Capítulo 17 "La fragilidad de las relaciones"

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          "Sólo los buenos sentimientos nos unen, jamás el interés determinó vínculos estables."

                                                                                       Auguste Comte 

   Llegaron a un lugar apartado y se quedaron en silencio. Ícaro miraba hacia todos lados buscando algo con una preocupación creciente, mientras Emilia absorbía su inquietud con solo verlo, sin animarse a preguntar nada.

—Espérame aquí, no te muevas—le ordenó con un tono de voz preocupado.

—Está bien—respondió tratando de darle tranquilidad.

   Lo siguió con la mirada hasta que se perdió entre la gente, sintiendo una ansiedad que hacía nido dentro de ella. La calma que le había dado su presentación exitosa se esfumó con aquellas palabras: Quiero presentarte a alguien. Ni siquiera había tenido tiempo de regocijarse en sí misma ni de reflexionar en cómo se había sentido.

   Algo le decía que el día no había acabado y todavía tenía mucho por lo que mantenerse alerta.Esa presencia que había percibido durante la presentación podía ser, al mismo tiempo, la causa y la respuesta a su desazón.

   Pasaron unos minutos y comenzó a preguntarse qué y cuánto tiempo debería esperar. El sol estaba bajando y un viento frío comenzó a mecer las hojas de los árboles. A lo lejos, el locutor anunciaba el último número. Se preguntó si sus amigos seguían prendidos del espectáculo o se habían marchado. Al instante se arrepintió de haberlos invocado. La respuesta: ninguna de las anteriores, se dirigían hacia ella. Si Ícaro volvía con quien fuera que quería presentarle, todo estaría arruinado.

   Sacó el celular con toda prisa y tecleó con errores un mensaje para Jose diciéndole que no se acercaran. No podía ahuyentarlos a gestos porque sería totalmente incivilizado. Rogó que se detuvieran, que pasara algo. Pero pronto los tuvo a un par de metros. Sonreían inocentemente y ella tuvo que corresponderles.

—¡¿Emilia qué fue eso?!, lo tenías bien escondido —gritó Abi cortando la poca distancia para estrujarla en un abrazo, intento de felicitación.

—Gracias —respondió mirando a Chester por sobre el hombro de su amiga.

   Josefina también la abrazó y  Emilia aprovechó para señalarle que revise su celular. Cuando lo sacó del bolso y leyó en silencio, volvió a mirarla para pedirle perdón moviendo los labios sin emitir sonido. La joven le sonrió con resignación.

—Te felicito. Julién me comentó que estabas practicando malabares pero no mencionó el fuego —dijo su vecino, remarcando la última palabra. Sin dudas estaba lleno de preguntas—. ¿Quién es el chico que te enseña? —allí iba la primera de muchas.

—Se llama Ícaro.

—¿Dónde está? —preguntó Abi tratando de sonar indiferente. Emilia y Jose sonrieron al escucharla usar sin éxito su tono de desinterés.

—Fue a...—calló al verlo correr a su encuentro. Iba solo, ¿qué habría pasado? —. Allá viene.

   Todos giraron y lo miraron sin recelo hasta que llegó hasta ellos. Ícaro sonrió, mostrándose simpático y a la vez curioso por tanta atención.

   Emilia se apresuró en hacer las presentaciones y procedió a nombrar a cada uno, percibiendo una tensión entre ambos hombres.

—Así que ustedes son los amigos de Emilia, ¿les gustó el espectáculo? —preguntó para relajar el momento.

Hielo contra fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora