Sebastián Córdova tenía 24 años cuando conoció a Monserrat Ferrer, una chica de 23 años, recién graduada de medicina, alguien fanática del orden; ella jamás alteraba las normas ni rompía las reglas, y aunque parecía demasiado inocente, no era tonta...
14 de febrero. Día del amor y la amistad. Día de San Valentín. Día en que todas las parejas y amistades celebran demostrando su amor e intercambiando regalos especiales.
Cuando Monserrat estaba con Abisai, no celebraba ese día. No lo creía necesario y él tampoco. Según su lema era que no necesitaban un día específico para demostrarse sus sentimientos por el otro. Tal vez tenían razón, pero igual para muchos es un día divertido que celebrar.
Con Sebastián, el asunto era diferente. Era la primera vez en mucho tiempo en la que se preocupaba por el que regalarle a un novio. El ser muy expresiva y detallista, no era lo suyo, pero el hecho de que se trataba de Sebastián, por alguna razón, la impulsaba a esforzarse en ser una buena novia. Aunque él no le exigía que cambiara sus ideas, inconscientemente ella lo hacía, y lo mejor, era que le agradaba. Le agradaba cambiar.
—Hola —saludó ella, al verlo.
Sebastián se acercó y dejó un beso corto en sus labios.
—Hola, bebé.
—¿Listo?
—Sí, pero primero quiero darte algo.
Sebastián le tendió la caja negra con un lienzo rojo que formaba un moño. La chica tomó la caja en sus manos y la abrió, dejando ver muchos papelitos de colores como decoración y un cuadro mediano de vidrio, enmarcado en madera, que tenía una foto de ellos, y simulaba ser la fotografía de un álbum de música. Debajo de la foto, tenía escrito "Me hace falta" y el nombre del artista, simulando ser la reproducción de la canción en Spotify.
—¡Wow es precioso! —chilló la chica con emoción.
Sebastián sonrió.
—Pensé que si yo tenía algo con la canción, tú también debías tenerla.
—Me encanta.
Monserrat se acercó a él y lo besó.
—Ahora me toca darte el tuyo —dijo cuando se separaron.
La chica tendió una pequeña caja hacia él y Sebastián la tomó. Abrió la caja, dejando ver dos anillos de plata. Uno era grueso y tenía un hueco en forma de mariposa y el otro era delgado con forma de mariposa. Eran anillos que encajaban.
—¿Te gusta? —preguntó Monserrat con un poco de temor.
—¡Obviamente! —respondió él, haciéndole sentir un alivio tremendo a ella—. Hay que ponernos los anillos y tomar una foto. La subiré de instastorie.
INSTASTORIE
cordovar97
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