Sé que no estoy muerta, porque no vi pasar mi vida delante de mis ojos, ni veo una luz al final del túnel. Pero sí si lo estoy, entonces la muerte es algo decepcionante; nada de paz, nada de redención, solo una opresión espantosa en el pecho y la sensación de estar cargando un costal de patatas rancias en la espalda.
¿Y si estoy muerta pero no estoy yendo al cielo?
La angustia me toma por sorpresa y me remuevo buscando y gritando por ayuda, porque alguien venga a decirme qué camino debo tomar para llegar a dónde se supone que va la gente buena, pero nadie viene en mi búsqueda.
¿O acaso no he sido buena?
Recuerdo entonces a Caleb y su mirada pecaminosa posándose sobre mis ojos mientras se mueve rítmicamente sobre mí, llevándome al cielo. Recuerdo sus besos demandantes y lujuriosos, recuerdo el peligro y la adrenalina que supone estar a su lado dejándonos llevar por la lujuria, uno de los siete pecados capitales. Sé que junto a él descubrí mi lado más salvaje, el que iba en contra de mis principios, el que me hacía cometer todos los pecados juntos, sin pensar, sin preguntar, solo dejándome llevar, cayendo en la tentación.
Tal vez esté condenada, pero sé que valió cada maldito segundo y si tengo que cargar este peso por lo que tenga de eternidad, lo haré sin oponer resistencia.
Al aceptar mi final y dejarme llevar, finalmente empiezo a ser consciente de mi entorno. Escucho de nuevo el sonido de los pájaros y el olor a maleza, sudor, sangre y lágrimas se filtra por mis fosas nasales, finalmente abro los ojos.
Estoy viva.
Gian está encima de mí, su rostro desfigurado en una mueca de dolor indescriptiblemente, por un momento pienso que está abusando de mí, pero parece estar inconsciente.
Pataleo y forcejeo hasta que finalmente puedo sacármelo de encima y pongo la palma de mis manos sobre mis ojos, creando un poco de sombra para poder ver más allá del sol cegador. Una palma abierta se extiende en mi dirección, ayudándome a salir.
—Pensé que habías muerto. —Dice Caleb y sus brazos me rodean de manera protectora antes de que pueda procesarlo. Sus labios dejan besitos consoladores sobre mis cabellos revueltos.
—Lo mismo digo. —Logro decir apenas y le devuelvo el abrazo. —Él dijo que... oí el disparo. —Me separo de él para evaluarlo, subiendo de sus pies a su cabeza. Al posar mis ojos sobre sus hombros me fijo en la creciente mancha roja.
Suelto un grito de terror.
—Fue solo un rasguño. Estoy bien. —Me tranquiliza poniendo sus manos sobre mis mejillas. —Todo terminó.
Trato de girarme para ver a Gian, pero Caleb toma mis mejillas con un poco más de fuerza, impidiéndome girar.
—¿Lo mataste? —Pregunto viéndolo a los ojos con lágrimas rodando como cascadas sobre mis mejillas.
Silencio...
—Cal. —Lo llamo de nuevo con voz quebrada, esperando una respuesta.
—No. Solo lo dejé inconsciente. —Sus manos me sueltan poco a poco y me giro para verlo. Sus brazos y piernas están doblados en ángulos extraños, la sangre sale desde algún lugar de su camisa y se derrama sobre la tierra mojada, tornándola de un color peligrosamente oscuro.
—La muerte sería una salida muy fácil para él. —Oigo lo que dice a mis espaldas y sé que tiene razón.
No puedo decir que me siento mal por Gian, o que me gustaría ayudarlo a seguir con vida después de que le diera a mi vida y a la de Caleb, la importancia de un gusano de tierra.
No siento satisfacción, ni gusto de verlo así. Solo sé que todo estará bien a partir de ahora y la paz que esa certeza me transmite es incomparable. Caleb está libre, sus demonios han empezado a alejarse de su silueta, haciéndolo lucir vivo, aunque la sangre derramándose por su camisa esta empezando a alarmarme.
—Bien. —Sentencio y me giro en mis talones, encontrando a Caleb muy cerca de mi, con mirada cautelosa, pero con un brillo que no había visto jamás.
—¿Te parece si nos vamos de aquí? —Pregunta con dificultad y acomoda un mechón de pelo tras mi oreja.
—Pensé que no lo dirías jamás. Pero antes... —Giro de nuevo y salto a la fosa, buscando el maldito teléfono.
—Espero que te pudras en el infierno. —Le digo y me siento tentada a asestarle un golpe, pero me gana mi buena consciencia.
—Vámonos de aquí. —Camino hacia Caleb y le doy un suave beso antes de alejarnos entre los árboles.
Enciendo el celular y lo guardo en mi bolsillo antes de seguir caminando.
—Tenemos que llevarte al hospital. —Señalo su herida. Sé que intenta ocultarlo, pero es bastante más grave de lo que me está diciendo, la sangre y su cara pálida, completamente vacía de color, lo delatan.
—¿P-por qué hacerlo... cu-ando tengo... a mi propia doctora s-sexy? —Logra decir con dificultad y me sonríe antes de hacer una mueca de dolor. Le está doliendo hasta la mierda.
—¿Podrías tomarte esto en serio? —Rezongo rodando los ojos y le doy un golpe amistoso en el hombro sano antes de que pierda momentáneamente el equilibrio. —Oh Dios, ¿Estás bien?— Lo alcanzo y lo sostengo por los codos con fuerza para evitar que se caiga.
Sé que intenta responderme con algo ingenioso, porque veo su sonrisa coqueta bailando en sus labios, pero la falta de oxígeno llegando a su cerebro le impide encontrar algo creativo para responder.
—Shh... —Le digo y acomodo su brazo bueno sobre mi espalda y mi mano rodeando su cintura para que pueda descansar su peso sobre mí, antes de retomar el camino.
Más temprano que tarde veo como se debilita cada vez más, casi al punto en que todo su peso descansa sobre mi y tengo que llevarnos a ambos a través del bosque y como si las cosas no pudieran ponerse peor, escucho las sirenas de la policía a la distancia.
¿Quién carajo ha llamado a la policía?
—Apresúrate, Cal. Tenemos que salir de aquí.
—¿A dónde creen que van? —Una voz grave y escalofriante suena a nuestras espaldas.
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C O U S I N S [TERMINADA]
Teen FictionNo saben en qué parte de la biblia está escrito, que su amor está prohibido e incluso aunque lo intenten no pueden evitarlo, así se caiga el cielo, así se vayan al infierno. Saben que los pecados nos condenan a la desgracia y ellos ya tienen un asie...