"La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse."
Oscar Wilde
Solo bastaron unos días más de práctica para que Emilia consiguiera atrapar las mazas del lado correcto. Se sentía feliz con el nuevo logro y preparada para el siguiente paso. Aun así estuvo varias horas dándole vueltas al asunto hasta que se animó a hacer la llamada.
Se arrinconó en una esquina de su habitación y se sentó en el piso. Escuchó atentamente cada sonido de espera hasta que atendió el contestador y colgó con el corazón a mil. No entendía por qué se ponía tan nerviosa.
Respiró profundamente mientras veía el reflejo del sol entrar por la ventana y desenfocaba la vista para volcarse a su interior. Quizá su ansiedad se debía a lo riesgoso que fue su primer encuentro ¿Aceptaría si la citaba para ir a la fuente de nuevo? No se sentía a gusto yendo sola a ese lugar nuevamente. Una vez fue demasiado. La segunda tal vez no sería tan afortunada. ¿Qué pasaría si él llegase tarde?Antes de que tomara una decisión, el aparato vibró en sus manos sobresaltándola. El nombre "Ícaro" apareció en la pantalla y ella contestó con los dedos torpes.
—Hola —fue lo único que atinó a decir.
—Emilia, me llamaste.
—Sí, disculpa —"¿por qué me disculpo?" pensó de forma fugaz—. Es que... quería avisarte que ya estoy lista para continuar —El silencio del otro lado de la línea le indicó que debía decir algo más—. Estuve practicando mucho —añadió con la voz aguda, como si de repente se hubiese reducido a un tercio de su tamaño o hubiese inhalado helio. Escucharse a sí misma la hizo callar de vergüenza.
—Entonces demuéstralo —alentó la voz desde el otro lado de la línea.
¿Qué quería decir con todo eso? Ícaro era demasiado breve para su tranquilidad mental.
—No entiendo, ¿nos reunimos de nuevo? —preguntó con miedo de lo que podría venirse.
—Mañana a las tres de la tarde daré una demostración. Tú me acompañarás.
Y dicho eso, le mencionó la dirección y se despidió. Al menos no colgó abruptamente como la vez pasada. Emilia corrió a buscar un papel para anotarla, evitando pensar en otra cosa para equivocar los datos.
Luego se asomó a su ventana. Pensó en el Ícaro de la mitología que quiso volar muy alto, y por instinto se aferró a la madera. Ella no estaba lista para las alturas. Así que se alejó y saltó sobre su cama para rodearse con las sábanas mientras pensaba que al día siguiente tendría un show. Esto era un curso acelerado, definitivamente.
Cuando sonó el despertador y trató de apagarlo, se dio cuenta de que había exagerado con la preparación previa. Le dolían todos los músculos por la mezcla de nervios y la práctica en exceso. Se dio una ducha y habló con Josefina para pedirle que la cubriera nuevamente. Tuvo que rogarle, pero finalmente lo consiguió a un precio elevado: Irían juntas.
Aunque no quisiera admitirlo, eso, en el fondo, le daba cierta calma. Al menos no estaría sola, y si salía todo mal ella la aplaudiría de todos modos, dándole ánimos. Solo esperaba que Ícaro no se molestara por la invitada. Trataría de mantener a Jose alejada para poder conversar con él, sino todo sería en vano.
Al llegar al lugar que acordaron, a unas cuadras de la plaza donde sería la muestra, su amiga fijó su mirada en las mazas que sobresalían de su bolso. Emilia había omitido ese pequeño detalle para no tener que hablar demasiado por teléfono.
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Hielo contra fuego
FantasySiempre nos dijeron que los opuestos se atraen. Que el agua y el aceite son la pareja perfecta, como el hielo con el fuego. También escuchamos que del amor al odio, y viceversa, hay un solo paso. La cuestión es que no todos quieren dar ese salto de...