21: Lo que es de Kuroo

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Una semana después, todo parecía ir normal.

Sí, parecía.

El lunes llegó y apenas Kenma abrió sus ojos, sabía que sería un día de mierda.

Había tenido una pesadilla con su ex pareja. En el sueño él corría de él, con partes de su rostro y cuerpo sangrando, mientras lloraba desconsoladamente. Atrás venía la persona que había causado todo. Lo cínico de la situación era que se reía de él y le repetía una y otra vez que él, su cuerpo y su alma le pertenecían.

No solía tener muchas de esas, hacía meses que no sufría así adentro de un sueño. Al principio, cuando despertaba terminaba llorando y no salía a ningún lado, por miedo a encontrárselo en la calle pero ahora Kenma se había despertado exaltado más que otras veces, con su respiración agitada y con gotas de sudor cayendo por sus sienes. Sería un día malo y la pesadilla era testigo de ello.

De todas formas, no quiso quedarse en su cama. Ya había madurado, había logrado superar toda la situación y él iría a la escuela. Con fuerza que sacó de la nada, se levantó y caminó al baño decidido a tomarse una ducha para relajarse. El día sería una mierda, pero intentaría arreglarlo como para no acabar destrozado.

—Buenos días.

Cuando cerró la puerta de su casa, se encontró con un Kuroo adormilado esperándolo apoyado contra la pared. Kenma guardó las llaves y lo miró.

—Hola. —saludó sin ganas, dándose media vuelta y comenzando a caminar. El pelinegro lo siguió, casi arrastrando sus pies.

—Odio los lunes. Son el peor día de la semana. —se quejó.

Asintió de acuerdo. Detestaba tener que levantarse temprano luego de un día de relajación pura.

Se quedaron en silencio y eso no ayudaba en nada en la situación de los dos chicos. Por un lado estaba Kenma, quien sentía la ansiedad colgarse de sus hombros y pesarle de tan solo recordar la pesadilla; por eso mismo, jugaba con el anillo en su dedo, girándolo o moviéndolo. Deseaba hablar para que el pelinegro lo distrajera, pero no le nacía decir nada.

Luego estaba Kuroo, quien pensaba que los lunes eran los días malos y más asquerosos de una semana. Que Kenma no le dirigiese la palabra se sentía exasperante.

—¿Por qué estás tan callado? —preguntó con una ceja alzada, intentando sacar un tema de conversación. No podía ver bien a Kenma debido a su cabello, que tapaba parte de su rostro agachado.

—Siempre estoy callado... —murmuró.

El contrario rodó los ojos—. Ya lo sé, pero a lo que me refiero es que hoy estás demasiado callado. —explicó, haciendo énfasis. —¿Pasó algo anoche que no me enteré?

Negó—. Solo tuve una pesadilla, no es nada.

A Kuroo le hubiese gustado hablar si no hubiese por el pequeño temblor que tuvo Kenma. Se abrazó a sí mismo por la oleada de aire frío que golpeó contra su cuerpo y luego escuchó al mayor resoplar con molestia.

—¿Qué te he dicho de que te abrigues? —preguntó. Kenma alzó la mirada, sintiéndose un niño pequeño ser reprochado—. Empieza a hacer frío y no quiero que te enfermes... —negó, sacándose su chaqueta y colocándose por encima de los hombros rápidamente.

Sintió sus mejillas arder. Decidió ignorar los latidos de su corazón.

—Pero ahora tú te morirías de frío... —murmuró con notable vergüenza mientras se sacaba el abrigo ajeno e intentaba entregárselo. Kuroo rodó los ojos y se lo volvió a colocar.

—Falta poco para que lleguemos al campus, tengo ropa de más en los vestidores y sé que tengo otra chaqueta. Quédate con esta.

Explicó mientras le sacaba la mochila. Kenma, a regañadientes, se la entregó y lentamente se colocó lo que Kuroo le había prestado: La chaqueta de la universidad. Un abrigo realmente cálido, con tela bordo excepto las mangas, los botones, el cierre de los bolsillos y unas cuantas líneas en sus puños que eran de color blanco. El número 12 se encontraba en el pecho derecho y el escudo de la universidad en el izquierdo.

¿Importaba? Claro que no. Lo que era de suma importancia era la colonia que usaba Kuroo. Exquisita.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora