Capitulo 11: "Puntadas" (Pt 1)

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Este día ha sido uno de los más largos de mi existencia. Siento los párpados caídos, los hombros pesados y la cabeza tan pesada como un yunque, necesito una cama, necesito dormir para olvidar algo de lo que ha pasado este maldito día, así que agradezco cuando el encargado del Motel Madison —un pequeño hostalito al sur de Basali, cerca de la salida de la ciudad al campo abierto— nos conduce a la habitación más amplia que tiene en el último piso, con una de las vistas más decentes y tranquilas hacia una colina verde e inhabitada.

—Si necesitan algo presionen el cero en el teléfono. —Dicho esto se escabulle de la habitación dejándonos solos.

Me lanzo sobre la cama con gesto teatral mientras Caleb pone los cascos y las mochilas sobre una Poltrona tapizada con flores.

—Mato por una ducha decente. —Suspira y me sonríe indulgente. —Descansa un poco, Julsie. —Se inclina sobre mí rápidamente y deposita un besito en mi frente antes de escabullirse por la puerta a mi izquierda que supongo conduce al baño.

—¿Puedo usar tu teléfono? Necesito avisarle a Dust. —Declaro lo suficientemente alto para que me escuche desde el baño.

—Claro que sí, preciosa. Está en mi mochila. —Se asoma por la puerta del baño terminando de quitarse la camisa ensangrentada por encima de los hombros, revelando ante mí su torso desnudo y bronceado cubierto con tatuajes en zonas específicas como su pecho, justo encima de su corazón, y en su vientre, junto a sus costillas. Quiero seguir observando para gozar un poco más del paisaje que ofrece y tratar de descifrar alguno de sus tatuajes, pero se ha dado cuenta de mi mirada indiscreta al tiempo que suelta una risita cómplice.

—Lo siento. —Me disculpo rápidamente llevando un mechón de cabello tras mi oreja mientras agacho la mirada, ocultando mi rostro ruborizado.

No me dice nada pero deja la puerta del baño deliberadamente abierta mientras escucho como se deshace del resto de su ropa antes de dejar correr la regadera.

—Dios. —Sonrio contra mi voluntad mientras me muerdo el labio inferior, dejando correr mi mente libremente, imaginando cómo sería entrar con él al baño, bajo esa ducha caliente, sintiendo su piel cálida contra la mía.

Trago fuerte.

Sigo fantaseando brevemente hasta que su celular vibra en mis manos iluminando la pantalla para mostrar un mensaje entrante de Gian.

Que pasó contigo? Te desapareciste.
Vas a hacer el trabajo, o qué?
                                                              10.23 p.m.

Sé que no es de mi incumbencia, sé que no debería meterme en su trabajo y menos cuando estamos tratando de encontrar una manera para que pueda salir de ahí, así que haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, salgo del chat completamente asqueada.

Me dirijo rápidamente al teléfono y tecleo el número de Dust que tengo memorizado como un tatuaje cerebral, para hablar con él y hacer un recuento de los eventos recientes.

—¿Aló? —Contesta del otro lado de la línea, evidentemente confundido por recibir una llamada desde el celular de Caleb. —Escucha amigo, ya me diste el dinero, no pienso devolverlo porque soy una pobre víctima y es lo menos que merezco.

—Dust, soy yo. —Hablo soltando una risita y él suspira de alivio.

—Pensé que habías muerto corazón, ¿Cómo estás? Caleb no quiso decirme lo que estaba pasando. —Acusa enojado. Evidentemente Cal no es su persona favorita en el mundo.

—Yo tampoco lo haré... por ahora. —Aclaro rápidamente. —Solo quería decirte que estoy bien y que no estaré en la ciudad un par de días.

—¿Qué? Espera, no quiero arruinar este intento de luna de miel incestuoso, pero, ¿¡Estás demente!? El final de sociales es mañana, y no te olvides del taller de trigonometría. —Grita casi al borde de un colapso nervioso.

—No es una luna de miel, Dust. Solo no quiero estar en casa ahora. Juro que todo tiene una explicación válida, pero por ahora todo lo demás tendrá que esperar. —Trato de justificar sin querer explicar mucho.

—Tienes razón. Esto no es nada propio de tí, así que algo muy turbio debe estar ocurriendo. —Reconsidera luego de un rato. —¿Puedo al menos pedirte que te cuides mucho?

—Claro que puedes Dust. Y sabes que lo haré. —Sonrío amargamente y me despido con un beso al aire antes de finalizar la comunicación.

Suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo antes de sacarme la ropa llena de sudor, sangre y decepción, para ponerme un viejo suéter de cachemira que se ha colado en mi mochila.

Me he dado cuenta que se me olvidó empacar pantalones así que intento buscar algo con que cubrirme pero Cal me detie ne con su voz resonando a mis espaldas.

—Te ves bien así. — Murmura con su voz ronca y sexy, enviando oleadas de calor por todo mi cuerpo. Pienso en excusarme diciendo que tengo frío, pero de repente me siento muy caliente y ansiosa.

—Gracias. Creo. —Respondo tímida y me giro para verlo frente a mí del otro lado de la cama.

Su cabello cobrizo cae sobre su cara suavemente goteando pequeñas y delicadas gotitas de agua sobre su cara y hombros. Su cuerpo brilla húmedo, agua cayendo por su torso y brazos desnudos, como pequeños diamantes que lo hacen brillar a la luz artificial de los bombillos. Su brazo ensangrentado ahora es cubierto por una toallita que presiona con su brazo libre haciéndolo lucir más fuerte debido a sus brazos en contracción.

Trago fuerte.

De repente se me olvida el resto del mundo, el resto de muebles de la habitación y el montón de problemas que tenemos ahora. Solo puedo verlo a él.

—Perdón. —Me excuso de nuevo apartando la vista cuando me doy cuenta que me he quedado observandolo más tiempo del necesario. —Creo que deberíamos coser eso. —Señalo con el mentón en dirección a la herida que cubre con la toalla, tratando de cambiar el rumbo de mis pensamientos lujuriosos. Él luce un poco decepcionado pero acepta seguirme la corriente:

—No está tan mal, solo necesito una venda. —Trata de oponerse, a pesar de que fue él quien me sugirió la idea en primer lugar. No sé a qué se debe su negativa; inicialmente pienso que no quiere romper el pequeño momento que acabamos de tener, pero luego me inclino por la voz en la parte de atrás de mi cerebro que me recuerda el miedo irracional a las agujas que tenía cuando éramos pequeños.

—¿Sigues teniendo miedo a las agujas? —Pregunto entre divertida y enternecida.

—Claro que no. —Repara rápidamente.

—Entonces tienes miedo de que sea yo quien la use. —Sugiero.

—Confío plenamente en ti, Jules. Puedes hacer conmigo lo que quieras. —Su tono es mucho más bajo ahora y me dedica una sonrisa de medio lado que me desordena la cabeza.

Concéntrate, maldita sea.

Trago saliva y trato de poner mis pensamientos en orden antes de responder.

—Ten cuidado con tus palabras o puede que te terminé cosiendo la boca.

Mi respuesta lo toma por sorpresa y suelta una carcajada entretenida que resuena por toda la habitación cómo la más maravillosa de las melodías. Es un sonido tan contagioso que me hallo riendo con él unos segundos después, liberando un poco la opresión que se ha instalado en mi pecho con los eventos recientes, es un alivio.

—No inventes, Jules, que miedo. —Dice entre risas. Se ha descuidado un poco así que la toalla que envuelve su herida se ha movido un poco hacía abajo y cuando trata de acomodarla suelta una mueca de dolor.

—Ven aquí. —Ordeno suavemente poniendo mi trasero sobre la cama, mientras palmeo mi mano sobre la colcha, invitándolo a que se siente conmigo. —Si te portas bien puedo darte un premio. —Sugiero.

—Por favor no pongas ideas en mi cabeza, no es un juego limpio. —Susurra con necesidad mientras se sienta a mi lado y me mira con sus ojos avellana luciendo más oscuros y atrapantes.

—Tu eres el de la mente sucia, yo hablaba de dulces. —Susurro de vuelta, tratando de parecer inocente, pero él no se lo cree. —Ahora, déjame trabajar.

C O U S I N S [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora