Un fragmento de verdad

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Pssst... Volví, volvimos. La verdad es que me está costando mucho sentarme a escribir, así que cualquier comentario sobre la historia y muestra de apoyo será doblemente bienvenida =)


Despedirse de sus tíos fue más difícil de lo que había imaginado y ensayado mentalmente. Ese día dejó su habitación como si fuera a volver luego de un par de días y cerró la puerta diciendo hasta luego.

En contra de su voluntad, tuvo que lidiar con una despedida masiva en la terminal de ómnibus. Sus tíos, los Lucón, Jo y un inesperado Ícaro. Abi y Jorge trabajaban, para su alivio.

Con las lágrimas al borde de empañar su mirada, los abrazó a uno por uno y luego dejó su valija.

Diana se acercó antes de que subiera y le dio un último regalo.

—Esta foto no estaba entre los álbumes que vimos. Espero que te acompañe y, cuando te sientas sola, puedas verla para recordar que tienes una familia grande y diversa... Te queremos mucho.

Esa última frase hablaba por sus hijos. Emilia pudo comprender el sentido y sonrió mientras tomaba la imagen entre sus dedos.

Era una increíble fotografía de grupo. La muchacha no pudo contener la sorpresa y se la mostró al resto sin dar crédito a sus ojos. Ícaro, que estaba atento a todo el ritual de separación, algo completamente nuevo para él, se asomó por detrás para contemplar qué era lo que tanto revuelto causaba.

En la imagen estaban sus tíos, sus padres con una Emilia bebé entre los brazos, los Lucón con un niño a sus pies, que debía de ser Chester en sus primeros pasos, abrazando a un perro joven. Lo reconoció al instante, era el que habían maquillado en otra ocasión, siendo más grandes. Julien no había nacido ni se lo veía asomar en la panza de su madre. Pensó que solo él faltaba para que fuera perfecta y lo echó de menos.

Verlos a todos juntos le producía mucho extrañamiento. Era la prueba de que lo que había escuchado en su cumpleaños era cierto. En un pasado, habían sido una familia unida, llena de buenas anécdotas y momentos juntos. Recuerdos que ahora solo perduraban en esas imágenes que el tiempo y las malas decisiones no podían borrar. Sabía que estaba lejos de comprender todo lo que había pasado entre ellos y ansiaba poder llenar esos huecos en la memoria y reparar lo que todavía perduraba. Nada sería igual, pero todo no estaba perdido.

Ícaro le solicitó verla de más cerca y Emilia se la acercó, para explicarle quiénes eran, aunque resultara obvio.

—Cuando eras bebé nos juntábamos de vez en cuando. ¿Ves? Nos conocimos antes aunque no lo recuerdes —acotó el Señor Lucon.

—¿Era su perro? —preguntó Ícaro.

—Sí, los chicos lo pintaron una vez. Esa foto es mi favorita —respondió Emilia.

—En realidad no era nuestro. Lo cuidábamos para alguien.

—¿Un samoyedo?

—Sí, de esos.¿Conoces la raza? Era muy bueno con los niños.

—Algo, me gustan los animales. ¿Cómo se llamaba? —siguió con notable curiosidad.

—Ninfa.

—Un nombre raro, ¿no? —comentó la muchacha.

El resto de los pasajeros había abordado el colectivo, y el señor que controlaba los pasajes la apuró con la mirada.

El chico de fuego se debatió entre hacer una última pregunta pero Emilia cortó el silencio antes de que lograra soltarla.

—¡Gracas por venir y por los regalos! —Había recibido un par de cosas de parte de cada uno—. Nos veremos pronto —Luego se dirigió hacia sus tíos para un abrazo final—. No me extrañen, yo no lo haré —mintió para hacerlos sentir bien y todos rieron.

Hielo contra fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora