Había dicho que los hombres apestan y lo decía en serio.
Solo que, en este instante, no pienso lo mismo.
Porque Oliver no apestaba en absoluto.
Era el receso del almuerzo, lo cual nos lleva a una hora de descanso. Nos encontrábamos a las afueras del colegio en donde los Lions suelen practicar el fútbol. El invierno estaba acercándose, pero, aun así, estábamos todos afuera. Por fortuna, hoy no era un día tan frío. Y con todos me refiero al equipo. Oliver estaba allí, con ellos, pero apenas me vio se alejó para encontrarse conmigo, su mejor amiga. Lo ven, por eso no apestaba en absoluto.
Mientras esperábamos a Lisa, le repito lo sucedido en la casa del árbol por segunda vez, porque al principio, cuando les dije por teléfono, no se lo creían. Oliver asiente, como si estuviese procesado todo.
—¿Te das cuenta de que le gustabas, gustabas?
—Sí —asiento distraída. Junto mis pies y apoyo las manos dejando que la textura del pavimento me pique. Estábamos sentados justo antes de llegar al césped. Si fuese primavera, estaríamos todos allí, sobre una manta (porque Lisa es alérgica al césped) y con las piernas extendidas mirando el cielo, adivinando las formas de las nubes. Ahora, en cambio, el césped estaba un poco húmedo y los días nublados no eran tan bonitos como para querer mirar el cielo.
—¿Te imaginas si él no se hubiese ido a California? —saca un dorito de su paquete y se lo mete a la boca—. ¿Qué crees que habría pasado?
Hago un amago de pensar. Ni siquiera nos podía imaginar juntos. No de esa manera.
—Pero se fue —digo.
—Y ahora volvió.
—Para decirme que ya no le gusto.
—O tal vez no te habría dicho nunca. O tal vez hasta serían algo ahora mismo. Humm... —pensativo se echa otro dorito a la boca—. Pero a ti no te gusta. Mejor, ¿no?
Me quedo mirando una marquita que se cuela en mi mano. Había estado caminando por una de las altas hojas del césped que crecía en las orillas del pavimento. Alzo mi dedo y la comienzo a inspeccionar, mientras que mi mente vuela por todas partes menos en el presente. Desde que Jake me dijo aquello en la casa del árbol, no he parado de pensar en esa revelación saliendo de sus labios. Intento pensar en los «Y si...», repitiendo las preguntas que Oliver me hizo.
¿Me lo habría dicho si no se hubiese ido a California? ¿Podría imaginarme a Jake y a mí en algo más que amigos?
Entorno los ojos cuando la mariquita decide volar.
—Sí, supongo que sí —le respondo a Oliver. En eso, vemos que Lisa se nos acerca.
—No andabas por ahí con Mike, ¿o sí? —me quedo observando a mi amiga cuando se nos une.
—Nada de eso. Estuve terminando de hacer un examen de cálculo.
Con un movimiento ágil, toma asiento junto a nosotros. Aún nos quedan varios minutos para entrar a clases.
—¿Y cómo te fue? —Oliver me tiende su paquete de doritos y saco un puñado de las frituras.
Lisa se encoge de hombros.
—Como Dios quiera que me haya ido.
—¿Mal? —cuestiono.
—La verdad... —estira su mano arrancándome un dorito, pero luego me lo devuelve arrugando su pequeña nariz pecosa—. No entiendo cómo es que les gusta.
—Nosotros no entendemos cómo a ti no te gusta —le digo, echándome uno a la boca.
—Como sea. Lo que iba a decir es que pienso que no me fue tan mal. Si no es así, tendré que pedirle a Jake clases de tutoría —me lanza un guiño—. Es broma. Sabes que jamás le robaría el chico a mi amiga.
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Tú, siempre (SIEMPRE #1)
Teen Fiction¿Qué pasa cuando el niño que solía molestarte de pequeña se va, pero ha vuelto luego de unos años? Y no como un niño, sino como todo un adolescente, donde los sentimientos juegan con uno. Así es la vida de Paris Boldman. Hace unos años cuando era...