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Esa noche no le llegó las buenas noches que Rindō siempre le daba

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Esa noche no le llegó las buenas noches que Rindō siempre le daba.

Y al día siguiente no fue a clases...
Tampoco el siguiente ni el siguiente.

Su pecho dolía de la preocupación, pero ya no quería seguir sintiéndose así.

Llamaba pero las llamadas no eran contestadas, Nahoya intentaba llamar a Ran pero su teléfono estaba apagado.

Su única opción era consultar con Ima, pero no recordaba su número de teléfono.

Bajó al primer piso a la dirección del instituto y consultó con la delegada de su nivel.
Entró a la oficina y tragó saliva para armarse de valor.

—¿S-sabe algo de Rindō Haitani?.— Murmuró apenado.— Lleva días sin venir...—

—¿Rindō?.— Su rostro formó una mueca de preocupación.— Ah... Sí...— Observó el ahora más preocupado rostro del peliazul.— Sufrió un accidente, lo apuñalaron...—

El pecho de Souya se contrajo, se sentía ahogado, como si el desayuno quisiera devolverse.

—¿¡A-ah!?.— Sus ojos se abrieron aún más por el asombro.— ¿¡En qué... hospital está!?.—

— En el Hospital central de Roppongi.— Desvió la mirada y con un poco de molestia habló.— ... Souya, tu eres un buen alumno... Me preocupa tu relación con él.— Tragó saliva.— Se esparcen los rumores y quiero que tengas cuidado... Supongo que conoces su pasado.—

Él en verdad no prestó atención a todas sus palabras, sólo se preocupaba en ir lo antes posible a ese jodido hospital y verle de una buena vez.

Sólo asintió sin siquiera saber qué dijo y agradeció. Corrió rápidamente de vuelta a su salón, encontrándose con su hermano a las afueras de ésta sentado en el suelo.

—¿Y bien?.— Nahoya se puso de pie y fue hacia él.

—Apuñalaron a Rin...—Mordió su labio intentando apaciguar su tristeza.

—¿¡Ah!?.— Estaba totalmente impactado.— ¿C-cómo?.—

—No lo sé...— Cerró sus ojitos con fuerza.— Está en el Hospital central de Roppongi... Necesito ir a verlo apenas acaben las clases.—

Nahoya notó la desesperación en su rostro, su bonita carita pálida y sus temblorosos labios.

Se arrepentiría después de lo que haría...

—¿Quieres ir a verlo antes?.— Tomó ambas manos de su hermano.

—¿Ah?.— Abrió nuevamente sus ojos, desconcertado.

—Déjaselo a tu hermano mayor.— Le abrazó con fuerza y luego salió corriendo por el pasillo, sin darle mayor detalles.

Souya sabía de lo que era capaz su hermano.

(...)

Después de ser evacuados por una fuerte explosión en el laboratorio de ciencias y la activación de todas las alarmas de incendios, Souya corrió con todas sus fuerzas hasta su hogar y sin siquiera cambiarse ropa se montó en su motocicleta y rogando que aún tuviera gasolina partió directo a la región de Minato, Roppongi.

Su corazón ardía y sólo rogaba con llegar y encontrarse al rubio acostado en la cama comiendo fruta o durmiendo.

El camino de sólo 25 minutos pareció ser de una hora. Y peor aún, su mente sólo divagaba en todos los peores escenarios posibles, estar a solas con la carretera no era de mucha ayuda en ese entonces.
Divisó el gran letrero del centro de salud, suspiró aliviado y estacionó en el Hospital, bajó de su motocicleta, corrió en dirección a la recepción y entre tartamudeos preguntó por el menor de los Haitani.

“Piso 7, Habitación 49”

Tomó el ascensor y esos jodidos 10 segundos parecían ser minutos, el nudo en su vientre aumentaba conforme los números del tablero del ascensor se elevaban, el ruido de los engranajes sólo lo ponían más nervioso y unas horribles ganas de llorar invadieron su corazón.

Finalmente las puertas se abrieron.

A pasó rápido fue buscando los números de las habitaciones hasta hallar finalmente el 49.

“Haitani Rindō”

Tomó aire y abrió la puerta, encontrándose con Rindō aún recostado y durmiendo, con una mascarilla de oxígeno y varios tubos por sus brazos que asumían eran de la transfusión de sangre.

Ran le observó por un momento, estaba apoyado en el borde de la cama, tomando la mano del rubio.

Souya se acercó a paso lento, dolido por la terrible escena de su amante en tal horrible estado.

Observó a su contrario, las profundas y negras ojeras bajo los bonitos ojos púrpuras del mayor de los Haitani sólo le deprimían más, sabía lo horrible que debe estar pasándolo.

A un fondo de la habitación notó a Imaki durmiendo en uno de los sofás del gran cuarto, lucía pálida y con sus ojeras igual de notorias que las de Ran.

—¿Cómo te enteraste?.— Murmuró.

—Pregunté en la escuela...— Desvió la mirada, acercándose aún más a su amante y tomó su otra mano.—¿E-estará bien?.—

—... Está en coma.— Volvió a recostarse apegando su rostro al antebrazo de él.—... en coma.— Mordió su labio con fuerza.— P-pero dijeron que despertaría apenas sus heridas internas sanen.— se aferró aún más a su hermanito.

Souya se sentó en una de las sillas a un lado de Rindō y apoyó sus codos en el borde de la cama.

Observó sus bonitos brazos y uno de los chupones que le había hecho hace apenas unos días en su pecho.

Dolía, quería verlo reir sobre aquello y escuchar como le pedía otro y otro, todo con una bonita y coqueta sonrisa.

Se aferró a su mano y se autoacariaba las mejillas, como a él le encantaba hacerlo.

La melancolía y los recuerdos sólo le herían más, deseaba que volviera a besarle la frente y le dijera que todo está bien, que fue un sueño y que luego le robara mil besos en la mejilla.

Sus sentimientos desbordaron su corazón y las lágrimas silenciosas comenzaron a caer en demasía. Su labio temblaba y dejó escapar un pequeño sollozo.

Sólo el suave llanto de Souya se mantuvo en la habitación, lloró hasta que se cansó y quedó dormido a un lado del cuerpo herido de su amante.

Sólo el suave llanto de Souya se mantuvo en la habitación, lloró hasta que se cansó y quedó dormido a un lado del cuerpo herido de su amante

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Zarco ; [ Ringry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora