"Cuando todo va mal, no debe ser tan malo probar lo peor."
Francis Herbert Bradley
A Emilia le dolían las rodillas de tanto correr. Trató de frotarlas con sus manos y darse un masaje en las piernas endurecidas, mientras tomaba aire con urgencia. Su pecho se agitaba con fuerza por la falta de estado aeróbico y tenía un dolor punzante en su abdomen. Aunque la situación no ameritaba ponerse a reflexionar, no podía apartar de sí misma la curiosidad sobre qué se proponía Ícaro haciéndoles correr por el parque como si se tratara de una maratón.
Un par de gotas de sudor cayeron por su frente y fueron a parar al suelo. Levantó la vista y vio cómo los tres chicos se perdían de vista. Se sentía débil, contrariada y sin objetivos. Estaba perdida, existencial y geográficamente. Miró a sus costados, y solo encontró la misma vegetación que en el resto de la zona. Nada particular que la ayudara a orientarse. La única opción que tenía era seguir al resto del grupo y dejar de lamentarse de su estado deplorable.Tomó aire pero, antes de comenzar a moverse, se le escapó en un suspiro de resignación. Volvió a llenar sus pulmones y aceleró resuelta a no perderlos.
Chester corría tranquilamente, su cuerpo estaba acostumbrado a hacer prácticas más exigentes. Aún tenía dolores por los golpes y la mala noche que habían pasado, pero se estaba recuperando rápidamente y no se sentía mermado en su capacidad física.
Tenía en claro que habían llegado allí por su petición, pero esto no era lo que había esperado. Llevaba varios metros sin dejar de lanzarle miradas de desafío a Ícaro. El muchacho les dijo que fueran con ropa deportiva y cuando llegaron los puso a correr sin charla previa. Al principio pensó que se explicaría durante el camino o los llevaría a otro lado, pero a medida que pasaban los minutos comenzó a sospechar que su objetivo fuera otro, y no dejaría de mirarlo hasta que no hablara.
Emilia había desaparecido, pero no podían esperarla. Julien, por su parte, trataba de llevarles el ritmo. Aunque se notaba que la estaba pasando mal, no se permitía quedar atrás. Le dolía todo el cuerpo, no era un atleta como su hermano ni como el malabarista de fuego. Pero las palabras de los captores no dejaban de darle vueltas por la cabeza y ahora le herían con fuerza, como latigazos sobre carne viva. Si se dejaba vencer en esa carrera, ellos ganarían. Y no solo eso, les demostraría que tenían más que razón, que era una raza inferior y ni siquiera podía correr largas distancias. Era más débil de lo que siempre había creído. Más débil que un "simple mortal".
Ese sentimiento de impotencia e inutilidad le lastimaba a cada paso, junto a la rigidez y el dolor que crecían de manera amenazadora en su cuerpo. Él insistía en seguir, como un robot que tiene programada una tarea, pero sus pies se resistían a continuar, y comenzaba a sentir cómo todo se salía de control. A Chester no se le escapaba esta situación, por lo que alternaba entre miradas desafiantes y de apoyo entre uno y otro.
Julien evitaba mirarle, sabía que no podría mentirle con los ojos y que si hacía contacto visual, toda su fachada de superpoderoso se caería de golpe hecha añicos. Y no estaba seguro de poder reconstruirla. No ese día, no después de todo lo que pasó. Sintió que si se dejaba derrumbar, volvería a ser el de antes; el niño que jugaba bajo el ala protectora de su hermano mayor; el que lloraba cuando se lastimaba; el que se daba el lujo de ser caprichoso y vulnerable porque siempre tendría a León cuidando de él.
Pero las cosas no se dieron como esperaba que fueran el resto de sus vidas. Un buen día todo cambió y él pudo ver cómo su hermano mayor se destruía hasta quedar reducido a un cuerpo carente de voluntad y ganas de vivir. Cuando su poder emergió, lo hizo en el peor momento, quitándole la vida a un joven de su club. Después de eso, ambos dejaron de ser los mismos de siempre. Y el que protegía y cuidaba era Julien, y el vulnerable y pequeño era Chester.
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Hielo contra fuego
FantasySiempre nos dijeron que los opuestos se atraen. Que el agua y el aceite son la pareja perfecta, como el hielo con el fuego. También escuchamos que del amor al odio, y viceversa, hay un solo paso. La cuestión es que no todos quieren dar ese salto de...