XIII: Tortuosa venganza

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Brianna

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Han pasado cuatro días en los que he estado buscando incesantemente a Sir André Mantèau, el caballero que ha desertado de mis líneas después de que capturé a la porquería de Céline «la madre de Jérémie». Pues, las ayudantes de cocina y sus compañeras de alcoba, confesaron que el hombre también influyó en las agresiones hacia el niño, ya que insistía en que quería estar con ella mientras no tuviera hijos que le recordaran a su antigua pareja.

Lógicamente también va a pagar.

La salud de Jérémie sigue inestable, ha despertado un par de veces, pero los ataques de pánico post traumáticos hacen que el doctor Veltiem tenga que sedarlo para tranquilizarlo.

Pobre pequeño.

Mientras tanto, Céline sufre las consecuencias de sus actos. Coloco la suela de mi zapato sobre su abdomen para que deje de moverse desesperada, el pozo de insectos y alimañas está preparado para recibirla. Ratas. Escorpiones y cucarachas esperan para divertirse un rato con la basura que les pondrán. Esbozo una sonrisa cuando nuestras miradas se conectan. Ella en el suelo, yo con mis ojos sobre los suyos estando de pie, a diferencia de mí, ella llora y su mirada es de terror.

Le di una oportunidad, debió haberla sopesado antes. Ya es tarde para arrepentimientos.

Quito mi pie de su estómago y doy varios pasos atrás para sentarme en el trono de madera que reposa unos metros más atrás. Le doy una mirada a Raimond, seguida de un asentimiento que lo lleva a tomar a la mujer acompañado de otro guardia. Cuando la arrojan, los gritos ahogados que intenta emitir, suenan irritantes, ya que con la boca cosida no puede articular palabra alguna.

Fermer. —«Cállate», hablo calmadamente mientras observo como los roedores e insectos se comienzan a subir sobre ella.

En una situación normal, esto me repelería y hasta llegaría a ser asqueroso. Pero verla sufrir me puede más que cualquier otra cosa en estos momentos. Así que lo siento como algo fascinante. Desde aquí puedo escuchar como los aguijones se clavan en su piel.

—Raimond —con voz tranquila llamo la atención de mi Alférez—. Avísale a los hombres que buscan a Mantèau que tienen dos horas para conseguirlo —devuelvo la mirada hasta Céline, quien se retuerce de un lado a otro, desesperada—. No creo que resista más de cinco horas al veneno de los escorpiones, y obviamente no puede morir así nada más.

Raimond se retira tras mi orden, el chillido de las ratas mordisqueando su piel inunda mis oídos. Me levanto a servir una copa de vino mientras la observo. Sé que esto es insano, pero lo que vivió Jérémie no deja de cruzarse por mi mente, haciéndome olvidar cualquier pena que pudiera llegar a sentir.

Mi pena o lástima solo la merecen las personas inocentes. Personas que no merecen las desgracias que sufren.

En este caso, ella merece todo esto y más. Es una perra inhumana e indolente.

Unos minutos más tarde, los pasos de mi esposo me hacen voltear para encontrarme con el azul de sus ojos.

—Amor —me saluda dejando un beso en mi coronilla—. ¿Cómo van?

—Lento, pero satisfactorio. —Coloco la copa en una mesa y señalo a Céline.

Él dirige su mirada al cuerpo de la mujer, que está completamente amoratado, le faltan pequeños pedazos de piel que las ratas han magullado con sus dientes, la sangre recorre las partes afectadas, de un momento a otro comienza a tener espasmos por las picadas de los escorpiones. Las cucarachas caminan sobre ella y se posan sobre la sangre que derrama. Ha cerrado los ojos para no ver lo que está sucediendo, pero eso no lo voy a permitir.

Kingdom: Fire will Burn [Fire II] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora