Cuando Kuroo abrió los ojos notó que no había nadie a su lado en la cama, lo que lo confundió un poco. ¿A dónde estaba Kenma?
Se sentó y adormilado buscó sus cosas por el cuarto pero cuando escuchó el sonido de la ducha, soltó un suspiro de alivio. Kenma estaba bañándose... o terminando de bañarse, porque de un segundo para el otro no escuchó más el agua caer.
Cinco minutos después, una cabellera rubia salía del baño con una camiseta y en ropa interior.
—Eso es mío. —frunció su ceño al notar que Kenma estaba usando una de sus camisetas.
—Lo sé. —respondió con indiferencia, comenzando a secar su cabello.
—¿De dónde la sacaste?
—De tu maleta. —respondió encogiéndose de hombros.
Después de esa pequeña charla, Kuroo tomó una ducha y cuando salió del cuarto, se encontró a Kenma sentado en la cama, terminando de atar sus zapatos.
—Buenos días. —saludó con una sonrisa, haciendo que el teñido alzara la vista para verlo.
Las mejillas de Kenma se tornaron un poco rojas al ver el cuerpo bien formado y ejercitado del deportista, sonrió rápido y volvió a concentrar su vista en sus zapatos. Qué vergüenza.
Kuroo se sintió orgulloso.
Cuando bajaron, no se encontraron con nadie en la casa. Como habían dicho anteriormente, Toshio trabajaba y parece que la hermana de Kuroo se estaba tardando en llegar. Decidieron desayunar y luego ir a desempacar todo.
Kenma soltó un quejido al ver todo lo que tenía que cargar adentro.
—No quiero hacer esto.
—Lo harás igual. —sonrió, entregándole un bolso.
Las afueras de la casa de Kuroo por día eran lindas. Un largo y vacío campo, muchos árboles y el típico aroma de naturaleza. Había un camino de tierra hasta llegar a las escaleras de entrada de la casa y su auto estaba estacionado sobre el césped, alejado de la entrada.
—Pero pesa mucho. —se quejó haciendo un puchero.
Kuroo hubiese dicho algo si no fuera porque escuchó unos pasos cerca. Zapatos aplastando piedras bajo el sol del increíble día.
—¡No me digas que estás haciendo cargar al invitado las cosas!
Era una voz femenina, llena de burla. La mirada de los dos amigos recayó sobre la persona, que se encontraba pasando por el camino de tierra. Era una cabellera negra corta, su cabello llegaba hasta por debajo de su mentón, brillante y liso. Tez blanquecina y unos lentes de sol negros. Llevaba una jardinera larga amarillenta, con una camiseta blanca abajo de esta, dejando ver sus brazos con pequeños tatuajes. Por último, la mujer cargaba una caja.
—Esa es mi hermana. —Kuroo suspiró.
—¡Hola! —exclamó, saludando con una sonrisa. Kenma pensó que esa mujer era demasiado atractiva para ser real. —¡Soy Kaoru!
Kenma sonrió forzado y alzó su mano, sacudiéndola.
Ella siguió caminando con una sonrisa.
—Me pregunto a dónde estará Isamu...
—¿Isamu? —frunció su ceño.
—¡Mami! —Una voz chillona llamó la atención del teñido. —¡Espera! ¡Pesa mucho! —Era una cabellera castaña que corría hacia la casa, cargando una caja de menor tamaño.
—Oh, ahí está. —Kuroo sonrió—. Ese es mi sobrino, el hijo de Kaoru, Isamu.
Luego de dejar sus cosas en el cuarto, Kenma y Kuroo bajaron. Solo debían llevar una cosa más que el pelinegro se negaba a cargar por sí solo, sin embargo, sus planes de que Kenma lo ayudase se arruinaron al instante que salieron de la casa, encontrándose con su hermana mayor apoyada contra la pared, con una bandeja con limonada.
—Deja en paz al pobre chico, Tetsuro. —dijo mientras le entregaba un vaso al menor de los tres. Kenma lo tomó con una sonrisa: estaba sediento—. No puede ser que lo hagas cargar todo cuando es invitado. —reprochó—. Ve y busca las cosas tú solo.
—Pero...
—Pero nada. —Ella interrumpió, mirándolo con el ceño fruncido.
Kuroo soltó un suspiro y asintió.
Cuando el pelinegro se alejó, Kenma se permitió ver a la mujer. Tenía ojos más oscuros que su padre y su hermano, pero largas pestañas que eran decoradas bajo un rímel. Sonrisa felina, lo que pensó que era una característica normal de los Kuroo.
—Ahora sí puedo conocerte. ¿Cuál es tu nombre?
—Kenma.
—Es un lindo nombre. —Parecía que lo analizaba con su mirada—. Tetsuro me contó que estudias ingeniería informática.
—Ah, sí. —asintió, sin saber qué responder—. Es una carrera linda. ¿Tú estudias algo?
—¡Estudié! —exclamó—. Abogacía.
—Oh, he escuchado de esa carrera, dicen que es difícil.
—Bueno, lo es. Me costó un poco entrar a la universidad pero pude, todo lo que otro se me resultó fácil. —respondió con indiferencia.
Era un buen tema de conversación que Kenma aprovecharía hasta que Kuroo volviera.
—¿Y hace mucho te graduaste?
—Sí, sí. —asintió—. Dos años, aunque no sé si cuenta como mucho. —sonrió—. Es divertida la...
—¡Mami!
Isamu apareció, interrumpiendo la charla de los adultos. Kaoru miró al menor.
—¿Qué pasa?
—¿Puedes servirme más?
—Oh, claro. —asintió, agachándose para tomar el vaso de plástico del menor y comenzar a llenarlo—. Él es Isamu, Kenma. Mi hijo. ¿Saludaste? —miró al menor, quien negó.
—¡Hola, Kenma!
Soltó una risa.
—Hola.
—Aquí tienes.
Isamu no tardó en tomar el vaso y salir corriendo a quién sabe dónde.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Kenma volviendo su atención a Kaoru.
—Siete. —respondió—. Me quedé embarazada de él a los dieciocho.
—Oh...
—Mi padre casi me mata. —soltó una risa.
—¡Ya terminé!
Ahora quien los interrumpía era Kuroo, con dos bolsos sobres sus hombros.
—Solo se quedarán una semana, ¿por qué trajeron tanto?
—Me gusta tener mis cosas ordenadas. —se encogió de hombros, entrenando a la casa.
Kaoru y Kenma lo siguieron.
Cuando Kuroo por fin terminó de arreglar todo el cuarto, Kenma pudo respirar tranquilo. No era realmente bueno hablando con la gente y más cuando era alguien a quien quería "Impresionar" o no quedar mal frente a ella. Así que cuando el pelinegro se unió a su conversación, le agradeció en silencio.
Descubrió muchas cosas de la familia Kuroo y se sintió realmente cómodo con los hermanos. Luego se unió el padre de ellos; almorzaron entre anécdotas del pasado para avergonzar a Kuroo y entre charlas triviales sobre lo que pasaba en el mundo actualmente.
Fue un buen día. Y Kenma supo que Kuroo tenía una gran familia, aunque fuera pequeña.
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Idiota Persistente | Kuroken
FanfictionLuego de que un extraño levantara del suelo su teléfono antes de bajarse del transporte público, Kenma jamás pensó que su vida daría un giro 360°. Una persona tan vergonzosa como él nunca se imaginó terminar al lado de alguien tan energético como K...