Epílogo

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Dos años después de todo, se sintió libre.

Kenma soltó un suspiro cuando salió del edificio.

Como siempre, Kuroo lo esperaba afuera con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Su mirada estaba perdida en el suelo, arrastrando su pie, quizás intentaba pasar el tiempo hasta que él saliera.

—Oficialmente, esta fue mi última sesión —dijo parándose a su lado mientras soltaba un gran suspiro.

Kuroo dio un saltito en su lugar, asustándose. Miró a su lado y se encontró con la mirada llena de emoción y lágrimas de Kenma y sin dudarlo, lo tomó en sus brazos; abrazándolo con fuerza mientras sentía como se aferraba a él.

Habían sido dos años de terapia. Dos años le tardó curarse por completo del hombre que había dejado una gran huella sobre él. Dos años que le ayudaron a abrir los ojos y le enseñaron que no debía culparse por lo que pasó, le sirvió para abrir sus ojos ante la realidad y entender que, el hombre a quién amó, no le amó en realidad.

Y si bien ya lo sabía, su psicóloga se lo hizo entender una y otra vez hasta que no pudo borrárselo de su cabeza.

—Ya estás listo para una relación —dijo Kuroo dejando un beso en la punta de su nariz. Kenma asintió cerrando sus ojos con una inmensa felicidad—. Lo has hecho muy bien, cariño.

—Gracias por esto —dijo emocionado—, gracias por acompañarme por este tiempo.

—Sabes que te acompañaría a cualquier lado, en cualquier momento —dejó un casto beso en sus labios.

—Y por eso te amo.

Regresaron a su departamento (que anteriormente era de Kenma) tomados de la mano, diciéndose cuánto se querían y demás. Al entrar, como siempre, Potya los recibió frotándose contra ellos.

Ahora la casa de Kenma era distinta. Al principio había muchas cosas desordenadas, ahora todo brillaba de arriba abajo gracias a Kuroo. Era como si, en esos dos años, todo hubiese cambiado por completo. Cada parte de su vida cambió gracias al pelinegro.

Así que mientras Kuroo preparaba la comida, Kenma lo observaba sentado sobre la isla.

Hace tres años se conocían y de esos, dos habían estado en pareja. Él simplemente no podía creerlo. Recordaba que hace mucho tiempo, en sus noches de desesperación, mientras lloraba, pensaba que se quedaría solo hasta el punto de morir y no ser recordado por nadie. Pensó que terminaría siendo presa del pasado, sin embargo, ahí estaba.

Era un nuevo hombre. Más maduro, quizás más liberal. Parecía entenderse mejor consigo mismo y no había mayor satisfacción —para él— que eso. Ahora estaba con un hombre que lo amaba y que lo cuidaba, quien le juraba amor eterno por las noches y le susurraba, en las mañanas, cuánto lo amaba. Seguía sin creérselo, Kuroo había aparecido de un día para el otro en su vida y la había cambiado por completo.

Observó su teléfono y soltó una risa. Recordó la manera en la que la conoció y se sintió avergonzado por un momento, sin embargo no pudo dejar de agradecer al cielo que hubiese pasado todo eso. Gracias a un tonto aparato, había conocido al amor de su vida.

—Ya deberías sentarte, esta es una cena importante —dijo Kuroo llamando su atención.

Kenma, en silencio, se bajó de la isla y asintió.

Caminó hasta la mesa y tomó asiento. Esta ya estaba hecha por el mayor, quien horas antes le había dicho que, como celebración, había preparado una cena. Había vino y velas.

—Qué romántico que es todo esto —dijo cuándo Kuroo se acercaba a él con una olla en manos. Él sonrió.

—Lo mejor para mi chico —dijo con claro cariño. Kenma simplemente sonrió avergonzado mientras Kuroo dejaba la olla sobre la mesa—, pero... ya dejando todo eso de lado, quiero que hablemos, por favor.

Sabía qué era lo que se venía. Kenma acomodó su camiseta en un acto de reflejo por los repentinos nervios.

—Estoy muy feliz de que hayas logrado superar esto, Kenma —dijo acercándose a él y agachándose a su altura para tomar sus manos. El teñido lo miró con una sonrisa avergonzado—, sabía que lo lograrías y no puedes entender lo orgulloso que estoy de ti.

Sintió un apretón en sus manos.

—Y sé que hemos hablado de esto... y que esta no es la mejor manera de una proposición, pero es que ya no aguanto más —sonrió nervioso—. Sé que hace dos años estamos juntos, pero quiero, oficialmente, darle un nombre a esto.

—Yo igual.

—Entonces —Kuroo relamió sus labios haciendo reír a Kenma. El rubio no le encontraba sentido a la situación si ya eran, literalmente, novios—. Me preguntaba si tú... ¿querías ser mi novio?

—Técnicamente ya lo soy, pero sí —asintió, tomando sus mejillas. Kuroo cerró sus ojos y soltó un suspiro calmándose—. Oficialmente nos declaro novios.

—He espero este momento toda mi vida —colocó sus manos en sus rodillas y se alzó un poco solo para besarlo.

Kenma correspondió con una sonrisa mientras pasaba sus brazos por el cuello del mayor.

Amaba a Kuroo y sabía que lo haría toda la vida, así que se negaba a dejarlo ir. Disfrutaría cada momento con él y haría que todos los días fueran especiales para darle la mejor vida a Kuroo. Sabía que no estaban casándose, sin embargo, él ya quería hacerlo.

Oficialmente eran novios y no podía estar tan feliz por eso. Después de idas y vueltas, bajos y altos, pudieron llegar a ser algo. Y Kenma no desaprovecharía la mejor oportunidad de vivir a su lado.

—Te amo —susurró Kuroo sobre sus labios.

Kenma dejó un último beso y sonrió.

—Y yo a ti.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora