39. Hasta pronto, amor de mi vida.

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Sebastián despertó y deseó no haberlo hecho. Observó el lugar vacío a su lado en la cama y acarició sobre la sábana el espacio. Cerró los ojos fuertemente e imaginó que Monserrat yacía ahí a su lado. La imaginó acostada de lado, mirándolo a él, con sus ojos claros y una sonrisa tierna. Aunque su mente había creado la viva imagen de Monserrat, él estaba consciente de que ella ya no estaba con ellos.

El chico solo deseaba un abrazo más, un beso más, una acaricia más... uno más. Pero no le era posible.

Se levantó de su cama, y se dirigió al baño. Se metió a la ducha, y se quedó un gran rato ahí, parado debajo de la regadera. El agua se deslizaba a través de su piel, refrescándolo, aunque él no sentía nada realmente. Su mente estaba perdida mientras sus ojos permanecían cerrados. Los recuerdos junto a la chica que había amado, aparecieron.

Ese inolvidable viaje a la playa con sus amigos, lo estaba matando emocionalmente. La verdad era que cada recuerdo lo estaba matando en su interior, todos los bellos momentos que vivió con ella, desde el momento en el que la conoció.

Parecido a un muerto en vida, salió de la ducha y se vistió con la ropa que había elegido para el sepelio de Monserrat. Miró su rostro frente al espejo mientras abotonaba su camisa negra. Sus ojos lucían cansados, había ojeras debajo de ellos y la sonrisa coqueta que siempre daba, simplemente ya no estaba.

Monserrat se había llevado con ella gran parte de él. Pero era entendible. Sebastián había sentido que ella era la chica correcta, no tenía dudas acerca de un futuro a su lado. Desde el momento en el que hicieron oficial su relación, no paró de imaginar algún día casarse con ella y formar una familia, justo como Jorge, Layún o algunos de sus otros amigos ya habían formado la suya. Deseaba tener un bebé que corriera por toda la casa y fuera mitad él y mitad Monserrat, el fruto del amor que habían llegado a tenerse. Pero esos deseos, esos planes ya no iban a ser posibles. Ella se había ido y algo dentro de él cambió.

Jorge y Linda pasaron por Sebastián para irse juntos al panteón. Su amigo no quería que él manejara, sinceramente tenía miedo que por distracción pudiera tener un accidente, o incluso que él mismo se provocara daño así mismo. Aunque el chico de pecas no era alguien que aparentara autolastimarse, no sabían como podía ser con el dolor que en ese momento cargaba. Al llegar a su destino, Sebastián se acercó a las florerías y observó todos los arreglos y ramos de flores que habían.

-Hola, buenos días -saludó una señora, al parecer la encargada del local- ¿Qué te gustaría llevar?
-¿Cuáles son las flores que representan amor eterno?

La señora lo miró con ternura y tristeza, y sonrió levemente.

-¿Era tu novia?
-Sí -respondió Sebastián con pocos ánimos.
La señora caminó y él detrás de ella.
-Las camelias tienen el significado de amor eterno, al igual que las rosas rojas en Europa. Los crisantemos también tienen una importancia en los cementerios pero depende del color cada significado. Por ejemplo, el blanco es el fin de un amor o un dolor profundo -la señora lo miró-. Aunque no creo que sea tu caso, porque la muerte no es el fin del amor -Sebastián negó con la cabeza-. Los de color morado simbolizan un amor intenso, y puedo deducir que ese sí es tu caso.
-Sí, lo es.

-Y bueno, las rosas rojas, pero también influye la cantidad. Si es una, es amor a primera vista, si son doce es amor eterno y treinta un amor sin límites.
Sebastián se quedó pensativo breves segundos.

-Llévale rosas rojas, estoy segura que le encantaban -el chico miró a la señora con sus expectantes ojos y asintió-. Sí, lo supuse por la cara feliz que tiene en tu foto -la señora señaló el teléfono prendido de Sebastián, dónde traía de fondo de pantalla a una Monserrat inmensamente feliz con un gran ramo de rosas rojas-. Ahora mismo te las entrego.

You Found Me || Sebastián CórdovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora