Capitulo 15: "Juguemos en el bosque, mientras el lobo está..." (Pt 3)

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El plan es bastante simple, vamos a cazar a Gian, arrinconarlo para que nos dé el teléfono y nos de su palabra de dejarnos en paz de una vez por todas. Lo que sabemos es que Gian salió sin chaqueta o algo que lo pueda cubrir del frío, así que no se alejará mucho y será fácil encontrarlo, también sabemos que en su desesperación por encontrarnos ordenará que sus hombres se desplieguen por todo el bosque, lo cual nos dará más ventaja para encontrarlo solo y desprotegido. En cuanto a su padre, Baxter, no sabemos en dónde está y es el único cabo suelto que nos queda.

Salimos hacia el bosque colindante con su cabaña y nos adentramos antes de que las luces del amanecer sean aún más fuertes, teniendo a la oscuridad como nuestro mejor aliado.

No escucho nada más allá de mis propios pasos y mi respiración agitada, el pánico crepitando desde las puntas de mis pies hasta las puntas de mis cabellos.

Estamos rodeados de maleza, árboles gigantes y troncos caídos, es como estar en otra realidad, lejos del bullicio y la gente que corre afanada a todas partes. En otras circunstancias tal vez me hubiera resultado encantador, sin embargo, la escasa luz y la bruma fantasmal, sumada al contexto del espeluznante juego del gato y el ratón que estamos jugando en este momento hacen de esta experiencia algo mucho más aterrador.

Andamos sin rumbo fijo un par de kilómetros, alejándonos del claro en dónde está la cabaña para adentrarnos más en la zona espesa del bosque donde los arces y abetos parecen rodearnos con ramas largas y delgadas, parecidas a dedos huesudos que intentan alcanzarlos.

Intento no distraerme y seguirle el paso a Caleb, pero el sonido de ramas y hojas secas crujiendo tras de mí mientras son arrastradas por el viento, me obligan a girar de vez en cuando, para asegurarme de que no es Gian, o Baxter, o alguno de sus hombres.

—Jules. Mantente cerca, por amor de Dios. —Me reprende Caleb suavemente y estira su brazo hacia mi, para ayudarme a llegar a él.

—Lo siento. —Me disculpo apenada.

Caminamos un par de minutos más, sin éxito y a pesar de la espesura del bosque los rayos del sol empiezan a colarse cada vez más por las copas de las árboles, poniéndonos en evidencia.

—Necesitamos otro plan. —Caleb gruñe con exasperación y se frota el cabello con los dedos de la mano.

—Podríamos subir a ese árbol y esperarlo allí. —Propongo con un hilo de voz, señalando un abeto gigante a unos cincuenta metros de nuestra posición actual. Caleb gira hacia este brevemente y me devuelve la mirada, elevando una ceja. —Olvidalo, Es una mala idea. —Aventuro y echo a andar.

—Cielo santo. Eres brillante. —Avanza hacia mí y me da un fugaz beso en los labios.

Subir no es nada complicado, puesto que de niños subimos más árboles de los que puedo recordar. El recuerdo me sacude y hace que una sonrisa involuntaria deje mis labios mientras Caleb me ayuda a subir haciendo un pequeño escalón con sus manos.

—Justo como en Ensenada. —Me sorprende con una media sonrisa, leyendo mi mente.

Sube también al árbol y el frío es tan insoportable que me obligo a mantener mis rodillas pegadas al techo tiritando como si tuviera un par de castañuelas por la boca. Me abrazo las piernas con los brazos y miro hacia abajo, tratando de no pensar mucho en los cuatro metros que nos separan del suelo. Permanezco así un par de segundos hasta que siento un par de ojos avellana mirándome con atención con el rabillo de mi ojo.

—¿Qué? —Pregunto curiosa.

—Si estuviéramos en otras circunstancias, tal vez podría calentarte un poco. —Susurra sugerente y ruedo los ojos.

—Por favor mantén tus manos inquietas lejos de mi. Por ahora.

—Por ahora. —Repite saboreando las palabras mientras tamborilea sus dedos sobre su barbilla.

Antes de que pueda decir algo más unos pasos resuenan a nuestros pies sobre las hojas secas. Caleb pone su índice sobre sus labios indicándome que guarde silencio y obedezco, sin esfuerzo.

A nuestros pies Gian avanza con paso apresurado, casi desesperado, buscando entre la maleza.

—Mierda. —Gruñe y le da un puñetazo a la corteza del árbol donde nos refugiamos.

Por un momento pienso que va a mirar hacia arriba, pero no lo hace.

Busco la mirada de Caleb para avanzar hacia el siguiente paso de nuestro plan. Cuando lo veo casi me voy de bruces hacia atrás; Esta sosteniendo el arma con las dos manos, apuntando hacia abajo.

—Cal, no... no quieres hacer esto. —Susurro, usando un tono de voz tan bajo, que me sorprendería que me hubiera escuchado.

Su pecho se hincha erráticamente, preso del miedo y de la adrenalina.

—Cal, mírame. —Ordeno tratando de mantener la calma, pero un filo de pánico se escabulle a través de mis palabras.

Me siento patética usando esa frase, como si verme cambiara algo, como si estuviéramos en medio de una película romántica y el verme fuera lo único que pudiera traerlo de vuelta a mi, pero estoy desesperada.

—Eres mejor que esto. —Insisto y me atrevo a estirar las manos en su dirección, tocando sus brazos con cuidado, casi como si estuviera acercándome a un animal herido.

Después de un par de segundos, finalmente empieza a bajar el arma, soltando un suspiro profundo y mirándome con culpa.

—No creo que tenga otra opción.

—Siempre la hay. —Le digo y antes de que tenga tiempo de apuntar el arma hacia él, nuevamente, miro hacia abajo.

Gian está justo debajo de nosotros, seguramente se está planteando qué dirección seguir para darnos caza. Cuatro metros nos separan del suelo, casi el doble de altura de la que caí aquella vez en el parque. El recuerdo de la caída sacude todas mis fibras internas, enviando oleadas de pánico a lo largo de mi cuerpo, pero sé que es lo que tengo que hacer.

Todo pasa muy rápido; Gian alza la vista hacia nosotros, Caleb empuña el arma en reacción instintiva para protegerme y yo me dejo caer del árbol, descargando mis 50 Kg de peso como un yunque sobre Gian.

C O U S I N S [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora