Las palmas de las manos me tiemblan mientras tocó el timbre mecánico y oxidado de su casa. Siento como si no hubiera venido en siglos, a pesar de que solo han pasado un par de años. Todo sigue igual, las plantas, las flores trepadoras, el color de las paredes del antejardín, el tapete felpudo color beige que dice "bienvenidos"
Me limpio el sudor de las palmas en los laterales de mis vaqueros y espero.
—No esperaba verte aquí. —Dice ella apenas abre la puerta, mirándome sin revelar nada. —Pasa.
—Gracias por recibirme, abuela. —Le digo, probando las palabras mientras paso por el marco de la puerta, dirigiéndome al recibidor.
—¿A qué debo tu visita? —Dice y nos guía hasta el sofá para que tomemos asiento. Todo esto es incómodo, ajeno, como si no fuera mi familia en realidad.
—Mereces una explicación. —Empiezo a apretarme los dedos con nerviosismo.
—¿Cómo de la vez que me mentiste para que fuera tu moneda de canje? —Me acusa y yo bajo la mirada.
—Lo siento. No sabía qué más hacer... No quería hacerte sufrir, pero tenía que sacar a Caleb de ahí, todo lo que dijo ella es... es mentira. —Las palabras dejan tan rápido mis labios que apenas siento que las pudo entender.
—Pudiste haber sido honesta conmigo, y con todos. —Concede, hablando con un tono menos severo esta vez.
—Abuela no sabía qué hacer con todo aquello, guardando secretos que no me corresponden, no quería lastimar a nadie, no quería perderlo... o perderte a ti. —Finalizo, añadiéndola a la ecuación para evitar sentir ese dolor en el pecho al pronunciar su nombre o siquiera pensar en él. Antes de que pueda controlarlo, nuevas lágrimas se agolpan detrás de mis ojos.
—No tienes porque cargar todo ese peso, Jules. No te corresponde.
—Al menos quiero explicarte, por favor. —Ruego y me atrevo a mirarla. Ella me da un leve asentimiento con la cabeza así que doy un largo suspiro y empiezo a hablar: —Mi verdadero padre es Gasper, Nora y él han estado juntos por muchos años.
—¡¿Ósea que Caleb y tú son... —Habla con pánico y me apresuro a tranquilizarla.
—¡No! Antes de estar con Gasper, la tía Jocelyn estuvo con un tipo llamado Aaron Baxter. ¿Lo conoces? —Pregunto y veo como los engranajes de su cerebro empiezan a trabajar, buscando entre los recuerdos empolvados de su cerebro.
—No era un buen tipo. Creo que tenía malos negocios. —Rememora y aunque sé que no me dice todo decido no preguntar más.
—Él es el padre de Caleb. La tía Jocelyn lo dejo por Gasper, porque pensó que podría darle un futuro mejor.
—¿Y tu como sabes todo eso? —Pregunta atando cabos.
—Conozco a Baxter. —Su expresión adquiere cara de signo de interrogación, pero decido que no voy a decirle más sobre eso, así que cambio rápidamente de tema: —Nora piensa que Caleb es mi hermano en realidad, así que hizo todo esto para separarnos.
—Sigue siendo tu primo. —Dice con un hilo de voz.
—Lo sé, pero no me había sentido así por nadie, abuela. Hemos sido tan orgullosos, tan testarudos y a veces tengo ganas de ahorcarlo, pero... Lo amo. —Finalizo antes de romper de nuevo en llanto.
—Supongo que siempre lo supe. ¿Sabes? —Dice, haciéndome girar a verla. —Siempre juntos, como imanes. Él siempre te mira como si fueras la cosa más linda que ha visto en la vida, son sus ojos abiertos y brillantes. Siempre te ha protegido, como si fueras de cristal. Cuando la corte falló en contra de Gasper le ofrecí venir aquí, pero insistió en ir contigo y con tu madre.
—No lo sabía. —Lloro a mares mientras la escucho, sintiendo que mi corazón se vuelve a romper en mil pedazos.
—Escucha, Jules. —Dice y me toma de las manos, acariciándolas pausadamente. —No tienes la culpa de los errores que haya cometido tu madre, ni tu padre, ni siquiera Jocelyn o Aaron. Y yo no puedo culparte por enamorarte de Caleb.
—Sé que está mal, pero no puedo evitarlo. Él es todo lo que quiero.
—No esperes mi bendición, no puedo... aprobar lo que hay entre ustedes. —Declara y me rompe un poco el corazón. —Pero esa es una decisión que no me corresponde, es algo que solo pertenece a ustedes y es su responsabilidad elegir con sabiduría. Caleb y tú han sufrido mucho con los errores de sus padres y no quiero que una decisión incorrecta los haga sufrir más. ¿Entiendes? Ambos merecen ser felices. —Termina de decir y me mira casi con ternura.
—Entonces, ¿No me juzgas? —Pregunto sorbiendo por la nariz.
—Claro que no, mi niña. Los amo mucho a ambos como para juzgarlos y después de todo lo que han pasado sé que merecen todo lo bueno que haya en el mundo.
Sus palabras son como medicina de acción instantánea, llegando directo a mi corazón y haciéndome sentir imparable. Siento que tengo un nuevo propósito, siento que la esperanza ha vuelto a crecer y que tal vez, al final, mi historia con Caleb si sea posible y no sea un pecado capital.
—Tengo que encontrarlo. —Me pongo de pie tan rápido que veo lucecitas en la parte de atrás de mis ojos. La abuela suelta una risita y me ayuda a sentarme de nuevo.
—Linda, han pasado cinco días desde que salió de prisión y él se fue justo después.
—¿Qué se fue? ¿A dónde? —Pregunto. El pánico está creciendo en mi interior.
—Nadie lo sabe. Después de que saliste del pabellón él intentó salir detrás de ti, pero lo retuvieron un tanto más y cuando lo dejaron ir se fue en su moto como un alma en pena sin decir a donde.
—Pero no puede estar lejos. ¿Verdad? —He empezado a llorar de nuevo.
—Al menos no a menos de cinco kilómetros a la redonda. —Dice trayendo a colación la orden de alejamiento que le puso mi madre.
—Nora. —Su nombre sale casi como un gruñido y aprieto los puños con fuerza. —Aunque estuviera cerca no podría verlo por culpa de ella y de esa maldita orden.
—Es tu tutora legal, ella tiene la sartén por el mango. —Acota con pesar y toma de nuevo mis manos, acariciándolas hasta que me hace aflojar los puños.
—Estoy jodida. —Pongo mi cabeza entre mis manos a punto de hiperventilar. —A no ser que consiga otro tutor legal. —Arrojo y la miro desesperada. Ella niega con la cabeza.
—Puedes cambiar de tutor legal por muerte o por negligencia. En tu caso no es ninguna y ella no dará su brazo a torcer.
—¿Qué sabes de ella? —No puedo evitar preguntar.
—No mucho. Desde nuestra última charla física en el pabellón de la cárcel no es alguien de mi entero agrado. —Sonríe tristemente.
—Tampoco es alguien de mi entero agrado y supongo que es mutuo. Así que supongo que por ahora estoy jodida. —Me lanzo con dramatismo hacia atrás en el sofá.
—Esa boca. —Me golpea el muslo en reprimenda pero no veo enojo en sus ojos, solamente una tremenda, tremenda empatía. —Deberías esperar a hacerte mayor. —Propone en broma pero en cuanto lo dice sé que es mi única opción.
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C O U S I N S [TERMINADA]
Ficção AdolescenteNo saben en qué parte de la biblia está escrito, que su amor está prohibido e incluso aunque lo intenten no pueden evitarlo, así se caiga el cielo, así se vayan al infierno. Saben que los pecados nos condenan a la desgracia y ellos ya tienen un asie...