31: Incómodo

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Quince minutos después, Kuroo se arrepentía de sus acciones.

Debería haber dejado que Kenma durmiese en el piso. No pensó que se generaría un increíble ambiente tenso cuando las luces se apagaran y sus cuerpos se rozaran.

Estaba realmente nervioso. Su estómago no dejaba de retorcerse y una corriente eléctrica no dejaba de recorrer cada parte de su cuerpo, incluso haciéndole sentir como si le doliesen las piernas, aunque solo era una sensación. Estaba ansioso, moviéndose de un lado para el otro, tirando las sábanas sobre su cuerpo y probablemente haciendo que Kenma se quejase de él mentalmente.

¿De qué está hablando? Quizás el teñido ni siquiera le estaba prestando atención, tan concentrado en su teléfono como todo el tempo. Pero volviendo a él, Kuroo realmente estaba hecho una bola de nervios. Se negaba a aceptar que sus manos se sentían inquietas, parecía que se calmarían si tocaban la piel del chico a su lado.

Había visto a Kenma cambiarse. Parecía que el teñido no tenía vergüenza. Usaba una camiseta roja varios talles más grandes y unos pantalones largos, con sus medias adentro de estos para no sufrir frio durante la noche. No hacía mucho frio y quizás exageraba, pero Kuroo agradecía que no durmiese en ropa interior como pasaba en las películas románticas.

Sin embargo, cada parte de él rogaba por tocarlo. Era una ansiedad estresante, como una tensión que probablemente solo él sentía. Soltó un suspiro y se acomodó otra vez en la cama, clavando su vista al techo. Sentía la respiración de Kenma a su lado, estaba dándole la espalda pero la iluminación de la pantalla de su teléfono era suficiente.

¿Qué tanto hacia en él? Cielos.

—¿Por qué te mueves tanto? —preguntó en un susurro, haciéndolo sobresaltar.

—Ve acostumbrándote, estaremos así una semana.

—Eso no responde mi pregunta.

Kuroo se cruzó de brazos y giró su rostro para mirar al teñido.

—No encuentro una posición cómoda.

Parecía que la conversación terminó ahí. Quizás Kenma se había conformado con su respuesta.

Dejó su teléfono descansar en el buró y se dio vuelta mientras soltaba un quejido, para encontrarse con la mirada de Kuroo en la oscuridad. Qué bueno que había oscuridad, fue lo que pensó Kuroo, porque así Kenma no vería que sus mejillas ardían de un tono rojo.

—Kuroo.

—¿Qué?

—Buenas noches.

—Oh, sí. Buenas noches.

En la oscuridad pudo notar como Kenma cerraba los ojos, acomodándose en un ovillo para dormir.

Esa noche le costó conciliar el sueño.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora