—¿Estás seguro de que es él? —preguntó Baltazar en un susurro cansado.
Habían estado bebiendo en la barra de una discoteca por casi una hora. El tipo que buscaban, se encontraba en una esquina, algo resguardada y a medialuz, rodeado de un grupo de mujeres que reían sonoramente para llamar su atención. Él, gustoso, las tocaba por sobre y debajo de la mesa, probando cuál era la mejor elección para llevarse esa noche.
—Ha de ser millonario o tendrá algo importante para que lo sigan de esa manera.
Ícaro chasqueó la lengua ante el comentario y negó con la cabeza.
—Las engaña. Todo lo que usa es robado. Partiendo del Mercedes-Benz que tanto presume afuera. En un rato elegirá, siempre lo hace por esta hora. Luego se las lleva a su roñosa casa y finge que es prestada por un amigo. Miente que está en pleno divorcio y que prefiere mantener las "cosas simples" hasta encontrar a la mujer de su vida.
Baltazar levantó las cejas y miró a su compañero por unos segundos.
—Veo que lo investigaste un poco —comentó con ironía.
—Nunca subestimo a los demás —respondió fríamente.
Pidieron otra ronda y siguieron esperando. El moreno ya movía la pierna en un tic ansioso y miraba el reloj cada cinco minutos. El hombre parecía dispuesto a pasar la noche en ese juego de máscaras y contratos implícitos. El blanco de su piel contrastaba con el negro de su pelo. Llevaba la barba al estilo candado y el cabello corto, sostenido hacia atrás por una capa de laca que reflejaba la luz, haciéndolo resaltar aun más. Tenía rasgos finos, y con eso completaba todo el look de aristócrata que vendía siempre que necesitaba satisfacer sus apetitos.
—Seis minutos más. Te apuesto lo que sea.
—No. 3...2...1.
El hombre se levantó y se excusó con sus acompañantes, provocando la conocida risa histérica. Luego se acomodó el saco y salió por la puerta de local, solo.
Baltazar quedó boquiabierto por la precisión de la cuenta de regresiva. Pensó en preguntar cómo lo supo, pero otras cuestiones se arremolinaron en su mente y se decantó por la más apremiante.
—¿Qué es lo que hace? ¿comenza...?
—Voy.
Ícaro se levantó y caminó hacia afuera con prisa. Adentro, Baltazar pagó las bebidas, fue al baño y luego salió con total calma mientras examinaba cómo las mujeres se retocaban el maquillaje y se acomodaban, sin disimulo, los pechos que casi escapaban a sus escotes. Aguardaban el veredicto de quién o quiénes serían las afortunadas de acompañar al hombre millonario cuando apareciera. Esperaban en vano.
*****
Ágatha había quedado a cargo de la casa y trataba de disimular su nerviosismo, a la vez que procuraba transmitirles tranquilidad.
—Conozco un juego divertido. —Juntó las manos con emoción, emitiendo un sonido metálico con sus múltiples pulseras, y los miró esperando alguna reacción similar.
Emilia tenía sus ojos dirigidos hacia un punto lejano con la mirada perdida. No dejaba de pensar en los momentos que había compartido con su madre cuando era niña. Trataba de recordar y examinarlos con el prisma de todo lo que acababa de conocer. Su cuerpo, tenso sobre el sillón, no coincidía en el espacio con su mente, sobre un cálido césped hacía muchos años. Julien estaba atento a esto. Y, aunque trataba de escuchar a Ágatha, no dejaba de mirar a su vecina y preguntarse en qué estaría pensando. A su vez, asumía que estaba en alguna especie de shock por haberse enterado que básicamente su madre quería sacrificarla como a un cordero a quién sabe qué Dios.
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Hielo contra fuego
FantasíaSiempre nos dijeron que los opuestos se atraen. Que el agua y el aceite son la pareja perfecta, como el hielo con el fuego. También escuchamos que del amor al odio, y viceversa, hay un solo paso. La cuestión es que no todos quieren dar ese salto de...