Capitulo 15: "Juguemos en el bosque, mientras el lobo esta..." (Pt 2)

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La cabaña está a oscuras siendo iluminada solamente por los escasos rayos de luz del amanecer que se cuelan por la ventana, dándole un ambiente fantasmal y tétrico.

Camino rápidamente hacia la puerta, con la intención de salir de aquel lugar y correr a un sitio seguro, así que me sorprende cuando veo a Caleb apoyándose del barandal de las escaleras para girar y subir al segundo piso.

—¿Qué rayos estás haciendo? —Susurro con pánico.

—Afuera hay dos grados de temperatura y probablemente algunos de los hombres de Baxter montando guardia, listos para dispararle a cualquier cosa que se mueva, no pensarás que saldremos así. —Nos señala, apuntando a nuestros atuendos hechos jirones y nada aptos para protegernos del frío o camuflarnos en el paisaje agreste.

Abro la boca para protestar, pero la cierro rápidamente y lo sigo de manera obediente escaleras arriba.

—¿Cuántas veces has estado acá? —Pregunto al verlo moverse por los armarios de la casa con propiedad, poniendo sobre mi regazo abrigos, zapatos, pantalones térmicos y un par de guantes.

—Las suficientes. —Se limita a responder, pero sé que lo que en realidad quiere decir es: ¿En serio quieres saberlo?

—¿Esta es la habitación de Gian? —Pregunto inspeccionando el lugar.

Asiente.

Sin darle tiempo de detenerme empiezo a abrir los cajones de la cómoda y de la mesa de noche, sin importarme mucho el ruido que pueda estar haciendo.

—¿Qué estás haciendo Jules? —Pregunta horrorizado.

—Shhh. Estoy buscando mi teléfono, Gian debió habérmelo quitado cuando veníamos hacia acá. Si lo encontramos...

—Tendremos las pruebas. —Concluye y asiento.

—Además podremos pedir ayuda.

—¿De quién? ¿Dustin? —Pregunta casi sarcástico.

—A pesar de tu tono sarcástico, puede rescatarnos en su auto.

—¿El que destruyó Gian?

Mierda.

—Puedes decirle en dónde guardas el repuesto de la Ducati. —Sugiero y él me dirige una mirada mordaz.

—Jamás. —Dios, es tan orgulloso. Ruedo los ojos impaciente.

—Lo que digas florecita. ¿Vas a ayudarme a encontrar el teléfono?

—No debe estar aquí. No dejaría algo tan valioso al alcance. Debe tenerlo consigo.

Doble mierda.

—Tenemos que conseguir ese teléfono, Caleb. —Ordeno con determinación. Sé que quiere protestar y decirme que tenemos que llevar nuestro culo a cincuenta millas de aquí lo más rápido posible, pero sabe que tengo razón, así que mantiene sus protestas para si mismo.

—Necesitamos un plan. —Habla al cabo de un rato pasándose las manos por el cabello, exasperado.

Me cambio rápidamente, sin preocuparme porque la ropa me quede muy grande y caminamos de nuevo escaleras abajo.

Cuando estamos a mitad del tramo, Caleb y yo quedamos completamente paralizados; Gian está de espaldas a nosotros justo frente a la puerta, sosteniendo un teléfono en la oreja.

—Claro que salieron imbécil. —Gruñe. —Necesitamos encontrarlos antes de que puedan ir demasiado lejos.

Volteo a ver a Caleb presa del pánico, él solo pone su dedo índice sobre sus labios, indicándome que guarde silencio.

Sé que quiere lograr; la casa está muy oscura todavía, las escasas luces que se cuelan por las ventanas no son lo suficientemente fuertes como para poder revelar nuestra posición, así que, mientras no respiremos y mantengamos nuestra posición como estarías, puede que Gian no nos note.

—¿Por qué siempre tengo que hacer todo por ustedes, malditos imbéciles? —Brama iracundo y como Caleb lo predijo sale de la casa dando un portazo tras de sí.

Suelto el aliento unos segundos después, el alivio corre por cada una de mis venas.

—¿Lista? —Pregunta Caleb y asiento para poner en marcha el apresurado plan para dar con el teléfono.

Nos dividimos por la casa buscando armas para defendernos, él corre hacia el ala izquierda de la casa y yo hacía la derecha. En un par de segundos entro a la cocina y agarro lo primero que encuentro. Una vez armada con mis armas improvisadas vuelvo a la estancia y me encuentro con él.

—¿Una sartén y un tenedor? —Pregunta casi riendo. —No eres muy práctica. —Observa haciéndome entornar los ojos.

Levanto la bota de mi pantalón y le muestro el cuchillo de carnicero que he logrado poner entre mis calcetines y las botas de cazador.

—¿Decías? —Pregunto aclarando la garganta y él alza sus manos en señal de rendición.

—Olvida lo que dije, no quiero meterme con una chica armada hasta los dientes.

—Mejor.

Es entonces cuando observo el arma que empuña en su mano derecha. Un escalofrío me recorre la espina dorsal. Jamás lo había visto sostener un arma, peor aún, jamás había pensado que lo vería sosteniendo un arma. La sensación de peligro es inminente y su expresión sombría y determinada no me hace sentir mucho mejor.

Trago saliva.

—¿Sabes usar una de esas? —Pregunto señalando el revolver con el mentón.

—No. Solo lo he visto en las películas. —Me sonríe aligerando el ambiente y me siento aliviada un par de segundos. No es un matón. Pero si no ha usado una jamás... Dios, espero que mantenga esa cosa lejos de mí, no quiero morir por un disparo accidental.    

Él parece notar mi incomodidad así que me sonríe amablemente y se guarda el arma en la cinturilla del pantalón.

—Por si acaso. —Susurra antes de dar un besito en mi frente. —¿Lista? —Pregunta tomando mi cara entre sus manos y acariciando mi mejilla con sus pulgares.

—No. Pero no tenemos otra opción.

C O U S I N S [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora