47; buenos días

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El sol se fugaba sigiloso por la cortina de su habitación y se derramaba con su luz por la blanca piel del peliazul quien comenzaba removerse lentamente, despertando junto al mayor

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El sol se fugaba sigiloso por la cortina de su habitación y se derramaba con su luz por la blanca piel del peliazul quien comenzaba removerse lentamente, despertando junto al mayor.

—Ah...— Abrió sus ojos y se sorprendió por no despertar en su cuarto y más aún por estar desnudo.— ¡Agh!.— Se incorporó rápidamente, asustado.

—Mgh... ¿Sou?.— El rubio también despertó de golpe por la abrupta reacción del menor.

—Ay, es cierto...— Suspiró aliviado.— Perdón, me había asustado de no despertar en mi pieza y además estar... así.— Rascó su mejilla nervioso y volvió a recostarse

—Tranquilo...— Soltó una risa suave y seguido se apegó al cuerpo del menor, abrazándolo con fuerza.— Dios te adoro tanto, maldito enano precioso.— Frotó su mejilla contra el cabello del chico.

—Estás muy cariñoso hoy.— se aferró a su brazo.— ¿La pasaste bien anoche?.— Murmuró.

—Demasiado.— Besó su frente.

—Yo también la pasé bien... Fue algo nuevo, aunque ahora me duele un poco la garganta.—

—Lo siento...—

—No es tu culpa, tranquilo.—

Unos pasos se oyeron acercarse y de golpe se abrió la puerta.

—¿Qué tal tu primera vez, Souya?.— El mayor de los Haitani estaba sólo con un boxer y su cabello suelto, tenía en las manos una tableta de chocolate y la lanzó a los pies de la cama.— Ten, por que ya dejaste de ser un virgen.—

Souya rápidamente se cubrió lo que más pudo.

—¿A qué hora llegaste?.— Rindō le observó molesto.

—Cerca de las 4 de la mañana.— Murmuró.— ¿Te dolió mucho, Sou-chan?.— Subió ambas cejas, sonriendo divertido.

—No lo hicimos de ese modo...— Las mejillas del rubio se coloraron.

—¿No le diste por detrás?.— Fingió un puchero.— Entonces no hay chocolate.— Volvió a tomar la tableta que lanzó.

—¿Darme por detrás?.— Souya los miró curiosos.— ¿Qué es eso?.—

Ambos Haitani se observaron por un momento sin saber qué hacer.
Pero Ran fue quien soltó la primera risa.

—Escucha enano.— Se sentó al borde de la cama.— Es cuando abres las jodidas piernas y te meten la polla por tu pequeño agujero.— Hizo la representación con sus dedos.

—Ran, ya basta...— Rindō cubrió su rostro con una mano.

—¿... Por ahí?.— Enarcó una ceja, notablemente nervioso.

—Exacto, por tu pequeño agujero.— Soltó varias risas.— Pensé que ya lo sabías... Aún así quédate con el chocolate, es un premio por dejarte tocar sin patearle las bolas a mi hermano.— Se puso de pie y caminó hacia el marco de la puerta.— Hoy me siento generoso, creo que les haré el desayuno.— Sonrió de lado y desapareció por la puerta.

—¿Es enserio eso?.— Murmuró apenado.

—C-creí que ya lo sabías...— Suspiró.

—Rin, no sé nada sobre el sexo entre hombres, aunque no es que sepa mucho del sexo con mujeres.— Cubrió su rostro con ambas manos.

—Si no quieres aún, no te preocupes.— Suspiró sonriendo.

—¿Pero no duele mucho?.—

—Primero tengo que prepararte...— Se estaba poniendo nervioso.— Comprar dilatadores y... lubricantes y esas cosas.— Su rostro estaba totalmente rojo.

—¿Te da vergüenza hablar de esto?.— Palmó su hombro.

—No es eso, Sou. Es sólo que eres tú, y tú me gustas, y es más difícil hablar de estas cosas con la persona que te gusta.— Se inclinó un poco hacia abajo, alcanzando la ropa interior de ambos que yacía en el suelo.

—U-um... ya veo.— Se sonrojó.

—Vístete, tengo un poco de hambre ¿Tú no?.— Le entregó el boxer y su polera.

—Un poco.—

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Zarco ; [ Ringry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora