"Sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir qué tan lejos se puede llegar." Thomas Sterns Eliot
Con pies de plomo, Emilia siguió a Ícaro hasta el frente del escenario. Un locutor improvisado anunció el siguiente número como “El mejor espectáculo de fuego nunca visto”. Palabras aterradoras para una primeriza. Evitó ver al público. No quería que las miradas curiosas aumentaran su ansiedad, que ya se encontraba bastante elevada.
—Es tu turno. Cuando termines, sigo yo. Si te ocurre algo, sigo yo. Si te equivocas, yo lo soluciono. No hay forma de que salga mal, cuentas conmigo —dijo Ícaro y a continuación se dispuso a encender las mazas—. Humedece el kevlar.—¿El qué?
Le señaló la tela que cubría los extremos.
—Ya deberías saberlo —La miró con severidad y vio cómo ella bajaba la mirada—. Es la tela ignífuga que forma la mecha —explicó con un tono más suave—. Hay que mojarla con esto —abrió una botella que parecía tener agua y volcó parte del contenido en una lata.
Emilia asintió.
—Debes sacarte la campera y atarte el cabello. Para la próxima presentación buscaremos un atuendo más adecuado —sonrió. Luego se sacó la camisa que llevaba y se quedó con el torso desnudo—. Así estoy mejor —Estiró un poco los brazos mientras miraba a la gente reunida con un brillo en la mirada.
Era evidente que el fuego era su elemento. Emanaba una seguridad terrible.
—Ahora debes quitar el exceso de líquido —indicó al tiempo en que escurría y sacudía las suyas.
La gente había abierto un círculo grande para darles espacio y miraba con mucha expectativa cada movimiento de ellos.
—¿Lista? —preguntó.
—Ya quiero que termine —respondió con un nudo en el estómago. Podía percibir la atención de las personas a su espalda. Ícaro miró por sobre su hombro.
—Tu amiga está en primera fila. Si necesitas apoyo, puedes buscarla con la mirada. A veces ayuda tener un aliado en el público —pestañeó y se quedó pensativo con los ojos fijos en cierto punto.
—¿Qué pasa?
—Parece que no está sola. ¿Invitaste a más amigos?
—No. La bendita casualidad… —recordó negándose a voltear.
—Comencemos.
Dicho eso prendió fuego las mazas de Emilia.
—Cuando quieras —la alentó con una sonrisa.
Ella las tomó, respiró hondo y se giró para enfrentar sus miedos. Los rostros se mostraban difusos, como manchas de colores enfocadas hacia ella. Se adelantó unos pasos y comenzó a girar las antorchas a una considerable distancia de su cuerpo.
Mientras el fuego ardía se percató de lo poco concentrada que estaba. Sus brazos hacían los movimientos recordando lo que había practicado, pero su mente se encontraba ausente, sin participación alguna.
No podía buscar a Jose con la mirada a menos que hiciera una pausa, por lo que decidió continuar, tratando de tomar consciencia del momento. Tenía una sensación extraña. No disfrutaba ni sufría de estar allí.
En un determinado momento sintió como si el mundo se hubiera detenido y todo a su alrededor se hubiera teñido de negro. Las personas desaparecieron. Solo pudo ver las mazas que había arrojado, sin planear, al mismo tiempo. Algo que jamás había practicado ya que solo lo hacía de a una por vez.
El fuego giraba lentamente. Vio el halo que dejaba a su paso y le pareció precioso. Observó cómo subieron a una altura nunca antes obtenida. No se preocupó, a pesar de dudar sobre la trayectoria que tomaría al descender. Alzó las manos, quería sentirlas de nuevo en su poder. Percibió a Ícaro posicionándose a su lado para intervenir en cualquier momento. Esperaba que no lo hiciera, era su lanzamiento.
El sonido también se había se ausentado. Todo era tan vacío, salvo el fuego que se acercaba hacia ella. Por unos segundos creyó ver una figura de pie entre las sombras que antes formaban al público. No pudo fijar su vista en ella porque en ese instante logró atrapar las antorchas con ambas manos.
Todo volvió a la normalidad. El ruido de los comentarios y los aplausos la ensordecieron. Sintió la mano de Ícaro apoyada en su hombro. Lo miró y le sonrió con una satisfacción nueva. No necesitaba ver ningún reflejo. Era ella, plena, completa. Por unos segundos su mundo interno estuvo en perfecta sincronía.
Sopló fuerte para apagarlas y se inclinó para despedirse de la función. Luego retrocedió y esperó a que su instructor comenzara para mirar al público a los ojos, que ya había dejado de hacer foco en ella. Identificó a Josefina junto a Chester y Abi en un costado del círculo. Vio la admiración en sus rostros. Estaban hipnotizados por la danza de fuego del joven.
Ícaro usó un bastón largo con fuego azul en cada extremo. Muchos, incluida Emilia, no podían creer al color que veían arder. Los movimientos eran tan gráciles y fluidos que parecían pertenecer a algún ritual antiguo, y formaban figuras dignas de ser admiradas.
Emilia observó cómo su cuerpo se contorneaba para permitirle al elemento fluir entre cada espacio y usarlo a él de anclaje en cada giro. La cintura, las rodillas, los hombros…todo formaba parte de una poesía en movimiento. Escuchó la música épica de fondo, con algún coro en un idioma desconocido. Nadie pestañeó ni respiró cuando Ícaro lanzó el bastón al aire e hizo una mortal hacia atrás, sin tocar el piso con las manos. Al aterrizar apoyó una rodilla y una mano en el suelo, mientras con la otra atrapó el bastón sin mirarlo. Sus ojos ardían proyectados hacia el frente.
La tensión llego a su punto máximo cuando todos comenzaron a ovacionar y gritar de emoción. Algunos pestañeaban como saliendo de un sueño y regresando a la realidad.
Volvió a sentirse extraña. Sintió una mirada potente pero por más que buscó entre el público no logró encontrar la fuente de tal energía.
Ícaro se despidió de los presentes con una leve inclinación de cabeza y luego se acercó hacia ella para conducirla detrás del escenario. El show debía continuar.
—Quiero presentarte a alguien —Le comentó mientras caminaban velozmente para alejarse de la multitud que parecía querer seguirlos.
ESTÁS LEYENDO
Hielo contra fuego
FantasySiempre nos dijeron que los opuestos se atraen. Que el agua y el aceite son la pareja perfecta, como el hielo con el fuego. También escuchamos que del amor al odio, y viceversa, hay un solo paso. La cuestión es que no todos quieren dar ese salto de...