34: Verdad

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Regresaron a casa en silencio y mucho antes de lo previsto.

Kenma se negaba a mirar a Kuroo.

Toshio estaba en la casa de unos amigos, porque creía que su hijo se quedaría en el lago hasta que se hiciera muy tarde. Kaoru e Isamu estaban en su casa. Hasta los perros dormían. Era un silencio absoluto en todo el lugar y no iban a romperlo. No cuando parecía que estaban peleados.

Kenma había llorado en los brazos de Kuroo. Se sentía demasiado avergonzado e inseguro. ¿Ahora qué pensaría el pelinegro de él? No se dignaría a verlo. Es más, quería volver a su casa ahora mismo y no salir al mundo exterior por años.

Al llegar a casa, fue rápido para bajar del auto y casi correr al cuarto, encerrándose. Kuroo se quedó abajo, soltando un suspiro y caminando hasta la cocina para dejar las cosas.

Apenas se sentó en la cama, Kenma dejó escapar un sollozo. Había muchas cosas pasando por su mente y no sabía cómo procesar todo. No tenía su anillo, probablemente Kuroo estaba enojado con él y no estaba cerca de su casa. Quería morir.

Hinata soltó un suspiro cuando salió de la casa de Kenma.

Potya no había dado problemas, sin embargo, se sentía cansado. Había trabajado mucho y debía volver a su trabajo, porque su molesto jefe le había dicho que anotara en la carpeta de presupuestos todo el dinero que había entrado y salido en esa semana. Tuvo que hacer cuentas usando goma y un lápiz porque era malo en matemáticas. Eran muchos cálculos.

Así que aparte de estar cansado, también estaba enojado.

Hacía frío y llovía, pero su jefe seguía molestándolo.

Caminó por la calle en silencio, con la carpeta adentro de su abrigo para no mojarla. Sabía que se resfriaría y ni siquiera tenía un paraguas. Su vida iba de mal en peor. Llevaba la vista fija en el suelo, con el ceño fruncido e insultando a cada ser humano en el mundo.

—¡Fíjate por donde vas, idiota!

Su cuerpo cayó al suelo, haciendo que se mojara. Quiso llorar, sin embargo lo soportó para mirar a la persona frente a él.

—Oh, tiene que ser una broma. —soltó un quejido.

—¿Hinata?

—Sí, Kageyama. Soy yo. —rodó los ojos, levantándose del suelo.

El pelinegro se sacó la capucha. Bien, Hinata debía admitir que era apuesto, más cuando la lluvia caía sobre él y la luz de la calle caía sobre él. Hermosos ojos, hermoso rostro y carácter de mierda.

—¿Qué haces caminando por aquí con la lluvia que hay?

—Me pregunto lo mismo.

—Responde primero.

—No, tú responde primero.

Puso los ojos en blanco.

—Necesitaba salir de mi casa.

Lo miró con sorpresa.

—¿Qué pasó?

—¿Te importa?

—No realmente.

—¿Entonces por qué preguntas? —lo miró confundido. Hinata se encogió de hombros, Kageyama suspiró. —¿Tú qué haces aquí?

—Asuntos del trabajo.

—Tu jefe debe odiarte. —alzó sus cejas.

—Lo hace. —soltó un suspiro—. En fin, debo irme. Nos vemos luego.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora