27: Tres de la mañana

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—Kuroo.

—Kenma, sabes que te quiero pero... —dijo con voz ronca y claramente adormilado—, son las 03:00 AM.

—Lo sé. —respondió con la mirada clavada en su gata—. Pero necesito decirte algo.

Kuroo rodó por la cama y tapó sus ojos con su antebrazo.

Había tenido un mal día y que alguien lo despertara a las tres de la mañana simplemente lo ponía de más humor. Ni siquiera aunque fuera Kenma, aquel chico por el cual su corazón se sentía confundido, se salvaba de esto.

—¿Qué pasa? —Realmente no le importaba lo que el teñido le diría.

Kenma soltó un suspiro.

—Creo que Potya está embarazada.

—¿Crees? —frunció el ceño.

—No lo sé, realmente. Me preguntaba si mañana podías acompañarme al veterinario con ella.

Puede que quizás Kuroo se sentó en su cama de golpe.

Inconscientemente pensó que podía usar esa excusa para organizar una cita.

—Bueno, si quieres, obviamente. No quiero ser mucha molestia pero realmente no sé a quién pedirle ayuda porque...

—No, no. Iré, no te preocupes. —se apresuró a responder—. Iremos y... y veremos si la gata está embarazada.

—¿Qué se supone que haré si Potya tiene gatitos...? —preguntó soltando un suspiro.

Kuroo sonrió de lado y volvió a acostarse—. Podríamos cuidarlos y cuando sean grandes, vamos a un parque y los regalamos.

—¿Es tan fácil? —hizo una mueca.

Kuroo se acomodó y cerró sus ojos negando con una sonrisa—. No, hay muchos gastos pero no me molestaría gastar dinero en ellos si Potya realmente está embarazada... —dijo con un bostezo.

—Lamento llamarte tan tarde.

—Tu llamada me asustó, si soy sincero.

Suspiró—. Tengo este pensamiento desde que empezó el día pero no sabía cómo decirte.

—¿Y entonces decidiste llamarme a las 03:00 AM? —soltó una risa—. Eres único, Kenma.

Kenma, quien se encontraba sentado en su cama, al lado de la ventana, apretó sus labios intentando ocultar su sonrisa y clavó sus uñas en sus rodillas.

Esta vez no escuchó ninguna voz echarlo hacia atrás. No tenía el anillo ya que no dormía con accesorios, así que no podía decirle nada. Esta vez no sintió culpa.

No sabía qué era lo que exactamente sentía por Kuroo, pero era algo bueno.

Y con eso se conformaba.

Realmente no quería pensarlo mucho.

—Oye, Kuro... Después del veterinario podríamos... Podríamos ir a algún lado. —habló sin pensar y cerró sus ojos con fuerza.

Kuroo se mantuvo en silencio por un largo rato.

Realmente largo. Incluso Kenma abrió sus ojos y frunció el ceño.

—¿Kuro? —preguntó confundido, mirando la pantalla de su teléfono. La llamada seguía. —¿Estás ahí...? —alzó sus cejas con una mueca.

Sin embargo, el pelinegro no respondió.

Más bien, soltó un pequeño ronquido.

Kenma sintió algo extraño en su pecho, una sensación cálida.

—Supongo que te dormiste... —murmuró sonriendo enternecido—. Y por lo tanto no escucharás esto... —suspiró—, pero yo también creo que eres único...

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora