"La sangre es un veneno: cuánto más se derrama, más fertiliza el odio"
Tropa de Elite
Emilia abrió los ojos cuando una sensación de vértigo la despertó. Faltaban cinco minutos para que sonara su alarma. Trató de pensar en lo que había soñado pero no lograba recordarlo. Algo la incomodaba. Miró a su alrededor, sintiéndose observada, pero todo estaba en su lugar.
Ya llevaba dos semanas de entrenamiento. Ícaro había reaccionado de un modo extraño cuando ella le comentó la conversación con su madre. Le dijo que era cierto, pero de una manera extraña. Como si a través de su actitud le dejara entrever que habían más cosas allí ocultas. Y eso le extrañaba, no porque le ocultara información sino porque le hiciera saber que lo hacía. Una mala actuación voluntaria. Su mentor lo hacía a propósito ya que algo así no se le escaparía. Él quería que ella supiera que no había indagado lo suficiente, al mismo tiempo en que se tragaba su opinión para ser imparcial.
—La llama de una vela no se apaga porque sopla el viento. El viento sopla porque la llama debe apagarse —le dijo una tarde particularmente ventosa en la que el sol comenzaba a extinguir sus últimos rayos de luz.
—No lo entiendo —musitó ella.
—Algún día comprenderás —comentó con una sonrisa franca. Sus ojos brillaban de una manera extraña. ¿Era tristeza?, se preguntó Emilia tratando de descifrar esa expresión tan nueva y conmovedora.
—Espero hacerlo por las buenas —se animó a decir, al verse afectada por el ánimo de Ícaro.
Él solo se limitó a ofrecerle una sonrisa rota.
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Seth caminaba a un paso veloz por el centro de Los Sauces. La gente se movía cediéndole el paso y abriéndose ante su presencia como las aguas ante Moisés. El pelirrojo iba cantando para sí mismo una melodía en latín, el Dies Irae del Réquiem de Mozart. Se encontraba de buen humor: Eleonora confiaba en él, Ícaro estaba de su lado y los anillos comenzaban a sincronizarse.
Los portadores de las joyas pronto comenzarían a sentir los efectos del proceso. La función estaba por comenzar.
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Julien continuaba acumulando heridas en cada nuevo encuentro con su instructor. Ya se le habían agotado las excusas para con su familia y la situación estaba cada vez más oscura. Chester había logrado grandes avances, pero a veces se preguntaba si Ágatha estaba siendo un poco blanda con él.
Conocía el temperamento de Ícaro y el de Baltazar, por medio de su hermano. En cambio, la muchacha solo le daba sonrisas y jugaba con su cabello colorido mientras le enseñaba a desarrollar la plasticidad de su elemento.
—A este paso, pronto seré un artesano de hielo —le confesó su preocupación a su hermano, mientras arrojaba una pelota de tenis hacia arriba y la volvía a atrapar con la misma mano; una y otra vez.
El menor de los Lucón estaba sentado sobre el alféizar de la ventana de su cuarto y desde allí observaba a León, recostado sobre su cama.
—A propósito, deberías comenzar a lavar tus sábanas. Ya van dos veces que Mamá encuentra rastros de sangre. Y ahora que estoy aquí veo otros más.
—Las cambio cada dos días, ¿qué quieres que haga? Es demasiado llamativo. Debería dormir en el piso o sobre un plástico —sugirió con sarcasmo.
—Deberías dejar de lastimarte. Estás muy delgado, si sigues así solo lograrás consumirte.
—Y una vez consumido solo me queda mejorar. Estoy pensando en irme, al menos en lo que queda de vacaciones.
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Hielo contra fuego
FantasySiempre nos dijeron que los opuestos se atraen. Que el agua y el aceite son la pareja perfecta, como el hielo con el fuego. También escuchamos que del amor al odio, y viceversa, hay un solo paso. La cuestión es que no todos quieren dar ese salto de...