Me apeo del Uber tan rápido que veo un par de luces instalándose en la parte de atrás de mis ojos y tengo que sostenerme de la puerta del auto para no caerme de culo. Dustin y Farah quienes aún permanecen dentro del auto me dicen que vaya con cuidado, pero no los escucho, tengo un plan.
Corro tan rápido a casa como me lo permiten mis pies, sin detenerme a pensar en lo ajena que me siento ahora a este lugar. Hace dos semanas este era todo mi mundo, estás paredes eran mi refugio, mi hogar.
Recuerdo cuando hacíamos chocolate con masmelos en diciembre con mi madre y tomábamos tantas tazas que no podíamos dormir y terminábamos viendo las repeticiones de Home alone mientras recitábamos los diálogos de memoria.
Recuerdo las fiestas de cumpleaños en dónde Dustin era el único invitado y podíamos comer el pastel con las manos, solo para terminar arrojándonos los trozos en la cara.
Recuerdo las tardes dónde hacíamos la colada con vieja música de los sesenta sonando a todo dar por los parlantes de estéreo.
Ahora no queda nada de eso. Ahora este es un lugar vacío de amor y calidez, lleno de mentiras, desengaños y desesperanza.
Limpió las lágrimas con el dorso de mi mano tan rápido que no alcanzan a deslizarse por mis mejillas y me apresuro escaleras arriba, llegando al segundo piso en tres zancadas.
Cierto la puerta del cuarto de Caleb tras de mí y me apoyo contra la madera mientras dejo que su olor me embriague por completo. La sensación de mi corazón rompiéndose en mil fragmentos más es insoportable y tengo que poner una mano sobre mi pecho para intentar mantener los pedazos juntos, pero es imposible mantenerlo en una sola pieza, así que, adaptándome a la sensación de mi corazón astillado y maltrecho, me pongo unos mechones de pelo tras las orejas y empiezo a buscar.
No tardó mucho en encontrar el sobre amarillo con las fotos de Nora y Gasper en los cajones de la mesita de noche de Caleb, así que agradezco al cielo la breve ventaja que me ha dado para llevar a cabo mi plan, pero más al fondo en el cajón un par de ojos llaman mi atención.
Me encuentro a mi misma plasmada en el papel fotográfico, desprevenida y relajada, con mi uniforme de gimnasia, con mi ropa de casa, lavando los trastes, incluso hay una con el vestido que usé en la fiesta de Cooper antes de que Dust me recogiera, me veo a mí, pero más que eso, logro verme a través de los ojos de Caleb y mi corazón da un vuelco. La idea de que él me haya visto incluso antes de que yo lo hiciera me hace sentir terriblemente mal. ¿Cómo es que no lo ví antes?
Juro que voy a sacarte de ahí, mi amor.
Bajo las escaleras con prisa y descuelgo el teléfono fijo de su base antes de llamar los siete números que conozco de memoria. La voz de LeeAnn desde el otro lado de la línea, tan cálida como siempre me sacude momentáneamente:
—¡Cariño! ¿Cuánto tiempo ha pasado? —Pregunta emocionada al otro lado.
—No lo recuerdo, parecen siglos. —Admito avergonzada.
—Bueno me alegra que hayas llamado, no como tu madre. Casi espero que me llame el día que muera. —Suspira derrotada. —¿Cómo están?
—No digas eso abue, sabes que ella te ama. —Trato de excusarla, como siempre lo he hecho, pero no sé bien porqué lo hago está vez, tal vez es por el hecho de que mi abuela no merece saber que su hija es una auténtica gilipollas.
—Que tú me quieras y me llames más seguido me basta y me sobra. —Casi la oigo sonreír. —Pero sé que no me estás llamando para hacer la visita, ¿Qué ocurre?
—Veras... —Empiezo a hablar atropelladamente, espero no meter la pata.
Cinco minutos después vacío el contenido del sobre de manila sobre la mesa del comedor y me siento con las palmas de las manos cruzadas y mi mentón apoyado en ellas, como una mujer de negocios. Ahora solo tengo que esperar.
La puerta se abre casi dos horas después y me acomodo en la mesa, retomando mi posición de mujer de negocios, no tengo que verla para saber lo que está haciendo, después de casi diecisiete años tengo su rutina memorizada: se quita el bolso y luego el abrigo y los pone juntos en el perchero tras la puerta, se quita los zapatos y los pone en la cómoda, cierra el cajón, se atá el cabello platinado en una coleta y se pone sus gafas de descanso. Entra en la habitación tres segundos después y como es de esperarse se queda paralizada al verme.
—¿Qué haces aquí? ¿Qué es todo esto? —Me sorprende su tono frío y calculador, como si estuviera hablando con un extraño y no con su propia hija.
—Esta sigue siendo mi casa, Nora. —Ella avanza hacia mí y observa las fotografías. Su cara pierde todo el color. —Y estás... son el pase de Caleb a la libertad. —Las señalo con la mano mientras ella las observa consternada.
Aún recuerdo la primera vez que las ví, las náuseas, el horror y el asco que me provocaron, sin contar con el desmayo posterior. Pero ya las he visto suficiente, las he interiorizado, las he asimilado en mi cerebro y aunque me cuesta, sé que ahora soy inmune, gracias a Caleb, él me ha hecho fuerte, él me ha dado la entereza necesaria para mantenerme de pie en este ring de boxeo que se ha vuelto mi casa.
—¿Cómo... —Pregunta sintiéndose expuesta, pero no termina la pregunta. En su lugar se acomoda en su posición, como si estuviera preparándose para lanzar un golpe y luego dice: —¿Cómo es esto un boleto de salida para él? ¿Planeas chantajearme? —Pregunta casi con una sonrisa.
Justo entonces y con una exactitud increíble el Dodge fucsia, estilo setentero de la abuela apaga su ruidoso motor en el camino de entrada.
—¿Qué te ha hecho Caleb, Jules? ¿Quién eres tú? —Pregunta herida y asqueada.
—Caleb no tiene nada que ver con esto, de hecho él es el único en quien puedo confiar. Esto es tu culpa, tu me hiciste así y yo sólo quiero alejarme de ti.
Sin darle tiempo de responder me levanto de la mesa y guardo las fotografías de manera mecánica en el gastado sobre antes de abrirle la puerta a la abuela.
Me siento culpable por usarla para sacar a Caleb de prisión, me siento culpable por mentirle y hacerla venir hasta aquí solo para mí beneficio, pero sé que es mi única opción, es la única manera en la que mamá puede dar su brazo a torcer y dado a que hemos vivido engañados toda la vida, siento que es apenas justo que se me permita tomar cartas en el asunto. Por mi, por Caleb.
Es un juego arriesgado y me estoy jugando el todo por el todo, pero cada segundo es valioso, cada segundo que permita a Caleb estar lejos de mí es un segundo menos de tiempo, un segundo más de ventaja para Nora y no lo voy a permitir.
Es hora de jugar mis cartas.
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C O U S I N S [TERMINADA]
Novela JuvenilNo saben en qué parte de la biblia está escrito, que su amor está prohibido e incluso aunque lo intenten no pueden evitarlo, así se caiga el cielo, así se vayan al infierno. Saben que los pecados nos condenan a la desgracia y ellos ya tienen un asie...