Capítulo 17: "Dieciocho pesadillas" (Pt 2)

188 10 0
                                    

Santo pan.

—Cal... —Empiezo a hablar, pero él me interrumpe.

—Lo sé... No es el mejor lugar, pero no puedes culparme por extrañarte. Te necesito, Jules.

Dios Caleb, yo también te necesito, no tienes una idea.

—Tal vez... Solo podríamos acurrucarnos. —Ofrece y mi corazón se derrite.

Se lo ve tan triste por nuestra lejanía, por el deseo insatisfecho de tocarme, de tenerme. Entonces entiendo que no solo es sexo para él, de verdad me necesita en su vida, de la misma manera loca e irrefrenable que yo lo necesito a él.

Vale, no me está pido sexo aquí mismo así que siento que puedo hacer una excepción a mi siempre perfecto comportamiento.

—Está bien. Hazte para allá. —Ordeno feliz y obedece sin protestar. —Solo... mantén tus manos para ti mismo.

—Jules, tengo mis manos conectadas a todo esto. —Hace un ademán señalando a las máquinas. —Soy casi un títere y si mi pulso se acelera a más de 110 van a creer que me está dando un infarto.

Suelto una carcajada.

—Vale está bien. —Camino los pasos restantes y me arrellano en la cama con él. Está tan cálida y cómoda como lo puede estar una cama de hospital.

Su cabeza descansa sobre mis pechos y su brazo conectado se escurre sobre mi vientre en un abrazo perezoso.

—¿Mejor? —Pregunto acariciando sus cabellos con una de mis manos.

—Mucho. —Suelta un largo suspiro. —Es el mejor cumpleaños que he tenido en mucho tiempo. —Dice y sonrío.

No sé en qué momento nos quedamos dormidos, pero cuando vuelvo en mis cinco sentidos la luz del sol ha empezado a colarse por la ventana.

¿Phoebe me dejó dormir aquí?

Han pasado solo un par de horas, pero me siento ligera y descansada, como si hubiera dormido cinco años. La verdad es que dormir siempre resulta muy reparador, pero dormir con Caleb resulta mil veces mejor; poco queda de la angustia y la zozobra de días anteriores, poco queda de Gian, Baxter y todo el lío de sus negocios turbios, y no me queda ningúna duda de que así es como quiero pasar el resto de mis días. Una alegría cálida se despliega por mi vientre, llenándome de esperanza, de fe en los días venideros.

Así es como debería ser toda la vida.

Entonces la veo a ella, de pie en el vestíbulo, con su cabello rubio de bote recogido en un moño desordenado, vestida con un par de jeans viejos y un poncho viejo que usa a modo de abrigo. El rubor ha dejado su rostro y unos grandes círculos negros se extienden bajo sus ojos.

Es mamá. Y por más que intento enfocarme en ella y en la forma en la que finge estar preocupada, solo puedo ver a los dos guardias de policía que la acompañan mientras habla con Phoebe, quien con expresión confundida señala hacia la habitación donde me encuentro con Caleb.

No puede ser.

Me bajo de la cama y corro a la puerta para ponerle el seguro al tiempo que cierro las persianas con prisa, lo que hace que Caleb se despierte y me mire sobresaltado, como si me hubieran crecido tres cabezas.

—¿Qué ocurre? —Pregunta. Todos sus sentidos alerta.

Yo me encuentro caminando de un lado a otro en la habitación, frotando mi frente con energía, como si eso fuera a hacerme pensar en algo para salir de está.

No soy capaz de responder.

—Maldita sea, Jules. ¿Qué ocurre? —Insiste de nuevo, está vez un poco más asustado.

—Nora está en la puerta. Con dos policías. —Mi voz es apenas un hilo, pero sé que me alcanza a escuchar por la forma en la que el color empieza a desaparecer de sus mejillas.

—Mierda.

—Mierda. —Le confirmo mientras camino de un lado para otro. ¿Qué vamos a hacer? ¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué no nos deja en paz?

Un millón de preguntas me invaden en cuestión de segundos, y casi en ese mismo periodo de tiempo mi confusión y angustia empiezan a ser reemplazadas por un sentimiento de cólera que empieza a quemarme viva.

¿Qué derecho tiene ella de reclamar algo?

¿Qué hace que siquiera pueda pensar que tiene un maldito derecho sobre mí después de todo lo que me hizo y lo que le hizo a Caleb?

¿Será esa la razón por la que papá nos dejó cuando apenas tenía tres años?

¿Será que no quiere que me acerque a Caleb por alguna razón que mantiene oculta?

¿Y si Gasper es mi...

Exijo que mi mente se detenga y no saque conclusiones apresuradas, pero la última pregunta queda flotando sobre mi cómo una nube de pestilencia, cargada y verde que se niega a abandonarme.

Empiezo a rebobinar todos los eventos importantes y a enumerarlos uno a uno en mi mente:

1. El verdadero padre de Caleb es Baxter, bien. Eso me tranquiliza.

2. Su madre, Jocelyn, quiso mantener a Caleb a salvó de Baxter, por lo que se casó con Gasper y él crió a Caleb como su hijo.

3. Gasper y mi madre han sido amantes desde... Dios sabe cuanto.

4. Mi padre, cuyo rostro apenas puedo recordar, nos dejó cuando tenía tres años y desde entonces hemos sido solo mamá y yo.

5. Nunca supe las razones de su abandono, pero empiezo a sospechar que tiene que ver con Gasper y conmigo.

La verdad me golpea como a un tren y me tambaleo hacia la pared buscando algo de equilibrio.

Gasper podría ser algo más que el amante imposible de mamá, podría ser mi padre, joder, ¡Podría ser mi padre!

¿Cómo es que no lo ví?

Me resisto a la idea, intento con todas mis fuerzas, pues cuando estuvimos en su casa él... él me trató como una perra y si no hubiera sido por Caleb, quién sabe lo que hubiera pasado.

La simple posibilidad me sacude como terremoto y si no supiera que Caleb en realidad no es su hijo, siento que podría morir, pues entonces seríamos mucho más que primos, seríamos hermanos, hermanos biológicos.

Mi madre no debe saber de Baxter, supongo que Jocelyn se llevó ese secreto a la tumba, y supongo que por eso busca con tanto ímpetu separarnos, incluso si tiene que usar a la policía, ella en realidad piensa que Caleb es mi hermano.

Mi rabia y resentimiento crece a niveles exponenciales y siento como todo mi cuerpo se quema en la cólera antes de girar el pomo de la puerta y salir a trompicones.

A mis espaldas Caleb grita algo, pero su voz suena distante en mi cerebro, como un gruñido a miles de kilómetros.

No tengo idea de lo que le voy a decir, pero lo cierto es que no permitiré que le ponga a Caleb una mano encima y mucho menos a mí, después de que literalmente me ha arruinado la existencia.

C O U S I N S [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora