«Es un regalo. No necesitas devolverlo»
Jugueteó con el anillo en su dedo anular mientras mordía su labio inferior ansiosamente.
Había sido una mañana realmente difícil. La alarma había sonado tarde y eso lo había puesto de muy mal humor.
Su gata, Potya, se había encargado de arruinarle aún más el día tirando su taza de café al suelo (lo que hizo un enchastre en toda la cocina) y huyendo de él por la terraza de su vecino. ¡Pero la racha de mala fortuna todavía no acababa! Había salido tan rápido de su habitación que se había olvidado de cambiarse los pantalones... Ahora llevaba sus pantalones de pijama a cuadros rojos y negros, combinado con una camiseta gris holgada. Quería gritar de lo frustrado que estaba.
De todos modos, eso no le impidió llegar a horario. Se había tomado el mismo autobús de siempre, el cual lo llevaba por cuarenta y cinco minutos y lo dejaba a dos calles de su universidad.
—¿Alguien podría pagarme el pasaje?
Kenma alzó la vista y miró, a la silueta aburrida de un desconocido alzar veinte dólares, lo que costaba un boleto de transporte público.
No tenía saldo de más como para pagarle a alguien. De todos modos, un hombre unos asientos más adelante que él alzó su tarjeta: indicando que él le pagaría sin problema alguno. Kenma volvió la vista a la ventana y siguió pensando.
Aunque fuera temprano, había mucha gente caminando por la calle.
«Sé que te hice daño... pero tú también, así que no puedes dejarme»
La avenida principal de Tokio siempre estaba habitada, fuera la hora que fuera, siempre había gente caminando de manera apresurada: Algunas iban al trabajo, otras a la escuela. Kenma siempre la veía cuando pasaba en autobús, para su suerte no tenía que caminar por ella.
Algo que llamó su atención fue una pareja tomada de la mano. Caminaban tan tranquilos y con sonrisas en sus labios, olvidándose del hecho de que era muy temprano como para mover sus músculos y tener una paz calcada en su cara. Probablemente estaban así porque, esos dos amantes desconocidos, dormían el uno al lado del otro durante las noches, quizás porque sabían que siempre se tendrían a ellos mismos.
Kenma había aprendido a dejar de lado el amor por un rato. Solía preguntarse qué tan importante y esencial era, para un ser humano, enamorarse. ¿Quién necesitaba amar físicamente a alguien si podías amar a los personajes ficticios de tus novelas y series favoritas? Miró a la gente pasar de manera cansada, ¿de dónde venía la ansiedad de querer sentir tu corazón latiendo rápidamente? ¿Había tanta necesidad de sentirte como un estúpido gracias al amor? Suspiró y siguió analizando la situación.
Tomarse de las manos, besarse antes de ir a dormir... Sí, eso era algo por lo que no volvería a pasar.
Hizo una mueca de asco e indignación cuando recordó que, en su última — desastrosa— relación, había hecho todo ese tipo de cosas. Se arrepintió al instante de acordarse.
Cambiando drásticamente de tema, Kenma decidió olvidarse un rato de la vida «feliz» de las otras personas y miró el paisaje. Gracias a su larga trayectoria de viaje, conocía varias partes de Tokio. Había locales que llamaban su atención, cada vez que pasaba por estos, se prometía que algún día iría a visitarlos en persona. Más nunca lo hacía porque no tenía tiempo ni dinero con tantos libros que le daban para estudiar.
El jardín nacional Shinjuku Gyoen era uno de sus principales intereses a la hora de pasar por él. Si bien lo veía de lejos, este siempre llamaba su atención. Era increíble la cantidad de colores y árboles de diferentes tipos que había. Una vista toda digna de ser la octava maravilla del mundo. Lo mejor de esto, es que, para llegar a su universidad, debía pasar por él. No le molestaba caminar por veinte minutos con tan solo de contemplar una vista tan maravillosa como esa.
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Idiota Persistente | Kuroken
FanfictionLuego de que un extraño levantara del suelo su teléfono antes de bajarse del transporte público, Kenma jamás pensó que su vida daría un giro 360°. Una persona tan vergonzosa como él nunca se imaginó terminar al lado de alguien tan energético como K...