Capítulo 32

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Alana Samuels

Decidí salir al exterior allí dentro no podía respirar, además, está toda la familia y no tengo ganas de aguantarme las miradas del señor Andrés, Lía y su madre preocupadas por Alessandro porque solo me afectan más y más.

Me siento cansada, mi cuerpo lo siento pesado. Tomo asiento en una banca de un parque que está en la esquina de la estación. Hay algunos niños jugando en los columpios, toboganes los observo recostada por el respaldo del banco. A esa edad no tenemos preocupaciones, bueno a veces cuando hacemos algo mal no queremos que nuestros padres se enojen, pero de ahí, ¿Qué otra preocupación más? Son niños.


– Alana — me llama alguien, volteo es Jane – debo de irme ya sabes porque — lo pienso un momento y luego me doy cuenta que es hoy. Me golpeo la frente cómo pude olvidarlo.

– Jane lo siento, es que con tanta cosa se me olvidó, discúlpame por favor yo se lo importante que era para ti — me disculpo apenada.


– No tienes que pedir disculpas, tú y tus padres siempre han estado conmigo y entiendo tienes problemas sí, sé que nunca lo harías a propósito — aclara comprensiva.


La atraigo envolviéndola con mis brazos, aunque no lo dice sé que le duele. Y cómo no hacerlo, Jane ha sufrido tanto que no sé ni que hacer para que este bien. Hoy en especial es el peor día para ella. Le acaricio suavemente la espalda, está llorando en silencio la conozco lo suficiente para saberlo. Desearía borrar todo su dolor, preferiría que no tenga pasado a que cada día lo recuerde.


– Vamos te acompaño — manifiesto separándome de ella, niega – Jane no quiero que vayas sola, déjame acompañarte — se limpia alguna que otra lágrima y observa sobre mis hombros a los niños.

– No Alana siempre lo hago sola por una razón y hoy no será la excepción, prefiero estar sola con mis pensamientos ¿sí? — expresa, asiento en acuerdo.

– Está bien, cualquier cosa llámame ¿sí?  — pido, observa por última vez hacia el parque y se retira.



Llevamos algo de tiempo en conocernos, sin embargo, la considero mi hermana. Me ha contado parte de su historia, pero sé que la parte más importante no me lo ha dicho, lo hará cuando ella lo crea conveniente y no insistiré, todo lo que me ha dicho le costó y a quién no. Aun no puede desprenderse de su pasado y he intentado de todo para que lo haga, pero es imposible.

Vuelvo a tomar asiento, el celular comienza a sonar, reviso y es Camilo.


– Hola — respondo, del otro lado de la línea se escucha ruidos de autos, debe de estar conduciendo.


– Hola Alana, ¿cómo estás? — pregunta este intranquilo por el tono de su voz.

Suspiro cansada.

– Estoy bien Camilo, no te preocupes — respondo queriendo ya terminar con la conversación.


– Perdona que no haya ido a verte, estaba de viaje y recién estoy regresando — informa y la verdad ni me importa.

– No pasa nada Camilo… este he...

– Alana — me corta – ¿todo bien con Alessandro, no tienen problemas o sí? — enarco una ceja entre intrigada y molesta. A él que le importa.

– No, todo bien — miento – tengo que hacer unas cosas hablamos luego — informo y sin darle tiempo para responder corto.



No sé qué carajos me sucede ya incluso mi estado de ánimo está pasando a mal humor. Además, no sé cómo explicarlo, pero siento un dolor en el pecho quien sabe y no es el famoso presentimiento que se tiene antes de que algo ocurra.

Matrimonio por ConvenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora