestuario completo, significaba que debía irse al cuarto de Kuroo.

Su estómago era un nudo de nervios latiente, sus manos sudaban y su piel estaba erizada. Parecía una misión imposible salir de su cuarto y dirigirse hacia la del pelinegro.

¿Qué tanto le costaba? Probablemente por culpa de Akaashi. Las palabras del pelinegro seguían sobre su cabeza aunque él también pensaba y no paraba. La inseguridad de llegar al cuarto y encontrarse con que todo era una broma por parte del pelinegro cada vez crecía más.

Se echó lo último de perfume que le quedaba y tomó su mochila.

—Nos vemos más tarde, Potya. Deséame suerte.

Giró la manilla de la puerta y la abrió. Soltó un último suspiro y dio un paso.

Qué nervios.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora