40. Epílogo.

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1 año y 2 meses después.

Sebastián estacionó su auto frente al lugar conocido como orfanato.

-¿Nunca pensaste acudir a un lugar como este? -cuestionó Sebastián al chico que lo acompañaba.

-No -negó rotundamente con la cabeza-. En las películas siempre ví que era un lugar terrible. A parte ya estaba grande, no sabía si me aceptarían.

-Manuel, aún quedan buenas personas.

-Lo sé -respondió el chico con una sonrisa-. La joven Monserrat, la familia de ella y usted son un claro ejemplo de que las personas buenas aún existen.

Sebastián sonrió.

-Ya te dije que me digas Sebastián, llevo un año pidiendolo.

-Es que le tengo mucho respeto, ustedes fueron mis salvadores.

Sebastián soltó un suspiro.

-Nosotros te ayudamos, pero ahora somos tú familia -dijo el joven de pecas-. A la familia se le tiene confianza.

-Tiene...-se interrumpió al ver la expresión de advertencia de Sebastián- Tienes razón -corrigió y soltó un suspiro-. Estoy agradecido porque ese día que me encontraron en el parque, la joven Monserrat me ayudó, pensé que sería la única vez, pues muchas personas me habían dicho en algún momento que sólo era un drogadicto aprovechado. Es una pena que ese mismo día ella... Se haya ido.

Sebastián se limitó a observarlo y asentir.

Manuel, el joven que lo acompañaba, era el mismo chico que él y Monserrat se habían encontrado el día en que ella falleció. Días después de su sepelio, Sebastián recordó al chico, lo observó por algunas semanas, justo como Monserrat había decidido para saber si era buena idea ayudarlo o no. El joven de pecas le contó a Aarón y éste a sus padres. El gran corazón de Monserrat había sido herencia de su familia, pues todos eran tan amables y tenían una vocación por ayudar a los demás. Los señores Ferrer hicieron un trato con Sebastián; ellos se encargarían de darle un hogar al joven y todo lo que necesitara, mientras que Sebastián se encargaría de sus estudios académicos.

Actualmente el chico ya tenía un hogar, ropa limpia a diario, salud y se encontraba estudiando su primer año de medicina. Estaba en procesos legales para obtener la tutela de su hermana menor y sacarla de esa horrible vida que llevaba junto a su madre.

Todo había sido gracias a Monserrat, que tuvo ese sentimiento por quererlo ayudar, y aunque ella ya no pudo llevarlo a cabo, gracias a la influencia que ella dejó en Sebastián, él realizó lo que ella ya no.

-Bueno, ayúdame a sacar las cosas de la cajuela, por favor -pidió Sebastián.

Manuel asintió y entre los dos, sacaron de la cajuela algunas bolsas que contenían juguetes. Era día del niño y Sebastián pensó que Monserrat habría querido ir a visitar a los pequeños de ese lugar, así que él fue, en representación de ella y porque verdaderamente tenía esa sensación de querer ir. Además quería inculcarle buenos valores a Manuel.

-¡Hola, joven Sebastián! ¡Joven Manuel! -saludó una monja con emoción al verlos en la entrada-. Adelante, pasen.

-Buen día -dijo con una pequeña sonrisa-. Gracias.

-Compermiso -musitó Manuel.

-Dígame, ¿Qué los trae por aquí?

Sebastián se quedó de pie con las bolsas en sus manos, esperando que la monja cerrara el portón de la entrada.

-Bueno, hoy es día del niño, y como no soy médico, Manuel está en proceso de serlo, al menos pensamos que sería buena idea traerle obsequios a los niños.

You Found Me || Sebastián CórdovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora