Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos
No podíamos engañarnos.
J.L.Borges
Lunes, martes, miércoles...
Los días se pasaban como una nube negra que oculta el sol y amenaza con la proximidad de una tormenta. Emilia no había vuelto a sacarse el anillo y se pasaba gran parte del tiempo observándolo y tratando de descifrar su historia. Por su parte, Abi no le dirigía la palabra y Jo estaba tan preocupada por los exámenes que no sacaba los ojos de los libros.
Todo eso debería importarle, pero no lo hacía ni remotamente. Emilia se sentía más en un sueño que en la realidad. No lograba concentrarse y se manejaba por la vida como un robot en modo automático. A veces estaba tan ausente que comenzaba a experimentar cosas nuevas, como salir a correr bajo la lluvia o ducharse con agua helada a las seis de la mañana. Pero nada le resultaba suficiente como para mantenerla en estado de alerta. Necesitaba algo que la traiga de vuelta a la realidad. Chester la evitaba y sólo la saludaba de lejos cuando se cruzaban evitando mayor contacto, sus amigas le eran indiferentes y Jorge estaba de viaje por una producción fotográfica. No tenía en quien confiar.
Tampoco había vuelto a ir a la psicóloga. Si antes la daba un caso perdido por la falta de resignación hacia el abandono de sus padres, ahora menos podría comprenderla. Seguramente comenzarían a medicarla y todos sus planes a futuro serían desbaratados por alguna enfermedad inventada que la dejaría bajo la observación constante de sus tíos y algún psiquiatra. En el peor de los casos, la enfermedad podría volverse real si ella llegara a creerla. Pero sabía que ese no era su caso, había algo que le impedía tragarse la historia de un abandono por incapacidad para criarla así como la de un anillo misterioso para adornar su mano. Si había algo que le gustaba eran los rompecabezas y estaba dispuesta a todo para juntar las piezas que tanto se le escapaban.
Era la última semana de clases y la mayoría de los alumnos ya sabían su situación en las distintas asignaturas. Algunos se encontraban dando los últimos manotazos de ahogado, en cambio Emilia sabía que estaba aprobada en todo. A pesar de la falta de atención, la llevaba bastante bien. Su buen rendimiento durante el año había logrado hacer la mayor parte y los profesores promediaban para arriba todos sus exámenes esperando que eso la motive a seguir una gran carrera profesional como su flamante tío que fue promedio perfecto en sus épocas de cursado en el mismo colegio.
Sonó el timbre del recreo y muy pocos salieron a distenderse. La mayoría repetía frenéticamente las fórmulas para el examen de física que se avecinaba o buscaban la forma de poder copiar. La atmósfera estaba viciada de desesperación y eso la exasperaba. Necesitaba aire fresco por lo que salió a caminar por los pasillos. Para su sorpresa estaba muy concurrido por los estudiantes menos aplicados, que paseaban y reían como si se tratase de un día normal. Le pareció demasiado abarrotamiento y necesitaba más espacio, así que salió al patio central.
Vio el sauce en donde conoció a Julién, y sonrió al recordar la amable forma de presentarse que tuvieron ambos. Ese día estrenó su mechón rosa que ahora se encontraba desarreglado y con el color compartido por las raíces de su cabello natural. Ya no tenía necesidad de retocarlo, lo dejaría irse de a poco para perderlo del todo cuando comience la universidad. Cuando llegue ese día, dejaría todo esto atrás. A pesar de no haberse decidido, tenía la idea fija de irse lejos. Sus tíos estaban dispuestos a ayudarla económicamente así que no tendría problemas para mudarse.
El sol se colaba por entre las ramas de aquel magnífico árbol. Decidió sentarse allí, rodeada de un par de raíces que sobresalían, y volvió a la tarea de escudriñar su anillo. En realidad no pensaba, sólo se perdía entre sus venas doradas y evadía la realidad de que su vida cambiaría en los próximos meses.
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Hielo contra fuego
FantasySiempre nos dijeron que los opuestos se atraen. Que el agua y el aceite son la pareja perfecta, como el hielo con el fuego. También escuchamos que del amor al odio, y viceversa, hay un solo paso. La cuestión es que no todos quieren dar ese salto de...