28: Veterinario

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—¿Qué haremos si tiene muchos gatitos?

El día estaba soleado. Kuroo caminaba pegado a Kenma, con su brazo sobre los hombros del menor mientras que cargaba una jaula con Potya adentro.

—Los cuidaremos. —respondió mirándolo con una sonrisa.

Kenma clavó sus ojos sobre los lentes de sol de Kuroo y luego su vista viajó hacia el hoyuelo que se formaba debido a su sonrisa.

Clavó su dedo.

Kuroo sonrió aún más. —¿Qué haces?

—Es inevitable... —murmuró.

Se quedaron parados en medio de la calle, con la gente pasado a su alrededor y la gata maullando. Sin embargo, no podían dejar de mirarse y sonreírse.

Kuroo se sacó sus gafas y se las colocó a Kenma lentamente.

—Tenemos que ir al veterinario, ¿recuerdas?

—Oh, sí... —murmuró sintiendo sus mejillas calientes y alejándose del pelinegro.

Para Kuroo, Kenma se veía tierno avergonzado y usando sus lentes de sol.

Siguieron caminando hablando de cualquier cosa, aunque sus mentes estaban realmente en alerta.

Cualquier movimiento de Kuroo podría poner nervioso a Kenma.

Realmente no quería negar que Kuroo fuera atractivo y que tenerlo caminando a su lado, cargando su gata y con su brazo sobre sus hombros lo ponía nervioso. La gente los miraba extrañada, quizás preguntándose por qué dos hombres caminaban tan cerca.

Bajó su mirada de forma inconsciente, haciendo que su cabello lo protegiera.

Sin embargo, Kuroo pareció notar lo que pasaba y no dudó en tomar su mentón y alzarlo.

—Sé en qué estás pensando, Kenma. —dijo sin mirarlo, aún caminando—. Deja que nos miren, nos vemos bien juntos después de todo.

—¿En serio crees eso?

Kuroo asintió.

Cuando llegaron al veterinario, tomaron asiento uno al lado del otro. Para su mala suerte, había muchas personas.

Las rodillas de Kuroo se chocaban intencionalmente con las de Kenma y eso ocasionaba pequeños escalofríos en el cuerpo del menor.

—Oh, vaya. —dijo el pelinegro con sorpresa, asustándolo.

—¿Qué pasa?

—No traes tu anillo.

Los sentidos de Kenma se pusieron en alerta.

¿Su anillo...?

Rápidamente miró su mano, clavando sus ojos en su dedo anular. Estaba vacío, solo había una pequeñísima marca debido a todas las veces que Kenma se lastimaba su propia piel por jugar tanto con el anillo.

No estaba ahí.

Su corazón comenzó a latir rápidamente y en la milésima de un segundo, recordó en todos los lugares que estuvo con el anillo.

Sin embargo, se tranquilizó al recordar que la noche anterior lo había dejado adentro del cajón de su buró. En la mañana no se lo había puesto porque se había despertado gracias a los golpes de la puerta por Kuroo y el pelinegro lo había entretenido hasta que se fueron.

—Es verdad. —murmuró con sorpresa.

No se sentía extraño y tampoco sentía que moriría si no lo tenía puesto.

Parpadeó atontado.

—Esto es raro.

—¿El no llevar tu anillo? —Kenma asintió—. Bueno... —De manera delicada y con el corazón en la boca por no saber cómo el teñido iba a reaccionar, Kuroo tomó el dedo de Kenma y lo miró—. Podríamos ir y comprar otro anillo si quieres.

—No perdí el mío.

—Lo sé. —soltó su dedo—. Pero sería lindo compartir anillos, ¿no crees?

Kenma alzó la vista para mirar a Kuroo, quien, como siempre, lucía tranquilo.

Su corazón comenzó a latir rápidamente y sintió como sus mejillas comenzaban a arder.

—Sí... —respondió con una pequeña sonrisa asomándose por sus labios—, sí creo.

Cuando la veterinaria lo llamó, el dúo se levantó con rapidez y fueron hasta el cuarto que ella les había indicado. En resumen, les explicó cómo cuidar a la gata que sí estaba embarazada: Debían cuidarla como siempre, solo que, cuando la acariciaran, no le tocaran su barriga porque eso podía causarle daño a ella o a los gatitos. También debían seguir cuidando su alimentación y demás.

Era mucha información entrando y saliendo por la cabeza de Kenma, para su suerte, tenía a Kuroo a su lado; quien parecía anotar todo mentalmente.

—Así que Potya estará demasiado cariñosa por los siguientes dos meses. —dijo Kuroo una vez que salieron de la consulta. Kenma asintió—. Deberíamos ir a comprarle comida y luego ir a comprarnos comida a nosotros.

Lo miró, con una ceja alzada y una sonrisita. —¿Iremos a comer algo?

—Sí. Estoy muriendo de hambre y... —Un maullido lo interrumpió. Kuroo sonrió y miró a Kenma— parece que Potya también.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora