Kingdom: Fire will Burn [Fire II] ✓

XVIII: Los juegos de la reina

Brianna

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Mi mentón descansa sobre la palma de mi mano, en tanto observo a los hombres alineados frente al palco en el que me encuentro sentada en mi trono mientras Courtois da el discurso de apertura para los Juegos de la Reina. Los extensos campos del palacio están repletos de personas que asistieron al primer día del evento, la seguridad a mi alrededor es un poco exagerada, pues una barrera de hombres a mi lado y frente a mí, bloquea un poco mi visión.

Después del atentado todo se ha intensificado mucho más. Memphis terminó de revisar los certificados de nacimiento de los empleados, encontrando al segundo infiltrado alemán en mi palacio. El hombre fue fusilado al momento de ser descubierto, por los momentos no hay de esas plagas dentro de mis muros.

—Sin más que decir, en nombre de nuestra gloriosa Reina —la voz de Courtois vuelve a traerme al lugar donde me encuentro, ya que estaba sumida en mis pensamientos—. Quedan oficialmente inaugurados los torneos de los Juegos de la Reina.

—¡Luchamos y morimos por usted, gloriosa reina! —gritan todos al unísono. Relajan sus posturas cuando levanto mi mano en señal de aprobación.

Aunque en estos juegos nadie morirá.

Los combates de lucha libre entre soldados y guerreros dan inicio al evento, unos pelean con espadas, otros con lanzas, hachas pequeñas y grandes, mazos y látigos. El estilo es libre, por eso pueden usar el arma que mejor sepan utilizar. El primero que sea derrumbado o desarmado, queda descalificado y así sucesivamente hasta que sólo quede uno de pie. El ganador, será ascendido a Caballero y obtendrá veinte dragones de oro.

Hay hombres de todos los tamaños y complexiones, el estruendo de las armas que utilizan retumba en mi cabeza, hoy no me siento con el mejor ánimo, pero debo estar aquí. Todo esto es en mi honor. Frédéric está sentado a mi izquierda y Raimond a mi derecha, aún no he visto a Daeron el día de hoy. Hemos conversado hace un par de días, intentando arreglar nuestras diferencias, los celos nos están carcomiendo a ambos. Y aunque no mejoramos al cien por ciento, estamos en una mejor posición que probablemente hace una semana.

Mi corsé está molestándome un poco, la doncella lo apretó más de lo común, acomodo la falda de mi vestido y ajusto mi corona. Hoy utilizo una hermosa creación nueva de monsieur Leblunt, el vestido es dorado con escote recto y decoraciones con piedras preciosas, mangas largas y detalles brocados en la falda. Mi corona es dorada con diamantes en los extremos de las puntas, al igual que mi gargantilla y aretes a juego.

Sigo observando la escena frente a mí, solo quedan dos hombres de pie, luchando a capa y espada por obtener la victoria, el hombre esbelto y moreno lucha con su espada mientras el delgado de piel pálida es diestro con su lanza. El metal y la madera chocan entre sí en movimientos veloces, son excelentes peleadores.

La batalla termina cuando el moreno desgarra la lanza, tirándola al suelo y estrellando una fuerte patada en el pecho de su contrincante para derribarlo al suelo. Los aplausos y vitoreos del público no se hacen esperar, el hombre celebra con sus brazos al aire y una sonrisa de oreja a oreja. Me levanto, tomo a Goldfire «mi espada» y la bolsa de monedas para acercarme a los escalones.

El hombre se acerca lleno de emoción y coloca una rodilla en el suelo.

—Ha sido un honor ganar por usted, mi Reina.

—Gracias, soldado —asiento levemente—. ¿Cuál es su nombre?

—Rodrice Thrown, Majestad.

—Bien —aclaro mi garganta para alzar la voz—: ¿Juras solemnemente proteger, ser leal a tu cargo y a tus Reyes, sin dudar en morir por ellos y por tu tierra?