11: Fiesta de sábado por la noche

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El partido fue todo un éxito. Los gatos le ganaron por mucha diferencia a las serpientes.

La mayoría de puntos fueron anotados por Kuroo.

En fin, como habían ganado el partido, la tradición era realizar una fiesta en una de las fraternidades de la universidad. ¿Qué mejor que usar la casa del equipo? Casi toda la universidad, entre gritos y silbidos de emoción, fue hasta el lugar. El alcohol, los cigarrillos y la música no tardaron en llegar.

—¿¡Cómo que no quieres ir!?

—¡Tienes que venir, todos vendrán!

Kenma se cruzó de brazos y negó—. Todos excepto yo.

Bokuto hizo una mueca. —¡Vamos! Será realmente divertido. ¡Habrá comida gratis! Yo sé que amas la comida. —sonrió, haciendo que Kenma rodara los ojos.

—Vayan ustedes, estaré bien en mi casa.

Akaashi soltó un suspiro y terminó asintiendo.

—Está bien. Avísame cuando llegues, ¿sí?

Kenma simplemente asintió.

Muriéndose de frío por ir de pantalones cortos y cargar con una camiseta de mangas cortas, comenzó a caminar lejos del lugar. La cancha de la universidad se encontraba dentro de esta, pero los departamentos donde vivía quedaba bastante lejos. Tenía que cruzar todo el terreno para después salir de la Ciudad Universitaria.

Abrazándose a sí mismo, salió del territorio de la cancha y comenzó a caminar por las aceras. Por suerte, todo estaba iluminado.

—¡Kenma!

Paró con el ceño fruncido y se dio vuelta.

Una sonrisa brillante en la oscuridad de la noche se hizo visible. Kuroo ya no llevaba su uniforme de mariscal de campo, ahora simplemente tenía una camiseta negra, una chaqueta y unos pantalones con el nombre de la universidad a su costado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó confundido mientras el chico llegaba a su lado. —¿No deberías estar en la fiesta?

—Debería, pero no. —se encogió de hombros, metiendo sus manos en sus bolsillos—. Quise venir a acompañarte. Cuando llegues a tu casa, me volveré.

—No hace falta... —hizo una mueca, comenzando a caminar otra vez.

—¡Claro que hace falta! A parte, tenemos que hablar. ¿Lo olvidas?

Frunció su ceño. —¿De qué?

—¡Del beso que me diste hoy!

Kenma negó, sintiendo sus mejillas arder. —¡No! No hablaremos de eso, no molestes.

Soltó una risa—. Está bien, está bien... No hablaremos de eso, pero gracias. Fue un gesto lindo.

—Kuroo... —Kenma soltó en advertencia.

—¡Ya, ya! Lo siento —soltó una última risa —. Busquemos otro tema para hablar... ¿Qué puede ser?

Kenma bajó la vista al suelo y siguió caminándose, a la par que volvía a abrazarse a sí mismo. Maldita sea, se recordó a sí mismo salir siempre con un abrigo. Si pescaba un resfriado, Akaashi lo iba a matar.

Sintió una calidez sobre sus hombros y abrió sus ojos con sorpresa cuando unas mangas chocaron contra sus débiles brazos.

—Tienes frío. ¿Por qué no trajiste un abrigo? —preguntó el pelinegro con el ceño fruncido, casi sonando como si lo estuviese reprochando.

Kenma miró sus hombros: La chaqueta de Kuroo estaba cubriéndolos.

—¿Por qué lo hiciste? Es tuyo. —frunció su ceño mientras se sacaba la prenda e intentaba dársela. Kuroo negó y volvió a colocársela sobre sus hombros.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora