15: El problema en administración

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Hinata soltó un suspiro cuando llegó a la puerta de administración.

Estuvo treinta minutos buscando el lugar por las malas indicaciones del teñido. Al final, Administración quedaba en la entrada de la Ciudad Universitaria, no como Kenma le había dicho. Era un edificio pequeño, con paredes blancas y una puerta del mismo color, con un letrero en medio.

Abrió la puerta, sintiendo el frío aire chocar contra él debido al aire acondicionado prendido. Había suave música sonando de fondo, su mirada se chocó con el escritorio principal, compartido por tres mujeres. Probablemente una más grande que la otra.

—Buenos días... —saludó tímido mientras se acercaba al mueble de madera oscura.

La mujer, de unos cuarenta años, con unas gafas en el puente de su nariz y su cabello negro cayendo por sus hombros, vagamente alzó la vista y luego volvió a dedicarle toda su atención a la pantalla enfrente de sus ojos, tecleando rápidamente.

—¿Qué se te ofrece?

Hinata golpeó sus dedos contra el escritorio—. Pagar la cuota de la universidad.

—Muy bien... estoy un poco ocupada así que te recomendaría tomar asiento—. Hinata quiso soltar un suspiro—. Solo tomará un minuto.

El minuto se convirtió en cinco y así hasta llegar a los treinta. Estaba perdiéndose su clase de historia y comenzaba a impacientarse. No entendía qué tanto estaba haciendo, ni siquiera tecleaba rápidamente. Hinata solo podía escuchar el sonido del mouse. No podía perder tanto tiempo, su profesor lo regañaría y lo obligaría a tomar notas si quería aprobar el próximo examen.

—¿Listo? Es que estoy realmente apurado... —dijo con una pequeña mueca, intentando ganarse el corazón de la mujer y parecer inocente.

Ella volvió a darle la misma mirada de hace treinta minutos—. Entonces deberías haber estado aquí más temprano.

Volvió a golpear sus dedos y asintió, apretando sus labios. —¿Entonces cuánto tiempo me tendrá aquí esperando?

—Hasta que termine de rellenar estos formularios.

Hinata intentó mirar la pantalla y solo tuvo la milésima de unos segundos para darse cuenta que se encontraba jugando a algo. Ella movió la pantalla y le dedicó una mirada molesta.

—Ve a sentarte y cuando sea tu turno, te llamaré.

Sin decir nada, regresó a su asiento. Era el único en el lugar aparte de las empleadas. Comenzaba a impacientarse cada vez más, quería volver a su facultad y estudiar. Lo peor es que en historia no era muy bueno...

Sacó su teléfono para ver si tenía algo que hacer para matar el tiempo. Nada, ni un mensaje.

El tintineo de la campana de la puerta resonó en sus oídos, más no llamó tanto su atención como para alzar la vista.

—Buenas...

—¡Tobio! —exclamó la mujer que debería estar atendiéndolo. Hinata frunció su ceño y buscó con la mirada a la persona nombrada: ¿Qué tan importante debía ser como para sacarle una expresión tan chillona y feliz? Una cabellera oscura y piel pálida, alto. Realmente alto. —¡Has vuelto! ¿Cómo te encuentras? —preguntó con genuina alegría.

—Bastante bien, muchas gracias. Para mi sorpresa, estar en casa por tanto tiempo me hizo bien.

Hinata no era malo. Le gustaba celebrar la felicidad de otras personas pero ahora no. Eran pasadas las once de la mañana y él tenía que estar en su clase de historia, la cual, si le permitían repetir, era malísimo. Decidiendo ignorar la situación, se acercó al escritorio para hablar con la otra mujer, pero tan rápido lo hizo, esta se levantó y casi que corrió al desconocido.

¿Acaso era una celebridad que él no conocía? Las dos secretarias —porque la tercera había desaparecido— habían casi corrido hacia él. Volvió a dirigir su vista hacia él, cruzando su mirada fugazmente: Sus ojos eran... ¿azules? Era estúpido decir como el océano porque ese sería claro al lado de los orbes del extraño. Tenía un conjunto deportivo oscuro y de color azul, cargaba con un bolso también de deporte en su hombro derecho. No obstante, sus facciones no se le hicieron conocidas.

—¿Cómo está tu pierna? —preguntó sonriente.

«¿Cómo está mi deuda?» Se preguntó a sí mismo con sarcasmo.

—Disculpen... —alzó la voz, ganándose la atención de las secretarias y el pelinegro—. Se me está haciendo tarde para una de mis clases y bueno... realizar un trámite de pago es rápido, ¿podrías hacerlo? —preguntó con una pequeña sonrisa que parecía más una mueca.

Ella lo miró con disgusto y alzó su muñeca izquierda, encontrándose con su reloj de muñeca.

—Son pasadas las once. Este es el horario de almuerzo para administración. Tendrás que venir más tarde.

Oh no, ella no acababa de decir eso.

Hinata la miró confundido. —¿Perdona? —En realidad sí había entendido lo que dijo pero quería corroborarlo. No podía creer lo que había escuchado.

—Lo que escuchaste: Vuelve pronto.

Solo podía sentir indignación.

No obstante, puso su mejor sonrisa—. Se lo ruego.

Ella le devolvió el gesto y negó—. No.

—¡Por favor! —rogó sabiendo que después no tendría tiempo para pagar. Estaba retrasado en dos clases distintas y tenía que ver a un profesor fuera del horario de clases, más el trabajo... Cielos, ¿Qué le costaba?

—¡No te lleva ni diez minutos hacerlo! —exclamó indignado.

—Te está diciendo que no. ¿Por qué insistes tanto?

La voz grave del tipo lo hizo enojarse más.

—¿Y a ti quién te preguntó? —preguntó entre molesto y confundido.

—Nadie, pero te está diciendo que el horario ya pasó. No es su culpa que hayas llegado a pagar tarde —. Hinata quiso lanzarse a él y golpearlo por lo que restaba del día. No era asunto suyo y no sabía el trasfondo de la historia.

—Hace casi una hora estoy aquí. —dijo apretando sus puños —. Y cierra la boca, porque esto no es asunto tuyo. —volvió a repetir, dedicándole una última mirada para luego dirigir toda su atención a la secretaría —. Solo tienes que poner mi identificación y la deuda, ni cinco minutos te lleva. ¿Sabes? — Quizás su forma de actuar no era la mejor, pero la mujer lo había tenido ahí por cuarenta minutos mientras jugaba a algo. Tenía derecho de estar molesto.

—Sí, lo sé. Trabajo aquí desde hace más de diez años y ¿Sabes qué? También me sé los horarios y ahora tú estás en mi almuerzo así que te aconsejo volver más tarde si quieres pagar tu cuota.

Tenía que estar bromeando.

Queriendo volver a quejarse, su teléfono vibró en el bolsillo trasero de su pantalón. Era un mensaje de un compañero con el que solía hablar para matar el tiempo, este le preguntaba a dónde estaba y si quería que tomara los apuntes de la clase de historia. Apretó sus labios y volvió a guardar el aparato.

—Esto no termina aquí.

Fue lo último que dijo para hacer paso entre los tres, chocándose levemente con el pelinegro pero ni siquiera devolviéndose para pedirle disculpas. Hinata solo quería salir del maldito lugar e ir a quejarse con cualquier persona.

Estaba realmente molesto.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora