Capítulo 11 "Espejo"

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"Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte."

Julio Cortázar

  La tormenta arreciaba con fuerza todo a su paso. Emilia cerró los ojos y se dejó abrazar por la calidez que brotaba de su cuerpo. Sintió como si un campo magnético se forjara a su alrededor. No quería pensar en lo que estaba sucediendo, solo sentirlo y dejarlo penetrar cada poro de su piel y cada célula de su cuerpo.

  Tiempo después, cuando ya había absorbido todas las sensaciones que podía percibir, volvió sobre sus pasos. Se sentía observada y eso le daba cierta certeza de que no estaba sola. Pero tampoco acompañada en un sentido real. Era difícil de comprenderlo, por ello permitió que el pensamiento se escabullera en el océano de su mente. En otro momento lo rescataría.

  El mundo se sentía como una gran pasarela por la que ella desfilaba. El mensaje era claro: soy. Sin dudas ni miedos, soy. Cuando el ser se conjuga con su potencial y comienza a descubrirse, es el momento en el que uno deja de ser una sombra para encarnar su verdadera esencia. Y eso es lo que Emilia estaba haciendo.

~*~

Día del baile

-8 am-

  Al abrir los ojos recordó que ese día tenía el baile de graduación. Fue hacia el baño arrastrando los pies mientras recordaba la noche pasada. Una sonrisa de victoria se dibujó en su rostro. La chica que la miraba desde el espejo era distinta y ella le dijo, sin miedo a ser escuchada, "¿Estás de reemplazo o te quedarás para siempre?, me da gusto verte".

   Marina le preguntó, mientras desayunaban, con quién iría y ahí comenzó todo. Su tía le reprochaba no haber buscado pareja y ella insistía en que, a pesar de estar en el siglo XXI, el hombre debía tomar la iniciativa. Octavio no quiso meterse en la discusión, pero evidentemente opinaba lo mismo. Finalmente Emilia optó por usar su comodín, el eterno salvador de su existencia: Jorge.

   Una, dos, tres llamadas y nada. Intentó tantas veces que al final perdió la cuenta. Estaba sentada en la escalera y con la mirada perdida, sumida en sus reflexiones. Allí se percató de dos cosas importantes. Una: realmente sí quería ir al baile, y dos: no quería ir con Jorge. "¿Ahora qué hago?", tenía miedo de seguir el curso de sus ideas y admitir que lo único que deseaba era ir con Chester.

   Un pensamiento la reprendió, estaba olvidando quien era la noche pasada. Su verdadero yo no se quedaría con una segunda opción, debía ir por la primera, por lo que realmente quería. Marina la observó en silencio levantarse y salir de la casa.

   Se secó la ansiedad que brotaba de sus manos, antes de golpear la puerta. La espera se le hizo eterna. Volvió a llamar. Nada. Su inseguridad la hizo retroceder unos pasos. Dos facetas de sí misma se encontraban en conflicto. La tímida Emilia, que quería encerrarse en su habitación y no ir al baile, a pesar de quererlo. Versus la nueva Emilia, que quería ir con su vecino y ser la más hermosa de la noche. Su más reciente versión la impulsó a cortar la distancia y retomar su puesto. Antes de golpear por tercera vez, mientras sostenía el puño en el aire, abrieron.

Era Chester. Él sonrió y la invitó a pasar, a lo que asintió nerviosa.

—Me da gusto verte, Julién me comentó unas cosas y quería hablarte de ello.

Hielo contra fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora