19: El esperado plan

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—¿A dónde vamos?

Sacar a Akaashi de su cuarto fue más difícil de lo que pensó. El pelinegro hizo berrinches, amenazándolo con que no iría a ningún lado si no le decía a dónde se suponían que iban; Kenma tuvo que decirle pero no con lujo de detalles. Logró que se vistiera pasable —y lo decía de esa manera porque Akaashi quería ir en pijama— con una camiseta blanca, una chaqueta y un pantalón de mezclilla y unas zapatillas blancas. Se veía bien, incluso con ojeras por debajo de sus ojos y sus mejillas sonrosadas al igual que sus orificios nasales por llorar tanto.

—Ya te dije. Al jardín nacional.

Tenía que casi tirar de él para caminar por la calle. Parecía un niño pequeño que no quería ir al médico.

—¿Y para qué?

Bufó.

Akaashi comenzaba a exasperarlo, estaba a nada de tirarlo a lo que atropellase un auto... Por más cruel que sonara. ¡Pero debían entenderlo! Kenma era alguien tranquilo, que convivía con el pelinegro porque sus personalidades eran casi iguales así que si Akaashi cambiaba, lo afectaría a él sin pensarlo. Extrañaba el carácter habitual de Keiji: Callado, calmado y serio. Maduro, siempre con una opinión correcta para dar. Y ahora, que estuviera en un papel de caprichoso como si se tratase de un menor enojado porque no le compraron un dulce, lo volvía loco. Lo hacía irritar, incluso.

—Pasear. —respondió, mirando el camino. Akaashi bufó.

—¡Dime a dónde vamos! No salí de mi cuarto para dar un paseo estúpido.

Kenma paró de caminar cuando llegaron al mismo lugar que ayer, en donde se había encontrado con Kuroo. Quien se supone, por los mensajes que le había dejado, ya estaba allí. Lo buscó con la mirada unos segundos, escuchando a Akaashi quejarse por no saber nada. Cuando notó la figura del pelinegro y la manera en la que señalaba a la orilla del lago que había, asintió. Entendiendo de inmediato.

—¿Quieres saber qué haremos? —preguntó, dándose vuelta para confrontar al pelinegro.

Akaashi lo miró con una ceja alzada, esperando que continuase.

—Primero, daremos una vuelta por el lago y luego, cuando hayamos terminado, nos sentaremos en una banca y hablaremos de la vida. —habló rápidamente, rogando que el pelinegro le creyera.

—¿De la vida?

—Sí, de la vida. —rodó los ojos, comenzando a caminar hacia la dirección que Kuroo le había indicado—. Ahora camina.

En un momento dado, justo en donde un foco de luz no andaba y por lo tanto, no iluminaba una pequeña parte de la orilla del lago, Kenma supo que era su momento de irse. Se supone que Bokuto estaba ahí, en silencio, esperando lo que sea que el pelinegro le había dicho.

Akaashi siguió caminando por lo oscuro, sin darse cuenta de la ausencia de Kenma porque el teñido era realmente silencio si se lo proponía y por ello, podía pasar por desapercibido con facilidad.

Cuando la luz volvió a iluminar el camino, sintió su sangre helarse.

Bokuto Kotaro estaba parado ahí, mirando a cualquier dirección excepto a él. Jugaba con los dedos de sus manos; era un gesto que había desarrollado cuando estaba nervioso. Tenía una pequeñísima mueca en sus labios y su entrecejo arrugado, parecía asustado o quizás preocupado por no saber qué estaba pasando.

Akaashi sintió un golpe de realidad golpear contra él. Kenma no lo había llevado ahí por buena voluntad para hablar de la vida, lo había hecho para reunirlo con el tipo que lo había hecho llorar desde hace una semana, exactamente.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora